La democracia,
esa quimera, ese elefante ciego, regresaba a la Argentina, tras la mayor
sangría de toda su historia. El aire se cortaba con daga o con hacha:
cualquiera sabía, intuía que los uniformados que habían masacrado a una
generación de jóvenes, buscarían impedir su juzgamiento y el castigo
que merecían por tanta fechoría. En ese cuadro político donde las sombras
entorchadas acechaban y confundían a la luz colectiva, a alguien se le ocurrió
traerlo a Dario Fo y a Franca Rame a Buenos Aires. Era el orwelliano 1984.
Actuaron en el
teatro municipal General San Martín, uno de los otrora epicentros culturales de
la urbe platense, y los fachos, como se estilaba, participaron del evento
metiendo una bomba que estalló sin matar a nadie pero derribando todos los
vidrios del edificio. Fo y su pareja Rame eran conocidos teatreros de origen
italiano, anti clericales y satíricos en extremo, intragables para un sistema
de hipocresías del mismo tenor. Tras que explotó la bomba, previa a la
presentación de Dario y Franca, se decidió que el espectáculo programado, iba a
continuar. Es más: también se decidió no cobrar la entrada.
Luisa R. era mi
amiga y también era italiana. Ambos éramos alumnos de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Adriana era otra amiga común. Todos
lloramos cuando, meses atrás, el peronismo había perdido la primera elección de
su historia. Luisa tenía una biblioteca memorable, una paranoia que le venía de
un padre empresario, ligado a actividades oscuras (la mafia, la P2, andá a saber),
y un gato-gato, sin credenciales. No me pregunten por qué, no lo sé: Luisa fue
la traductora de Dario Fo y Franca Rame, tras que la bomba asoló el teatro
donde se presentaron en Buenos Aires. Un millar de personas, una luz cenital
iluminaba a los autores, una lucecita la iluminaba a ella. Lo demás era
silencio, incertidumbre, temor de que otra bomba reviente, con todos nosotros
adentro.
Hoy, dos noticias
han sacudido al mundo del arte. Dario Fo ha fallecido y a Bob Dylan le han
concedido el Nobel literario. Hace unos años, también se lo habían dado al
irreverente Fo. Me alegra lo de Dylan, no por el premio, sino por él. Celebro
la memoria de Fo, no por la muerte, sino por él.
La historia de su
visita a la Argentina post dictatorial no terminó. Tras el evento, Luisa corrió
a pedirme un favor que, a su vez, se lo habían pedido Franca y Dario. El favor
era juntar firmas en un petitorio donde se denunciaban las prácticas
aniquiladoras que dominaban dentro de las llamadas cárceles de máxima seguridad
existentes en algunos países de Europa, como Italia, donde se pudrían antiguos
combatientes de las Brigadas Rojas, o Alemania Federal, donde se castigaba así
a guerrilleros de la RAF, la Fracción del Ejército Rojo. Desde ya, lo hicimos,
junto a otros militantes de la JP, la Juventud Peronista.
Esos años,
gastaba escuchando un discazo del sin igual poeta del rock: era una de las
primeras grabaciones digitales de la historia y un concierto que Bob Dylan
había ofrecido en el estadio Budokan, en Tokio, Japón. Era un disco doble, con
un sonido extraterrestre y arrancaba con una versión de Mr. Tambourine Man que
te provocaba tanta alegría que te hacía saltar y gritar y sentir que eras
feliz, simplemente porque esa voz desgarrada y esos acordes de la guitarra te
demostraban que sí, que podías serlo, que la felicidad también era eso: un
puñado de canciones, compartirlas con los amigos y soñar que todo era posible.
Con los
petitorios y con las firmas, fuimos con Luisa y los compañeros a saludarlo a
Dario. Terminamos tomando unos vinos con él, en una fonda. Apreció mucho el
gesto que habíamos tenido, nos dijo que éramos valientes, esas cosas que se
dicen entre compañeros de ruta y de lucha. Nosotros le contamos que la
solidaridad era una sola y que en Argentina estábamos peleando por lo mismo:
por la libertad de todos los presos políticos que seguían en las cárceles, a
pesar que Alfonsín ya gobernaba.
Hoy, Dario Fo
partió para reencontrarse con Franca; no sé nada de Luisa hacen más
de treinta años, los presos políticos argentinos fueron liberados, muchos de
mis antiguos compañeros siguen intactos, con los ideales intactos, y el gran
Bob Dylan está en todas las noticias, por el premio ese que le han dado. La
vida sigue, como su música: tumultuosa, fértil, feliz.
Buenos Aires, 13
de octubre de 2016
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Imagen: Dario Fo
& Bob Dylan
El tema pone en discusión el concepto de "literatura" Nos induce a redefinir sus límites. Dylan adoptó ese nombre por Dylan Thomas, poeta británico a quien admiraba. El premio lleva el nombre del inventor de la dinamita. Naturalmente, de vez en cuando, provoca alguna explosión.
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