MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Exorcizar los
demonios del mal gobierno –como quería Gil de Biedma, poeta, de otro tiempo que
sigue siendo este en sus cloacas a cielo abierto–, no parece posible y está
visto que a un granuja le sucede otro, cuando no el mismo, que flota en el
escaqueo eterno de las covachuelas. Son los amos de la sombra, del «este sí» y
del «ese no», de la rechifla de la trastienda, de la guillotina de los capones,
sostienen a sus amiguetes y a los amigos de estos, con la esperanza de que todo
quede en el cotarrete y en el hoy por ti, mañana por mí. Practican el amiguismo
más descarado pero hablan de objetividad y de valor, de probidad a toda prueba,
al tiempo que se reparten puestos, puestecillos y prebendas. Cuentan con que
nadie rechista por miedo a la inexistencia, a no recibir el barato de la timba.
Donfiguras del mentidero non stop, las listas negras son sus Nocturnos y
el escachar famas su deporte de elite, no corren peligro de que cambio alguno
se los lleve por delante. Figurines, hedonistas, melómanos sobrevenidos,
refinados estetas, diletantes de zahurda vinosa, petronios del pueblón
sermonean izquierda y se exhiben felices a bordo de yates de recreo, hablan de
humanismo y publican sus retratos en barrera de capotes, a bodega llena,
vendimiados y felices... el cambio, el cambio en sus manos puede esperar.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 13/08/2015
Cierto y emputante
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