Si algo me sigue
alucinando, es esta facilidad del hombre de viajar en el espacio y el tiempo
para que todo siga igual. Son las 11 y media de la noche en Leh. Noche cerrada,
helada y alta noche a los pies del Himalaya. ¡¡¡La virgen, peazo cordillera!!!.
No me extraña la cantidad de leyendas que se apelotonan en torno a ella. Te dan
ganas de inventarte otra y sentarte en alguna plaza para comenzar a soltarla.
Seguro que se hace vírica o no o qué importará. Lo único que sé es que,
ahora mismo, me siento hormiga en hormiguero repleto de petardos.
Decía que, ahora
mismo, Leh, capital de Ladakh (región del estado de Cachemira), es un lugar
aparentemente tranquilo a pesar de los pesares, a pesar de los militares, a
pesar de los francotiradores que circundan los pueblos limítrofes. Y es que
Cachemira es un quesito que se desgaja cuando lo deciden China, Paquistán o La
India, un quesito marca "la vaca que ríe", porque, la jodia de ella,
(la vaca) campa a sus respetos cual perro callejero, la población cae por obra
y gracia de balas fantasmas, pero no pasa nada.
Llegamos ayer,
sí, a pesar de huelgas, protestas y mariconerías del primer mundo, que se queja
porque puede. Y, como nos va el mambo, nos pusimos manos a la obra, que estamos
en alta montaña, en pleno mes de octubre y las carreteras se cierran, sí o sí,
porque les da la gana.
Podría hacer
cuatrocientos relatos del día de hoy, todos diferentes. Podría hablar de la
divinidad, de los gigantes, de los páramos y bosques, del río Indo, de las
carreteras en espiral, del culo de piedra, de la alegría, la emoción, de la
muerte, la guerra, los refugiados en los bosquecillos que salvan la vida entre
plásticos, palos y ganas de vivir, de niños y puestos fruta, de mercados y
armas, de santuarios budistas y la madre que los parió de espabilados, de militares
tras cada vistazo, en fin, podría hablar, el primer día, hasta que me muriera y
continuar mientras los gusanos terminaban mi putrefacción, pero lo único que
diré es sencillo: da igual donde vayas, da lo mismo donde estés, mataros entre
vosotros si queréis, pero la vida es nuestra, la cabeza es nuestra, la razón es
nuestra y ellos, los que mandan, serán unos hijos de la gran bretaña vivan
donde vivan porque no son de los nuestros. Yo aquí, con mi proçés.
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