El Café
Hafa, de Tánger, es el punto de partida y de encuentro en este regalo a
Marruecos, donde el autor Pablo Cerezal nos da la oportunidad de conocer sus
calles laberínticas, alejadas de los circuitos turísticos, donde, ni todo es
luz, ni todo es sombra. Los cuadernos del Hafa son las anotaciones que el
protagonista va haciendo de su viaje, de su encuentro con Munir en un vagón de
primera. Son las sensaciones calientes de un amor fugaz plasmadas en un papel,
que ha de estar sucio por el trayecto, ajado incluso, arrugado y, sobre todo,
profundamente vivo, como el personaje de Aanisa. Y Los cuadernos del
Hafa, ahora sí, en cursiva, es también el recorrido por la ciudad de Tánger
del escritor William Burroughs, que será simplemente Bill para el
lector; de Jane Bowles, del Rolling Brian Jones (Jonesy) o de
Brion Gysin, entre otros. El autor da voz a estos personajes, rebuscando entre
sus pasiones, sus obsesiones, sus adicciones.
Desde la primera
página, que es la 52 de ese cuaderno que va escribiendo el protagonista, el
autor parece retar a un lector al que se le dilatan las pupilas de asombro. ¿Qué
es esto?, pensarán aquellos más cuadriculados. Porque para
leer a Cerezal hay que despojarse de las vestiduras de occidente que aprietan
tanto, hay que sacarse las normas establecidas de la cabeza y dejarse
llevar por el caos maravilloso de un país tan fascinante como Marruecos,
nuestros vecinos del sur.
Un estilo que
baila entre el lirismo y la suciedad de las palabras, entre la belleza y lo más
horrendo que nace del alma humana. Un juego en el que los personajes y las palabras se va cruzando, aquí y
allá, atrás, adelante, rodeándote y presionando más y más hasta el límite. Un
juego, también, el estilo del autor, perfectamente diseñado, que pone y quita
comas o puntos a su antojo, que deja las frases a medias, suspendidas en el
aire, flotando al borde del abismo, como el polen marroquí.
Me ha gustado.
Porque es un placer leer con los ojos abiertos todo lo que
Cerezal va diciendo y callando entre las páginas para construir finalmente tu
propio prisma de una verdad subjetiva. Los cuadernos del Hafa es
como un gusano que se mete por la sangre y quieres llegar antes que él al
corazón, no vaya a ser que te lo rompa, o te lo pudra. Eso sí, he echado en
falta una sacudida de ese corazón, porque le gané la batalla al gusano
amenazador y mi corazón se quedó intacto, en su sitio, no se marchó volando por
la ventana ni se resquebrajó, y las lágrimas no brotaron nunca, y la angustia
no lo envolvió todo, porque estamos una obra tan perfecta que se le ha escapado
una pequeña vibración sobrecogedora, fuera ésta la que fuera.
Una novela para
leer en alta voz, para saborear sus párrafos de adjetivación exacerbada en un
equilibrio virtuoso. La realidad no es la que vemos, sino la que
inventamos, dice Munir, mi personaje favorito de la novela junto con
Burroughs y Aanisa, y posiblemente esa frase entrañe todo lo que es Los
cuadernos del Hafa. Una novela valiente, minuciosa y
onírica.
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De CAJÓN DE
HISTORIAS (blog de Ismael Cruceta), 09/10/2013
Fotografía: Ligia Ferragutti
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