Fig.1. Isaiah
Bowman hacia 1915. Sobre este notable geógrafo
norteamericano, uno de los más grandes que haya estudiado los Andes
meridionales (incluyendo nuestro territorio de Tarapacá), desde un punto de
vista geográfico, biogeográfico y antropológico, hemos escrito
el 23 de mayo del año 2008 un capítulo, presentando allí al hombre,
su historial científico y su obra en nuestras regiones. Es decir, en el
sur del Perú y en el Norte de Chile.
Entonces
titulamos el capítulo como: " Isaiah Bowman: un enamorado del
desierto" y demostramos su habilidad para captar
la esencia del desierto y su habitabilidad por el hombre que fue
capaz de cruzarlo y utilizarlo desde tiempos muy remotos. Bowman
en su obra: Desert Trails of Atacama (publicado por The
American Geographical Society, New York, 1924), recorría y estudiaba ya nuestro
desierto hace algo más de cien años atrás. Sus primeros viajes en la región
datan de los años 1907-1908. Su certera visión tanto del paisaje
como de los grupos humanos, lo han convertido, de facto, en una de las mentes
más privilegiadas que lo han examinado. Estimamos que ningún otro investigador
se le acerca en estatura intelectual y científica. El más próximo,
tal vez, es el ingeniero Alejandro Bertrand en nuestro medio, en su
notable obra: Memoria sobre la exploración a las Cordilleras del
Desierto de Atacama, 1884. Pero Bowman tiene la ventaja
insustituible de ser geógrafo, formado en una de las más prestigiosas
universidades de Norteamérica (Harvard University), discípulo del
geólogo y geógrafo William Morris Davis. Por añadidura, nos aporta
en su obra, como elementos de prueba, valiosas fotografías de la época. Imágenes que le ahorran muchas palabras y hoy nos pueden enseñar
mucho sobre ese pasado ya ido.
Visión y significado de las apachetas para Bowman.
Hoy nos proponemos presentar su visión de experto sobre el tema de las "apachetas", tema al que hemos dedicado un capítulo muy reciente de nuestro Blog. con el rótulo de: "Apachetas en caminos antiguos: ¿simple señalética de la huella o lugar de práctica de ritos religiosos?", (20 de febrero del 2015).
Bowman recorrió a
lomo de mula muchísimos kilómetros de antiguas rutas tanto en las
cordilleras del Perú como en el Norte de Chile y Bolivia. Siempre estuvo
acompañado de guías indígenas, a los que preguntaba sobre lo que iba viendo a
su alrededor. El tema de la presencia de estas extrañas estructuras (las
Apachetas), ciertamente le sedujo. No se explica de otra manera el que
se refiera a ellas en varias ocasiones, que analizaremos en
detalle, dedicándoles varias fotografías. ¿Qué vio Bowman en estas
estructuras a la orilla de los caminos?. ¿Cuál es el sentido y
significación que les asigna?. Ante la disyuntiva: de si se trata de
meros marcadores de ruta, en primera instancia, o, más bien, de sitios
de ritualidad religiosa, ¿cuál prefiere nuestro autor? ¿Qué
piensa al respecto? Su perspectiva y visión nos interesan
particularmente, pues se trata de un extranjero experto en geografía humana, sin prejuicios, que ante la duda, pregunta por el significado de las
cosas, tal como fue siempre su costumbre.
Conocía los Andes desde hacía años.
Cuando recorre las cordilleras de Tarapacá. trae ya consigo su amplia experiencia en los Andes del Perú. Recordemos que tomó parte, en calidad de geógrafo, en la famosa expedición de Hiram Bingham, cuando éste descubrió las ruinas de Machu Picchu. Por tanto, el idioma español le era ya familiar. Conocía bastante bien el desierto de Atacama al menos desde el año 1907-1908, cuando publica sus primeros trabajos sobre las poblaciones aimaras y atacameñas, aún antes de participar en la increíble odisea del descubrimiento de Machu Picchu en la sierra peruana.
La primera mención de las "apachetas".(en traducción nuestra).
Dice Bowman en su obra citada más arriba:
"A medida que crece la altitud (hasta los 14.000 pies), el trayecto por el sendero ascendente se pone más y más arduo, y es solo gracias a un penetrante sentido de observación [appreciation] que uno es capaz de ver el "signo del camino" (sic! en español) o pila de piedras que marcan la cima. Cada viajero agrega una piedra para la buena suerte, y así, en el curso de generaciones, la pila ha crecido hasta las dimensiones que muestra la Figura 6. El rasgo se encuentra en muchos lugares en diferentes formas. A veces, es una cruz, a veces una pretenciosa estructura que sirve de templete [shrine]". (1924: 23; énfasis nuestro).
