Hace
poco fui a ver Blade Runner 2049 y pensé en Harrison Ford y en cómo es la
vida: eran los ochenta y Ford era el tío más sexy del mundo, era Han Solo, era
Indiana Jones y era el protagonista de la original Blade Runner, que pronto
sería un filme de culto. Treinta años más tarde eres un setentón que hace un
papel secundario en la secuela de tu propia película de culto, mientras que
Ryan Gossling, que ahora es el tío más sexy del mundo, hace el papel principal.
Los años pasan, y no pasan en vano.
Yo, ya sabéis,
soy una persona intensa y dedico bastante tiempo a pensar sobre la vida: en
general, la de los demás y, por supuesto, la mía, y a menudo me encuentro
pensando que tengo casi treinta años, vivo en una ciudad extranjera a más de
9.000 kilómetros de mi país natal en donde cuento con escasas amistades,
sobrevivo de mala manera gracias a una beca y esta será mi situación durante
unos cuantos años. La gente se casa, y yo tengo que preparar un examen oral de
portugués como asignatura obligatoria.
Como la beca, ya
lo he dicho, es cortita, a veces cuido a niños. Esto, soy niñera en mis ratos
libres. Limpio mocos, sujeto a críos que me patean la barriga con sus
piernecitas mientras chillan a todo pulmón sufriendo por el repentino e
intolerable abandono a que sus padres sádicamente deciden someterlos, me siento
en sillas tan pequeñas en las que me cabe el culo de milagro, veo La
Bella y el Vagabundo en inglés hasta querer sacarme los ojos de mis
cuencas, hago como que entiendo todo el vacilante discurso de una niña de
apenas dos años que se ha puesto locuaz, sostengo un plato con un trozo de
pizza para que la interesada se la vaya comiendo a base de restregársela por la
cara y que, poco a poco, vaya entrando en su boca (estáis pensando: “Qué bruta
eres, Julia, córtale la pizza”. Ya, amigos, ya. No hay trozo que no merezca un
buen paseo por los mofletes antes de ser saboreado) mientras la espalda me mata
de dolor, corro tras prófugos que deciden ir por su propia cuenta en busca de
sus padres, hago como que compro una tetera con una tarjeta Visa de juguete
mientras pienso que ojalá la Visa fuera de verdad… En fin, las aventurillas del
precariato académico.
Pero volvamos a
Harrison Ford. He pensado últimamente unas cuantas veces en él, la verdad. Hace
poco, por ejemplo, vi en redes sociales la típica foto de motivación que te
explica que Ford, a los treinta años, era carpintero. La foto cumplió su
objetivo y me motivó bastante. Hablando de eso con mi madre, me dijo que claro
que lo de que Ford fuera carpintero antes de saltar a la fama era un hecho bien
conocido y que añadía sex appeal a su persona pública.
De lo cual llegué
a la siguiente y lógica conclusión: dentro de muchos años, la gente se motivará
diciendo que la doctora González, a los veintiocho, era niñera. ¿Y sabéis qué?
Que me dará un toque sexy.
Y a vosotros,
¿qué os hace sexys?
Foto: sexy entre
las sexys, veis a Scarlett Johansson haciendo de babysitter en The
Nanny Diaries (Robert Pulcini y Shari Springer Berman, 2007).
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De NINGÚN LUGAR
SAGRADO (blog de la autora), 26/10/2017
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