EDUARDO MOLARO
Hijo de
inmigrantes italianos, nacido en Monte Chingolo, alumno de la escuela 25 y
carpintero de oficio, Cristóbal Lamberto era inmortal. Decir "era
inmortal" es casi un oxímoron maravilloso, pero para qué lidiar con
tediosas explicaciones discursivas.
Muchos
sospechaban que Cristóbal había consumado un contrato satánico, pero quienes
fueron sucesivas novias del mencionado, descartaban esta hipótesis debido a que
no creían que Mefistófeles fuera tan otario como para darle la inmortalidad a
cambio de un alma que apenas alcanzaba a concitar el interés de alguna tonta
desprevenida.
Digámoslo de una
vez: Cristóbal era bastante hijo de puta y eso – de existir un infierno – ya lo
habría condenado a perpetuidad y de manera gratuita.
Pero la fama de su inmortalidad provenía de hechos
concretos: Caerse del tren y sobrevivir; haber sido conscripto durante la época
de la guerrilla y ser herido en una escaramuza; regresar de Malvinas con
esquirlas y vivir para contarlo; haber sido amante de la esposa del comisario
Cometti y no pagar con su vida tamaña temeridad; y también por gritar un gol de
Lanús en plena hinchada local de Talleres de Escalada, aquella tarde en la que
se equivocó de tribuna.
Sin embargo, y
más allá de tales prodigios, lo que confirmó su condición de inmortal fue haber
bebido, sin consecuencias, "La pócima que te hace sonar" de su ex
novia Maruja, la infalible bruja de la calle Condarco.
Al parecer la
hechicera (y disculpen la infidencia) lo había pescado coqueteando con Melinda,
la modista de la calle Rondeau, y Maruja quiso vengarse. Cristóbal negó haber
coqueteado con la modista, arguyendo que apenas se la estaba cogiendo los
martes a la tarde.
Los muchachos de
La Barra Poética de la calle Ituzaingó despreciaban a Lamberto. Lo sabían ventajero,
ladino, alcahuete de la cana y – ¡tamaña herejía! – un antiperonista
recalcitrante.
Una tarde
Heráclito D´Exceso lo echó a patadas del Bar "El Vómito" sólo por
haber interrumpido con un impertinente "¡Buenas y santas!" su charla
sobre las "20 verdades peronistas".
Heráclito tenía
una visión muy particular sobre la inmortalidad de Lamberto:
- No creo en la
inmortalidad. Pero si esa mierda existe, es seguro que los infames funcionarios
que manejan el universo le otorgarán ese don a hijos de puta como Cristóbal
Lamberto.
¡Nunca a un
bienhechor! ¡Nunca a un creador de bellas historias! Sólo a seres despreciables
como éste.
De lo contrario ¿Cómo
me explican que sólo los hijos de puta mueren longevos?
Pero la inquina
contra Lamberto no era propiedad exclusiva de Heráclito D´Exceso.
Una noche, en el
mismo noble establecimiento, el notable Billarista René Cesario le partió un
taco de billar en el marote a Cristóbal por haberle agregado soda a su vaso de
Cinzano.
Otra noche, el
famoso camarero Gaspar Viñedos derramó por completo la bandeja de café en la
humanidad de Lamberto y – ante la descomedida queja de éste – le estampó un
consagratorio sopapo en la boca.
No había una
semana en la que Cristóbal Lamberto no recibiera una merecida paliza en el
Bar.
Hasta el Poeta
Edmundo Morales, famoso no sólo por sus poemas y sus amores clandestinos, sino
por ser un hombre renuente a trenzarse en esos simpáticos rituales masculinos,
llegó a pegarle un sopapo detrás de la oreja cuando escuchó a Cristóbal hablar
mal de una dama de rápida resolución amatoria.
- Rata inmunda!
No hables así de una mujer! Ya lo dijo mi padre: "Una mina puede ser una
flor de puta, pero siempre será una Flor". - descargó Edmundo con
posterioridad al sonoro castañazo.
Como verán,
sobrevivir a tantos peligros (aunque es justo decir que los muchachos de la
Barra Poética eran de piña fácil, pero nunca mataron nadie) acrecentaba mucho
más la fama de inmortalidad de Lamberto.
Se dice también
que aquella vez en la que Abdul Pipper descendió con su avioneta en la cancha
de Centenario, Cristóbal fue uno de los atropellados por la aeronave y que
apenas denunció la rotura de dos costillas y una herida en la frente.
Pero a la hora de
refutar mitos, el Universo tiene un especial ensañamiento con Lanús y sus
habitantes. Y más allá del deseo de los metafísicos de dos con cincuenta, el
Universo no necesita expresarse mediante un celestial haz luminoso o una estrella
abductiva, sino que muchas veces se conforma con la poco sutil presencia de un
ordinario chofer del colectivo 526 atropellando a Cristóbal Lamberto a la
salida de un bailongo, desparramando su humanidad sobre el asfalto, dando por
tierra con el mito y – se me olvidaba – matando de una vez por todas a
Cristóbal.
Los adoradores de
historias renovadas, como los miembros de la Asociación ¨Volvería con mi ex¨,
veían en esto el nacimiento de un nuevo mito, pero la verdad es que Cristóbal
se cagó muriendo, de manera rotunda y definitiva, como cualquier hijo de
vecino.
Creo que, con
todo esto, he logrado aclararles aquel supuesto oxímoron inicial sobre que
"Cristóbal ERA INMORTAL".
_____
De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 10/20/2013
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