MAURIZIO BAGATIN
“Venecia, adulación y belleza ambigua, cuentos de
hadas y trampa para extraños”
-Thomas
Mann-
Un domingo de octubre, creo recordar bien, del año
1999, estuvimos en Venecia con mi esposa y mi hija Nicoletta, en un bar nos
chocamos con dos insólitos personajes, ya envueltos por el vino ellos, y por
algunos Martinis yo; empezamos el recorrido de una odisea de recuerdos: ellos,
una pareja de anarquistas venecianos nos contaron lo que habían escuchado de
una amiga del gran poeta ruso… a nosotros nos quedó memorizar a plenitud lo
espléndido, y fantástico, recuerdo de algo real, que años después leímos en una
revista anárquica italiana. Lo que nos contaron fue, o al momento nos pareció
ser, el testimonio directo del poeta ya difunto. Venecia fue digna testigo de
que el realismo mágico es un artificio constante de una sana contaminación…
“Maldito el día
en que escribí la extrema voluntad de que mis restos mortales descansaran en la
isla de San Michele, en Venecia (2).
¿Cómo podría imaginar todas las vicisitudes que esta aparentemente inofensiva
aspiración me haría sufrir? Un ataque al corazón me detuvo mientras estaba en
mi departamento de Brooklyn (3), afuera una abundante nevada humillaba y
arrodillaba el frenesí inacabable de Nueva York.
Hubo un funeral americano, sencillo pero muy
conmovedor; una agencia funeraria se encargó
de las prácticas burocráticas, a la función religiosa y de la procesión
de autos necesarias para mover a los amigos que querían acompañarme, a lo que
todo el mundo creía que era mi último viaje terrestre. Mi esposa no quería que
me enterraran, ella dijo que no quería que los gusanos me comieran y así me
inhumaron en una especie de pared con todos los otros muertos puestos ahí, en
serie. Entonces, a la lectura del testamento, el deseo particular salió.
Venecia siempre había sido mi ciudad de elección y allí, había escrito por
escrito que quería descansar por la eternidad. Mi querida esposa, lo siento,
recontrató a la agencia funeraria y en poco tiempo me sacaron y me embarqué en
un avión que me llevó a Italia. El viaje no fue de los mejores. Ya los que se
encargaron de mi traslado en la aeronave, haciendo gestos irrefutables, me
flaquearon sin respeto; luego, a causa de los tirones de los huecos de aire, de
la evolución aérea o lo que sea, los tornillos que cerraban la tapa de mi ataúd
se aflojaron y así hice un viaje muy, pero muy movedizo que alteró la retención
exacta de mi ahora frágil estructura física. Aterrizando en Italia, el todo
siempre con poca consideración, alguien me reasentó y para ocultar los daños
que sufría, la tapa fue bien clavada en el ataúd. Del sucesivo paseo en auto no
puedo decir nada más que la perturbación ininterrumpida causada por la mala
música italiana, dictada a todo volumen por el conductor que escuchaba y peor
aún cantaba con una voz fuera de tono, además por los choques causados por
algunas frenadas bruscas y las curvas siempre tomadas demasiado rápidamente.
Finalmente llegué a Venecia. Allí me estaba mi esposa. Al día siguiente me
trasladaron a la isla de los muertos, la cual sin embargo pudimos alcanzar
solamente al final de la tarde, porque la “acqua
alta” excepcional no permitió el paso de los barcos bajo los puentes. Nos
acercamos a San Michele que estaba casi a oscuras; los sepultureros habían
excavado un profundo agujero rectangular, adyacente a otro ruso exiliado, el
empresario de ballet Sergej Djagilev creador del ballet ruso, y el poder hablar
con él, me estaba ilusionando, iba a enfrentar el vacío eterno que me esperaba.
¡De esa proximidad fui honrado pero, además, le habría sido un honor también
para él, por las casualidades que ofrece la vida, años atrás me habían asignado
el Premio Nobel de Literatura!
Ahora, si crees
que mi historia termina aquí, no puedes pensar en nada más equivocado. El
cementerio de Venecia está dividido en tres secciones o vallas: hay el
cristiano, el de los evangélicos y el de la Iglesia Ortodoxa griega, donde me
habían enterrado. No pasó mucho tiempo antes de que mi entierro en ese sector
diera a los aburridos sentimientos religiosos profunda indignación. Dijeron,
encontrando demasiados consentimientos, que en vida yo había sido evangélico y
por lo tanto les era ofensivo e intolerable que mis restos estuvieran en
compañía de sus ortodoxos muertos. A mí me pareció una gran erunda (4), pero ¿creen ustedes que me
escucharon? Mi opinión no fue tomada en cuenta. Una vez más me exhumaron y luego me trasladé a la zona
protestante, no lejos de Ezra Pound (5) y del embajador inglés Sir Ashley
Clarke. No estaba mal, la presencia de Pound se hizo odiosa e intolerable, pero
en ese lugar ciertas situaciones asumen otras perspectivas, al final yo fui
consciente en considerar que ahora todo estaba realmente preparado para el
merecido eterno descanso.
