Hace 25 años lo
estaba escribiendo con furia, hoy su corrección de cara a una nueva edición me
da vértigo.
–¿Qué pasó?
–Se fue.
–¿Quién?
–La vida famosa… ¡se hizo humo!
–¡No me diga!
–Pues claro… ¿o es que no se dio cuenta?
Habla el autor con su sombra puestos los dos en la escena de papel porque lo cierto es que dando volteretas para atrás corres el peligro de esnucarte, aunque también puedes ir a parar a la pista de otro circo. Esa lectura de corrección por fuerza atenta, unida a los vientos que han soplado en los últimos meses me ha hecho ver que ha llegado el momento de acometer algo que obedece al berrido racial y vinoso del “¡Moriremos nosotros también!”, que no es, en modo alguno, una continuación de Las pirañas, sino otra cosa porque la vida que se ha escurrido desde entonces, con tener parecidos, ha sido otra. Que la vida va en serio…
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.
Eso escribía Jaime Gil de Biedma, cuando era joven, en “No volveré a ser joven”. Y no sé qué demonios hago yo repicando eso cuando voy para viejo, me cuente lo que me cuente y digan las páginas de “tendencias”. Pero sí, lo que Gil de Biedma advertía de joven, puedes haberlo dejado de lado para no ver el barullo en el que estabas metido y no darte la cencerrada. Ahora o nunca. (Continuará en breve)
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De RUMBO A NO SÉ
DÓNDE, blog del autor, 03/10/2016
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