Página dedicada a las "apachetas" del camino.
Fig. 2.
Reproducción de la página 23, del texto de Bowman. A nuestro juicio,
Bowman mezcla aquí en esta página, tres cosas diferentes; a) las
apachetas (Fig. 6 de Bowman), con la senda o huella que pasa a su
lado), b) la cruz cristiana (Fig. 7, lugar donde nunca se agrega
piedras por parte de los caminantes) y un templete o pequeña
ermita, provista de un nicho receptor de ofrendas indígenas. Solo su figura
Nº 6 reproduce las verdaderas y auténticas apachetas. Al costado
izquierdo de la apacheta, parecen verse otras construcciones, tal vez algún
tambillo de época incaica
Por esta cita, podría pensarse que Bowman sólo ve en estas estructuras meros "signos en el camino", o especie de amuletos "para la buena suerte".. Pero no es así, como probaremos a continuación.
Otros textos alusivos.
En la página 103 de su texto, especifica Bowman mucho más el sentido exacto de estas pilas de piedras. Dice, en efecto, refiriéndose a unas estructuras halladas a lo largo del Camino del Inca entre Tilomonte y Copiapó en el Norte de Chile [Inca road]. Allí señala :
"A ambos lados y en ciertas porciones del camino hay unas antiguas pircas (sic! en español) o muros de piedras, probablemente restos de tamberías (sic! en español) o cabañas de descanso. En los pasos [passes] que atraviesa la ruta hay pilas de piedra, apachetas (ref. a su pg. 23, foto) acumuladas al modo de una ofrenda de los indios al guardián de la ruta, de una manera muy semejante a lo que hacen los árabes cuando agregan una piedra "para la buena suerte", a las apilamientos [piles] que se encuentran cerca de los oasis". (1924: 103; énfasis nuestro).
Aquí ya asoma claramente una explicación mucho más profunda. No solo se trataría de meros "signos en el camino", término bastante confuso en sí. Bowman especifica que los indios hacen en dicha estructura (apacheta) una "ofrenda al guardián de la ruta".
En la leyenda del Plano de la Puna de Atacama que el autor trae en la página 259.se refiere a la apacheta de Sillilica, la única que grafica en la foto de la página 23. Dice al efecto: "Ap.= apacheta o marcador de la huella [trail marker].
Apachetas una especie de ermita religiosa.
En la referencia a estas estructuras que trae en la página 282 de su texto, es aún más enfático y mucho más explícito. Del sentido religioso de su interpretación, ya no nos puede caber duda alguna.
"Al costado de la huella [beside the trail] hay otras marcas [marks] de especial interés. Hay una apacheta con una cámara delineada [lined], en la que se ha colocado ofrendas de mascadas de coca, palos cortados y velas por parte de los caminantes indios, y se hace oraciones [prayers] para la seguridad del cruce [de la montaña]. Yo he visto apachetas de otro tipo en muchos lugares en la línea divisoria de Bolivia, norte de Chile y Perú, donde, en especial en los pasos elevados, se han apilado montones de piedras toscas para marcar la cima. Cada viajero agrega una piedra para la buena suerte y así, algunas de ellas en las sendas más antiguas han crecido hasta [alcanzar] un enorme tamaño. Por ejemplo, en la cordillera Sillilica, al este de Iquique, hay una que se alza al menos a diez pies de altura [= 3,05 m.] , poseyendo una amplia circunferencia. Aquellas de la puna de Atacama han sido hechas con mayor cuidado, y su uso era algo más serio. En síntesis, estas son una especie de templete y no meramente una marca de la huella" [their use was more serious; they are a kind of shrine and not merely a mark of the trail ]." (1924: 282; traducción y énfasis nuestro).
Este texto nos habla ya claramente de ofrendas, oraciones y nos explica en detalle cómo se realiza el rito de ofrecer una piedra a la pila ya preexistente, La frase final es lapidaria: no es una mera estructura marcadora de ruta (es decir, señalética, como diríamos hoy) sino una ermita o pequeño templo. "Más claro, agua". Este es el sentido profundo de lo que él ha visto "en muchos lugares", como dice.
