Llegamos junto a
Thomodr Helgason navegando por los oscuros ríos irlandeses.
A lo largo y
ancho del Shannon, desde el Lough Derg hasta el Lough Ree, viajaban junto a
nosotros el trueno, el dragón y la tormenta.
En la noche los
sueños se desplomaban sobre nosotros. Nosotros nos desplomábamos sobre los
muertos. Los muertos se desplomaban sobre nuestros dioses. Nuestros dioses se
desplomaban en el vacío.
Una madrugada,
entre la bruma del aliento de Heimdall, te vi en la orilla de ese lugar al que
llaman Limerick.
Ambos nos
quedamos parados por un instante y el cuervo voló sobre nuestras cabezas. El
barco siguió su curso. Esa mañana yo habría de morir en la batalla. Antes de
cerrar los ojos para navegar hacia Niflheim, pensé en ti y pedí a los dioses
para que te tuvieran piedad.
La oscuridad cayó
pesada sobre mis ojos. Mientras tanto el cielo era un sepulcro ensangrentado
que cubría a todos con un rumor de oscuros presagios.
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Imagen: De la
exhibición sobre los vikingos en el Denver Museum of Nature & Science
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