Mi Alicia Quispe
vive en una canchamina, cerca del Cerro Rico de Potosí. Hoy hace viento y ella
arrastra algunas piedras. "Son restos de la mina”, dice. "Algo podré
vender”. Alrededor hay unos niños que juegan con un perro muerto y unos mineros
caminan borrachos y cantan una morenada.
De la soledad y
el amor. De la soledad y el engaño. De la soledad y el alcohol Caimán. De la
soledad y de mujeres extraviadas o raptadas en el altiplano.
Ander Izagirre
nació en el País Vasco y es periodista independiente. Y publicó con la
editorial El Cuervo: Potosí. Una larga crónica que cuenta la historia de Alicia
Quispe (nombre ficticio). Ella es niña y trabaja en la mina de forma
clandestina, junto a su madre y su tía. Pero también es la historia del
departamento más pobre de Bolivia.
"Todas somos
Alicia”, me dice Alicia. Le falta la mano izquierda, que la perdió cuando una
piedra cayó sobre ella. "Era más niña”, dice. "Por falta de plata no
me llevaron al médico y mi mano empezó a oler mal”. Al cabo de dos semanas
tuvieron que amputarla. Alicia tiene 13 años y el rostro paspado. "Aquí
debo ser invisible”, me dice. "Nadie debe saber que trabajo”.
"Es difícil
describir el infierno”: así debió pensar Ander cuando se propuso la tarea de
escribir Potosí. Le llevó siete años entre idas y venidas a Bolivia. En su casa
tenía una pared llena de papeles de colores, como un laberinto: la historia de
Potosí entre anotaciones y entrevistas.
El padre de
Alicia, Roberto Quispe, tiene el mal de la mina: silicosis. Está en cama, un
colchón de paja en el suelo, dentro de una casa de calaminas. "Diez años
de trabajo y soy más pobre”, dice Roberto. "Yo vengo de Sepultura y mi
familia aún vive allí”. Luego respira con dificultad y tose sin parar.
El mérito de
Ander: escribió una de las mejores crónicas (no ficción) de Bolivia, aunque no
sea boliviano (algo así hizo Malcolm Lowry con Bajo el volcán o Alison Spedding
con Catre de fierro).
Es una escritura
directa y en función a su personaje. Alicia es Potosí. Alicia es Bolivia.
Alicia es ironía. Alicia es patriotismo. Alicia es la pobreza de un Estado que
dice luchar contra la pobreza.
Alicia vende
mineral en la plaza 10 de noviembre a extranjeros que se sacan fotos frente al
Palacio de la Moneda. "Con esto como sopas Maruchan y puedo comer”, dice.
"Cada dos días como”.
Esconde el brazo
que tiene un muñón en vez de mano. "no quiero que me tengan pena”, dice.
"Quiero que
me den lo justo”.
Ander dice que la
historia de Potosí es la historia de Bolivia; un país que sobrevive por la
exportación de materias primas, con una falsa industrialización y falsas
promesas de igualdad. Es decir, no importa el color o la tendencia del partido
que suba al poder: siempre responderá a sus allegados (a su grupo ya sea
indígena, ya sea blanco o mestizo) y no al común de la gente.
Alicia se compra
una sopa Maruchan. El agua que hierve está llena de minerales y es amarilla.
"Igual es
rica”, dice. "En Potosí sólo hay agua blanca para los blancos”. Se refiere
a la clase media de la ciudad (que es lo mismo decir trabajadores que ganan al
mes mil bolivianos y serían de clase baja en cualquier otra ciudad del país).
Y escribe Ander:
"Dejo a Alicia en la cancha, junto a los raíles que se dirigen a la boca
oscura de la montaña. Esta noche entrará en la mina. Y eso -quién va a
discutírselo- es por su bien”.
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De LETRA SIETE
(PÁGINA SIETE (La Paz), 15/10/2017
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