Por fin en las páginas .305-306 de su obra trae Bowman un excelente complemento a sus referencias anteriores, ofreciéndonos su percepción final sobre el tema:
"La curiosa mezcla de ritos católicos y creencias paganas, de lo que he hablado en el caso de Tarapacá (p. 72) también queda ilustrado aquí, como en efecto en cientos de lugares, por toda partes en los Andes Centrales. Preguntado acerca de una apacheta, un indígena respondió que estaba dedicada tanto a los Santos [católicos] como a la deidad Inca Pachamama. Los santos principales son aquellos que son considerados patrones de los animales [....]. La influencia cristiana se observa en las cruces, [las que] algunas veces [son] revestidas con lanas rojas y sobrepuestas en una apacheta. Un cuidado especial es otorgado a la lana usada de esta suerte. Una traducción de la fórmula quechua de saludo a una apacheta sonaría así: "Padre apacheta recibe esto, mi ofrenda de lana coloreada y estas hojas de coca. Dígnate ayudarme en mis trabajos!".[ "Father Apacheta, receive this my offering of coloured wool, these leaves of coca. Deign to help me in all my labors"]. (Bowman, 1924: 305-306; traducción y énfasis nuestro).
Hay aquí evidencia de una confiada conversación con la deidad dueña de la apacheta. La fórmula sagrada usada, arriba transcrita, es parte esencial del rito, la que debe ser acompañada del gesto correspondiente: la ofrenda de lanas de color rojo y hojas de coca.
Bowman nos aporta, en esas mismas páginas (305-307) varias otras evidencias de gran interés relativas a las creencias de los lugareños andinos en las huacas o lugares sagrados y a leyendas que rigen y controlan su comportamiento. El tema religioso evidentemente interesa especialmente a Bowman, por lo que se refiere a él cuantas veces tiene oportunidad.
Comentario final nuestro.
1. De acuerdo a estos antecedentes de indiscutible valor, para Bowman las apachetas no son, pues, meras marcas camineras, hitos visibles; son mucho más que eso son lugares de rito y de culto, al estilo de las ermitas donde se reza y se implora;
2. Pachamama sería la deidad allí reverenciada a la que se da ofrenda hojas de coca y lanas de colores, entre otras cosas;
3. La petición que se le hace, dice relación con obtención de apoyo y ayuda en los trabajos propios del viajero. Apoyo en los objetivos del viaje emprendido.
4. Se dan todos los elementos propios de un culto: a) está presente la persona a quien se dirige el ruego, es decir, Pachamama; b) se expresa lo que se le pide: ayuda y apoyo en la expedición ; c) se pronuuncia la fórmula u oración que se expresa verbalmente (no tan solo con la mente); d) se realiza en el lugar apropiado y dispuesto previamente para la recepción de las ofrendas (no se verifica en cualquier parte), y por fin, e) el implorante espera la realización o cumplimiento del ruego.
5. Por tanto, habría que descartar la afirmación, corriente hoy entre los arqueólogos, de que estas estructuras serían "marcadores de ruta". Tal denominación desvirtúa la esencia del acto ejecutado allí, y desvía la atención de lo principal y fundante en su erección y funcionamiento. Minimiza y oculta su verdadera y prístima función. Son, en efecto, "marcas" en el paisaje (esto es estructuras visibles), claro que sí, pero solo "marcan" el sitio exacto donde efectuar la ofrenda y el rito, y no son, por tanto, "marcas del camino", tal como lo señaló claramente Bowman cuando señaló tan acertadamente: "en síntesis, estas son una especie de templete y no meramente una marca de la huella" (1924: 282).
6. Los caminos incaicos poseían otras "marcas"; éstas son los hitos, los mojones, los alineamientos de piedras a sus costados, y aún las sayhuas situados a la vera de la ruta para indicar su curso y su trayecto y ayudar al viajero en su correcta orientación. Las "apachetas" tienen claramente otra finalidad específica: una finalidad religiosa. De esto ya no nos cabe duda alguna, tras oír y analizar a los testigos tanto cronistas como exploradores tempranos.
¿Hasta qué punto esta antigua costumbre ritual andina representa un cierto precedente de lo que se sigue realizando hoy en algunos Santuarios populares católicos, en nuestros países andinos, o mejor aún, en algunas ermitas, como es el caso de ciertas "Animitas", "muy milagrosas" al decir de la gente, ubicadas a orilla de carreteras, donde se hacen preces y súplicas?
Una comparación esclarecedora.
