“Si me matas,
eso va a destruir tu vida. Siempre que cierres los ojos me verás. Voy a estar
en tus pesadillas todas las noches, toda tu vida. Yo la voy a arruinar.”
Paxton, hablando
en alemán, en la película “Hostel”.
Torture-Porn,
pero del pésimo. No hay otra palabra para definir la primera película de
Denisse Arancibia y Juan Pablo Richter.
Para comenzar,
discrepo totalmente con Arancibia cuando afirma que no fue intención de los
realizadores bautizar a “Casting” (2010) como “(...) la primera película
boliviana de terror” (¡su banderita fue esa desde el principio!), sino que
querían “poder experimentar y explorar las posibilidades del género en cuanto a
planos, colores y montaje” (www.aldeacultural.com). El problema de “Casting”
fue, de entrada, esa publicidad que creó una expectativa que, al final, no
mereció.
Pero ojo que
“Casting” comienza tan bien, que uno espera algo más contundente que un grupo
de amigos haciendo el ridículo. No puedo negar que los primeros veinte minutos
son los mejores de la película. Las actuaciones, dejando de lado los gritos de
Daniela Lema, son potentes, quizá lo único genuino de la película.
“Casting”
comienza con una serie de escenas dispersas que sirven como antecedente de lo
que será la película: un grupo de sopocachenses (o miraflorinos) se dedica a
preparar una película de terror; y las entrevistas a los realizadores levantan
las sospechas más significativas de lo que pasará. Se busca actriz, y por eso
se hace un casting; pero lo que no se sabe, es que este casting será la
película, o las películas, de hecho, porque después se descubre que estos
cineastas enfermos filman las torturas reales de estas jovencitas.
Es pues, la
conversación inicial que tienen estos muchachos con la protagonista, Daniela
Lema, la que crea y consolida algo de lo que querían hacer originalmente. Uno
espera que la película vaya por donde promete ir, pero todo es una ilusión.
¿Por qué? La
película se pierde en conversaciones informativas-pastiche: Descubrimos los
temores emocionales del camarógrafo, las intenciones oscuras de la torturadora,
los abismos posibles del torturador (un gran Bernardo Arancibia, quizá el mejor
actor de la cinta, después de Lema), para timarnos con un final de
“reivindicación femenina”. El espectador trata de comprender la estupidez de
los “malos” frente a la desesperación de la “buena”, y los bostezos, eso sí, no
tardan.
Hasta cierta
parte de la película uno espera algo fuera de lo normal, giros de tuerca que sí
sean verosímiles, revelaciones inesperadas o tropiezos de ritmo que valgan la
pena; pero no, no, no, no y no: tortura, liberación, redención y fin. Lugares
comunes. Y decepción.
Y es que
“Casting” fue una apuesta perdida. El Torture-Porn, ese género que se detiene
exactamente entre la tortura y los pezones, inició casi el año en que se
estrenó “Saw” (James Wan, 2004), y su intención primaria, al menos al
principio, no fue la de solo mostrar violencia gráfica y desesperación frente
al dolor, sino ir más allá: ¿Qué es el dolor? ¿Es humano el decidir sobre el
dolor de otro ser humano?; tomando como muestra la cinta más significativa de
este sub-género, “Hostel” (Eli Roth, 2005), el Torture-Porn no solo mostraba
violencia y sexo a chorros, sino también subtexto en el guión, actuación y
dirección: el miedo al otro, a la otra, la interculturalidad como infierno, el
guiño a Sartré, etc.
El miedo o terror
en “Casting” se limita a esos primeros y gloriosos veinte minutos, los mismos
que sepultan la película y la consolidan como un producto pretencioso y una
“mamada” real, porque ya lo dijo Stephen King una vez: “El último recurso para
asustar al lector se da a través de la aversión”; en otras palabras, si no
puedes crearle miedo, terror o dudas al lector (o espectador), asquéalo.
Y eso es lo que
hace “Casting”, asquear con un discurso pseudo-feminista a medias desde la boca
de la torturada, que termina en una venganza hollywoodense y por ende ridícula;
ni los de Troma lo hubiesen hecho “peor”.
Si hablamos de
discursos que sí valen la mención y que se dan en películas Torture-Porn, son
los de “High Tension”, de Alexandre Ajá y “Martyrs”, de Pascal Laugier (ambos
franceses, además de Alexandre Bustillo y Julien Maury, quienes hicieron la
poderosa “À l'intérieur”), pues no usaron la violencia para sobrecoger al
espectador, sino lo que se encontraba debajo de esa violencia; cosa específica
y clave que no hace, ni intentándolo, “Casting”.
Ahora bien, siempre
habrá el boliviano promedio, fan de Juan Carlos Valdivia, que se la pase
apoyando al cine nacional, y que diga: “Ustedes no saben el esfuerzo que se
hace pues, valoren aunque sea eso”. Algo así me respondió Leonel Fransezze
cuando le pregunté por qué sus musicales zonasureños no son “composiciones
originales”: El esfuerzo de los demás lo es todo.
Ese es el
problema de los realizadores (de los artistas) bolivianos (o migrantes
sudamericanos): creen que siendo hombres-orquesta la van a lograr; pero no, “Casting”
no tiene un guión coherente; lo intenta, pero tras los logros técnicos y de
montaje (que sí se notan), se siente la pestilencia de la caries en dirección y
guión.
Aprendan de Jorge
Sanjinés y lo que hizo con su equipo de trabajo en 1989, pues “La Nación
Clandestina” da mucho más miedo con su final sobrenatural que toda la intentona
fílmica de gente que piensa que tras un whitewashing clasemediero y gritos de
matadero, puede hacerse “terror”.
Como último
apunte, espero que “Las malcogidas” (la nueva película, esta vez “de humor”, de
Arancibia) no sea un intento por crear personajes más que contar una historia;
el tráiler se ve muy bien, bastante, comparado con su película de 2010.
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