JORGE MUZAM
El sol de enero
amarillenta el musgo alrededor del estanque. Los patos se ventilan con las alas
abiertas. Las vacas se apelotonan bajo la sombra de un aromo negro.
El domingo parece
un día apropiado para pensar. Los otros días son para arañarse, machacar
piedras, ajedrecear convenciones, sonrisas de esqueleto. Pero el pensar
entristece, ensimisma. La manada se aleja. Algunos se voltean y te miran con
reprobación.
Distraigo mis horas en voyeurismos librescos, chismes de la historia, circunstancias anómalas, imprevistos como norma, recreos de la mente, drogas inútiles. Los circuitos de la lógica se entrecruzan y echan chispas.
Distraigo mis horas en voyeurismos librescos, chismes de la historia, circunstancias anómalas, imprevistos como norma, recreos de la mente, drogas inútiles. Los circuitos de la lógica se entrecruzan y echan chispas.
Me desgajo en
aporías como un borracho que se lanza desde un acantilado sin alas
certificadas. No hay soluciones a la vista, solo exploraciones sin catalejo ni
mapas chapuceros ni exactitudes satelitales. Voy donde las dimensiones se
diluyen, donde pasaron los beat de parranda sin siquiera percatarse. No hay
sendero, ni duendes escurridizos, ni siquiera una soga para suicidarse.
La nada no me
alegra, la esperanza es vaho matinal de estiércol. El paraíso de un intelectual
es frío y solitario, como el risco de un carnero que mastica nieve antes de
fenecer.
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De CUADERNOS DE
LA IRA (blog del autor), 26/09/2017
Imagen: Kazimir
Malevich
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