Y, a este propósito, ¿a alguien se le ocurriría pensar que las "animitas" erigidas por la piedad de los deudos del difunto, a la orilla de nuestras carreteras actuales, constituyen "marcadores de rutas" o "signos camineros"?. ¿Verdad que no? Pues bien, nuestro caso es algo semejante. Su finalidad es obviamente muy distinta a las marcas, señas o "signos del camino" y, tal como apunta Bowman, " algo mucho más serio".
Por esta cita, podría pensarse que Bowman sólo ve en estas estructuras meros "signos en el camino", o especie de amuletos "para la buena suerte".. Pero no es así, como probaremos a continuación.
Otros textos alusivos.
En la página 103 de su texto, especifica Bowman mucho más el sentido exacto de estas pilas de piedras. Dice, en efecto, refiriéndose a unas estructuras halladas a lo largo del Camino del Inca entre Tilomonte y Copiapó en el Norte de Chile [Inca road]. Allí señala :
"A ambos lados y en ciertas porciones del camino hay unas antiguas pircas (sic! en español) o muros de piedras, probablemente restos de tamberías (sic! en español) o cabañas de descanso. En los pasos [passes] que atraviesa la ruta hay pilas de piedra, apachetas (ref. a su pg. 23, foto) acumuladas al modo de una ofrenda de los indios al guardián de la ruta, de una manera muy semejante a lo que hacen los árabes cuando agregan una piedra "para la buena suerte", a las apilamientos [piles] que se encuentran cerca de los oasis". (1924: 103; énfasis nuestro).
Aquí ya asoma claramente una explicación mucho más profunda. No solo se trataría de meros "signos en el camino", término bastante confuso en sí. Bowman especifica que los indios hacen en dicha estructura (apacheta) una "ofrenda al guardián de la ruta".
En la leyenda del Plano de la Puna de Atacama que el autor trae en la página 259.se refiere a la apacheta de Sillilica, la única que grafica en la foto de la página 23. Dice al efecto: "Ap.= apacheta o marcador de la huella [trail marker].
Apachetas una especie de ermita religiosa.
En la referencia a estas estructuras que trae en la página 282 de su texto, es aún más enfático y mucho más explícito. Del sentido religioso de su interpretación, ya no nos puede caber duda alguna.
"Al costado de la huella [beside the trail] hay otras marcas [marks] de especial interés. Hay una apacheta con una cámara delineada [lined], en la que se ha colocado ofrendas de mascadas de coca, palos cortados y velas por parte de los caminantes indios, y se hace oraciones [prayers] para la seguridad del cruce [de la montaña]. Yo he visto apachetas de otro tipo en muchos lugares en la línea divisoria de Bolivia, norte de Chile y Perú, donde, en especial en los pasos elevados, se han apilado montones de piedras toscas para marcar la cima. Cada viajero agrega una piedra para la buena suerte y así, algunas de ellas en las sendas más antiguas han crecido hasta [alcanzar] un enorme tamaño. Por ejemplo, en la cordillera Sillilica, al este de Iquique, hay una que se alza al menos a diez pies de altura [= 3,05 m.] , poseyendo una amplia circunferencia. Aquellas de la puna de Atacama han sido hechas con mayor cuidado, y su uso era algo más serio. En síntesis, estas son una especie de templete y no meramente una marca de la huella" [their use was more serious; they are a kind of shrine and not merely a mark of the trail ]." (1924: 282; traducción y énfasis nuestro).
Este texto nos habla ya claramente de ofrendas, oraciones y nos explica en detalle cómo se realiza el rito de ofrecer una piedra a la pila ya preexistente, La frase final es lapidaria: no es una mera estructura marcadora de ruta (es decir, señalética, como diríamos hoy) sino una ermita o pequeño templo. "Más claro, agua". Este es el sentido profundo de lo que él ha visto "en muchos lugares", como dice.