Comenzaron a
cavar mi tumba, pero después de haber bajado poco más de un metro, encontraron
un montón de huesos humanos, probablemente residuos de un hoyo común anterior. Pensaron que sería mejor enterrarme al ras de
la tierra... pero empezó a llover. Cayó un diluvio de proporciones bíblicas y
todo se empapó tanto que el ataúd fue rebotado del suelo y se fue flotando por
el pantanal. Me pareció que estaba en una góndola,
lanzado por las olas del Canal Grande,
viviendo una situación extremadamente
molesta. El cajón, que no fue diseñado para que soportara todo el alboroto
anterior, se abrió casi inmediatamente y, si estuviera vivo entonces, yo habría
sido capturado por un pánico mortal.
Cuando el sol volvió a brillar e iluminó todo ese desastre, yo estaba realmente
en pedazos, disgustado e incómodo. Fui restaurado de alguna manera y el lugar
de mi entierro fue redimido y reparado de nuevo. Para evitar otras
desagradables desaventuras, apoyaron sobre el ataúd una losa de mármol. Todavía
estoy allí y los estoy esperando…
P.D. Pueden venir
a visitarme, que me recuerdan me honra, pero dejen por favor de llevarme
piedras, fósforos y puros, lápices, bolígrafos y poemas románticos garabateados
en papel. Con todo eso no hago nada, prefiero pasar mi tiempo hablando de
fútbol y dopaje con “el Mago” Helenio Herrera Gavilán (6)”.
(1)
La
aventura de los restos del poeta ruso Josif A. Brodsky me fue contada por su
amiga Zinayida Serdyukova y por eso la agradezco mucho. Brodsky nació el 24 de
mayo de 1940 en Leningrado y desde muy joven comenzó a publicar poesía
clandestinamente. Su inconformidad atrajo la atención de la policía, de modo
que en 1964 fue juzgado por parasitismo
y sentenciado a los trabajos forzados. En 1972 fue liberado pero obligándolo a
la expatriación. Se estableció en los Estados Unidos donde trabajó como
profesor universitario. En 1987 recibió el Premio Nobel de Literatura. Murió en
Nueva York el 28 de enero de 1996 y, por su voluntad, está enterrado en el
cementerio de la isla de San Michele en Venecia.
(2)
El
cementerio de San Michele se encuentra en la isla del mismo nombre, no lejos de
Murano. Con el fin de respetar el edicto napoleónico de Saint Cloud del 1804,
que presumía enterrar a los muertos fuera de las murallas ciudadanas, dispuso
la concesión de la isla de San Cristóforo a la Comuna para que se construyera
el cementerio de Venecia. Muy pronto el espacio resultó insuficiente y se
decidió, entre 1835 y 1839, de unir esa isla a la cercana de San Michele.
(3)
Para
los emigrantes italianos, Brucculinu.
"Breukelen" era Brooklyn para los holandeses, los primeros en
colonizar New York, para los sicilianos eran simplemente brucculinu en Siculish.
(4)
Estupidez
en ruso.
(5)
Ezra
Pound nació en Hailey el 30 de octubre de 1885. Poeta y protagonista de muchos
movimientos culturales modernistas, en 1925 se acerca al fascismo
convirtiéndose en activo propagandista. Tiene más de 600 discursos en la radio
para apoyar la ideología autoritaria y racista de esa dictadura, de modo que
algunas de sus propuestas en el campo económico serán aceptadas por el gobierno
de la República Social Italiana a la que Pound adhirió. En 1945 fue capturado
por algunos partisanos y entregado a las autoridades estadounidenses. Durante
el proceso que siguió fue declarado enfermo de mente y solo en 1957 pudo viajar
a Venecia, donde murió el 1 de noviembre de 1972.
(6)
Helenio
Herrera, llamado el Mago, fue entrenador del Inter de Milán durante ocho años,
equipo con el cual conquista dos Copas de Europa, dos Copas Intercontinentales
y tres títulos de Liga. Falleció en Venecia el 9 de noviembre del 1997, sus
restos fueron enterrados en el cementerio de la isla de San Michele. Él y el Parón Nereo Rocco fueron los precursores
del famoso catenaccio, el método de
juego considerado conservador y sin espectáculo, el cual sin embargo hizo ganar
al Inter y al Milán muchos trofeos internacionales, y divertir miles de
aficionados.
Nota:… de esta
sana contaminación agradezco a Fabio Santin, que fue el fiel testigo y el mágico
cronista de esta maravillosa, increíble y funambulesca historia… como recitó un
poeta, Venecia es "inverosimile più
di ogni altra città", è un canto di sirene, l'ultima opportunità.
Octubre 2017
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