Tuesday, October 17, 2017

Potosí o todos somos Alicia

MAURICIO RODRÍGUEZ MEDRANO

Mi Alicia Quispe vive en una canchamina, cerca del Cerro Rico de Potosí. Hoy hace viento y ella arrastra algunas piedras. "Son restos de la mina”, dice. "Algo podré vender”. Alrededor hay unos niños que juegan con un perro muerto y unos mineros caminan borrachos y cantan una morenada.

De la soledad y el amor. De la soledad y el engaño. De la soledad y el alcohol Caimán. De la soledad y de mujeres extraviadas o raptadas en el altiplano.

Ander Izagirre nació en el País Vasco y es periodista independiente. Y publicó con la editorial El Cuervo: Potosí. Una larga crónica que cuenta la historia de Alicia Quispe (nombre ficticio). Ella es niña y trabaja en la mina de forma clandestina, junto a su madre y su tía. Pero también es la historia del departamento más pobre de Bolivia.

"Todas somos Alicia”, me dice Alicia. Le falta la mano izquierda, que la perdió cuando una piedra cayó sobre ella. "Era más niña”, dice. "Por falta de plata no me llevaron al médico y mi mano empezó a oler mal”. Al cabo de dos semanas tuvieron que amputarla. Alicia tiene 13 años y el rostro paspado. "Aquí debo ser invisible”, me dice. "Nadie debe saber que trabajo”. 

"Es difícil describir el infierno”: así debió pensar Ander cuando se propuso la tarea de escribir Potosí. Le llevó siete años entre idas y venidas a Bolivia. En su casa tenía una pared llena de papeles de colores, como un laberinto: la historia de Potosí entre anotaciones y entrevistas.

El padre de Alicia, Roberto Quispe, tiene el mal de la mina: silicosis. Está en cama, un colchón de paja en el suelo, dentro de una casa de calaminas. "Diez años de trabajo y soy más pobre”, dice Roberto. "Yo vengo de Sepultura y mi familia aún vive allí”. Luego respira con dificultad y tose sin parar.

El mérito de Ander: escribió una de las mejores crónicas (no ficción) de Bolivia, aunque no sea boliviano (algo así hizo Malcolm Lowry con Bajo el volcán o Alison Spedding con Catre de fierro).

Es una escritura directa y en función a su personaje. Alicia es Potosí. Alicia es Bolivia. Alicia es ironía. Alicia es patriotismo. Alicia es la pobreza de un Estado que dice luchar contra la pobreza.

Alicia vende mineral en la plaza 10 de noviembre a extranjeros que se sacan fotos frente al Palacio de la Moneda. "Con esto como sopas Maruchan y puedo comer”, dice. "Cada dos días como”.

Esconde el brazo que tiene un muñón en vez de mano. "no quiero que me tengan pena”, dice.

"Quiero que me den lo justo”.

Ander dice que la historia de Potosí es la historia de Bolivia; un país que sobrevive por la exportación de materias primas, con una falsa industrialización y falsas promesas de igualdad. Es decir, no importa el color o la tendencia del partido que suba al poder: siempre responderá a sus allegados (a su grupo ya sea indígena, ya sea blanco o mestizo) y no al común de la gente.

Alicia se compra una sopa Maruchan. El agua que hierve está llena de minerales y es amarilla.

"Igual es rica”, dice. "En Potosí sólo hay agua blanca para los blancos”. Se refiere a la clase media de la ciudad (que es lo mismo decir trabajadores que ganan al mes mil bolivianos y serían de clase baja en cualquier otra ciudad del país).

Y escribe Ander: "Dejo a Alicia en la cancha, junto a los raíles que se dirigen a la boca oscura de la montaña. Esta noche entrará en la mina. Y eso -quién va a discutírselo- es por su bien”. 

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De LETRA SIETE (PÁGINA SIETE (La Paz), 15/10/2017


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