Otra vez, la muerte.
Otra vez, la
muerte devorándose una parte del espíritu, del alma que nos constituye como
especie, como humanidad entera. El fallecimiento de Muhammad Alí representa
eso. El adiós a un rebelde. La partida de otro pedazo de nuestro corazón pero
sobre todo de nuestro nervio constitutivo, de nuestra fibra y potencia, esa que
dice: sé libre. Sé libre, carajo, que lo demás no importa nada.
Alí, como Jimi
Hendrix.
Alí, como Amílcar
Cabral, como Malcolm X, como Lumumba o como Fanon; no como Tyson, no como
Obama, no como Will Smith.
Paint it black! Pero píntalo rebelde!
Inevitable para
mí. Maradona como Alí. El Diego y Alí.
Lo incluí en un
libro, en Nación Culebra, donde copié en español la letra de Un indio, ese
himno a la condición humana que compuso Caetano Veloso, y donde lo menciona a
él, a Alí, entre los que pueden aportarnos un poco de luz en medio de tanta
sombra, en medio del derrotero-desangradero desangelado donde nos hallamos
embarcados.
Alí: celebro
haber crecido con tu rebeldía. No te olvidaré.
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