13.10.2016 Ocurre con el Nobel de
Literatura que los análisis posteriores se adaptan extraordinariamente al
fallo, ahorrando el trabajo a periodistas y críticos: en el veredicto está la
conclusión. A Dylan, ha dicho el jurado, se le concede el Premio Nobel “por haber
creado un nuevo modo de expresión poética integrada en la gran tradición de la
canción americana”. Uno podría añadir alguna cosa más, pero parece evidente que
los suecos han querido premiar la música, como el año pasado, con
Alexiévich, se premió “al fin” el periodismo. El reconocimiento a Dylan
es perfectamente coherente con la evolución de un galardón que nació siendo
literario, sobrevivió siendo político y terminará considerando las más
variopintas “tendencias”. Esto no quiere decir que Dylan no sea un magnífico
letrista. Y hasta un apreciable poeta.
Pero me interesa
otro asunto. Con Dylan interviene el factor sentimental: cuenten las veces que
se menciona en las informaciones lo “importante” que ha sido su música para no
sé cuántas generaciones. Se premia una cultura masiva frente a la cada vez más desagradable
élite literaria, que es áspera y se niega a asumir su dependencia del mercado.
Un Nobel del pueblo y para el pueblo. Esto, que ahorrará más de una indigestión
lectora, es sobre todo un síntoma de la insignificancia de la literatura
(perdón) y, en concreto, de ese modo específico (e irremplazable) de pensar el
mundo que es la novela. Claro que es un consuelo para quienes esperaban ese
Nobel debido a otros norteamericanos, como Philip Roth, Don DeLillo o Cormac
McCarthy: es evidente que compiten en otras disciplinas. Son estadounidenses (y
ya tocaba, dicen), pero tienen la anacrónica costumbre de escribir unos densos
tochos incapaces de rivalizar, ni emocional ni comercialmente, con un CD de 15
canciones.
“Sonar” en las
quinielas previas al Nobel parece ser ya condición indispensable para ganarlo,
pero hay que tener paciencia. Los académicos han manifestado un apenas
disimulado sentido del humor: en los últimos años repartíamos nuestras chanzas,
con permiso de Murakami, entre una bielorrusa desconocida, un cantautor de
Minnesota y un keniano de nombre impronunciable. Es posible que el año próximo
descubramos a un auténtico escritor.
__
De ELSUBJETIVO,
13/10/2016
Imagen: Ben
Stansall / AP
No comments:
Post a Comment