Eres como una obsesión en mi pensamiento. Tienes la virtualidad terrible
de sujetar el vuelo de mi voluntad, circunscribiéndolo al estrecho horizonte de
tu amor espurio, encendido, voluptuoso.
Cuando te siento palpitar junto a mí en las horas tumultuosas y exaltadas
del deseo, experimento la misma turbadora sensación del que camina junto a la
boca sonora de un abismo en el que necesariamente tendrá que perecer. Y llamo a
mi voluntad extinta y me responde solo el eco claro y sensual de tu voz,
que me persigue y acosa con refinada tenacidad y que se me clava al fin - todo vibrante,
como un dardo sutil recién disparado- en el desasosiego de la carne
atormentada.
Tengo miedo de ti. Pero en vano acudo a mi cerebro en busca de un
pretexto para abandonarte. Me matas y yo misma asisto a mi anulamiento
definitivo, sin que un gesto rebelde, reaccionario sacuda mi cordaje de
nervios. Con la infantil docilidad de un salvaje, rindo en ti culto a un amor
cuyo rito bárbaro necesita una víctima que ofrendar a la crueldad imposible de
sus dioses y soy yo misma quien se ofrece para ser retorcida y asfixiada
lentamente por las sierpes robustas de tus pasiones primitivas.
y así vivo, es decir, así muero ...
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Fotografía: Helene Vinaró/Catacumbas de París
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Fotografía: Helene Vinaró/Catacumbas de París
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