CLAUDIO RODRÍGUEZ
MORALES
No saben cuánto
les agradezco la compañía. Más aún cuando la lavadora emite su sonido moderno
semejando una nave extraterrestre, mientras la familia hace sobremesa
provocando el choque de las tazas de té con los platillos, el tenedor raspando
la vajilla, el corte de un bistec nocturno con cebolla y ajo, la cerveza
cayendo espumosa dentro el vaso, la ensalada de tomate sopeada con pan, la
televisión encendida vuelta zumbido. Como si fuese yo mismo quien degustara lo
servido en la mesa, me detengo frente a la pandereta y pego mi oído sin que me
importe su dureza ni la pintura blanca sobre mi cara, intentando abarcar al
máximo el aroma salobre de la cocina del otro lado. Durante el verano, dejo la
ventana un poco más abierta para escuchar con claridad sus proyectos y
problemas, un canto que me permite alcanzar el sueño tranquilo y mantener
alejada la miseria. Mientras esté la luz encendida o sienta el murmullo de sus
voces, profundo será mi respiro, equilibrada permanecerá mi alma y las ramas
del árbol parecerán haberse detenido justo frente a mis ojos.
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De EVOLUCIÓN DE
LA ESPECIE (blog del autor), 07/03/2017
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