Por fin en las páginas .305-306 de su obra trae Bowman un excelente complemento a sus referencias anteriores, ofreciéndonos su percepción final sobre el tema:
"La curiosa mezcla de ritos católicos y creencias paganas, de lo que he hablado en el caso de Tarapacá (p. 72) también queda ilustrado aquí, como en efecto en cientos de lugares, por toda partes en los Andes Centrales. Preguntado acerca de una apacheta, un indígena respondió que estaba dedicada tanto a los Santos [católicos] como a la deidad Inca Pachamama. Los santos principales son aquellos que son considerados patrones de los animales [....]. La influencia cristiana se observa en las cruces, [las que] algunas veces [son] revestidas con lanas rojas y sobrepuestas en una apacheta. Un cuidado especial es otorgado a la lana usada de esta suerte. Una traducción de la fórmula quechua de saludo a una apacheta sonaría así: "Padre apacheta recibe esto, mi ofrenda de lana coloreada y estas hojas de coca. Dígnate ayudarme en mis trabajos!".[ "Father Apacheta, receive this my offering of coloured wool, these leaves of coca. Deign to help me in all my labors"]. (Bowman, 1924: 305-306; traducción y énfasis nuestro).
Hay aquí evidencia de una confiada conversación con la deidad dueña de la apacheta. La fórmula sagrada usada, arriba transcrita, es parte esencial del rito, la que debe ser acompañada del gesto correspondiente: la ofrenda de lanas de color rojo y hojas de coca.
Bowman nos aporta, en esas mismas páginas (305-307) varias otras evidencias de gran interés relativas a las creencias de los lugareños andinos en las huacas o lugares sagrados y a leyendas que rigen y controlan su comportamiento. El tema religioso evidentemente interesa especialmente a Bowman, por lo que se refiere a él cuantas veces tiene oportunidad.
Comentario final nuestro.
1. De acuerdo a estos antecedentes de indiscutible valor, para Bowman las apachetas no son, pues, meras marcas camineras, hitos visibles; son mucho más que eso son lugares de rito y de culto, al estilo de las ermitas donde se reza y se implora;
2. Pachamama sería la deidad allí reverenciada a la que se da ofrenda hojas de coca y lanas de colores, entre otras cosas;
3. La petición que se le hace, dice relación con obtención de apoyo y ayuda en los trabajos propios del viajero. Apoyo en los objetivos del viaje emprendido.
4. Se dan todos los elementos propios de un culto: a) está presente la persona a quien se dirige el ruego, es decir, Pachamama; b) se expresa lo que se le pide: ayuda y apoyo en la expedición ; c) se pronuuncia la fórmula u oración que se expresa verbalmente (no tan solo con la mente); d) se realiza en el lugar apropiado y dispuesto previamente para la recepción de las ofrendas (no se verifica en cualquier parte), y por fin, e) el implorante espera la realización o cumplimiento del ruego.
5. Por tanto, habría que descartar la afirmación, corriente hoy entre los arqueólogos, de que estas estructuras serían "marcadores de ruta". Tal denominación desvirtúa la esencia del acto ejecutado allí, y desvía la atención de lo principal y fundante en su erección y funcionamiento. Minimiza y oculta su verdadera y prístima función. Son, en efecto, "marcas" en el paisaje (esto es estructuras visibles), claro que sí, pero solo "marcan" el sitio exacto donde efectuar la ofrenda y el rito, y no son, por tanto, "marcas del camino", tal como lo señaló claramente Bowman cuando señaló tan acertadamente: "en síntesis, estas son una especie de templete y no meramente una marca de la huella" (1924: 282).
6. Los caminos incaicos poseían otras "marcas"; éstas son los hitos, los mojones, los alineamientos de piedras a sus costados, y aún las sayhuas situados a la vera de la ruta para indicar su curso y su trayecto y ayudar al viajero en su correcta orientación. Las "apachetas" tienen claramente otra finalidad específica: una finalidad religiosa. De esto ya no nos cabe duda alguna, tras oír y analizar a los testigos tanto cronistas como exploradores tempranos.
¿Hasta qué punto esta antigua costumbre ritual andina representa un cierto precedente de lo que se sigue realizando hoy en algunos Santuarios populares católicos, en nuestros países andinos, o mejor aún, en algunas ermitas, como es el caso de ciertas "Animitas", "muy milagrosas" al decir de la gente, ubicadas a orilla de carreteras, donde se hacen preces y súplicas?
Una comparación esclarecedora.
Y, a este propósito, ¿a alguien se le ocurriría pensar que las "animitas" erigidas por la piedad de los deudos del difunto, a la orilla de nuestras carreteras actuales, constituyen "marcadores de rutas" o "signos camineros"?. ¿Verdad que no? Pues bien, nuestro caso es algo semejante. Su finalidad es obviamente muy distinta a las marcas, señas o "signos del camino" y, tal como apunta Bowman, " algo mucho más serio".
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De
ECO-ANTROPOLOGÍA, 10/03/2015
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