JORGE MUZAM
La ola polar me
atacó con fuerza, como un joven ciprés botado de raíz con un soplo de escarcha.
Hoy soy solo una mente en formol, al estilo Futurama. Explotar sería suicida y
esta fuera de mis protocolos de perduración. Quiero avanzar en La
marcha Radetzky. Lo empezamos ayer tarde, mientras el viento de junio
barría las últimas hojas de encino. Trotta no es distinto a los otros
personajes de Joseph Roth. Vive en un mundo hostil, que muta a cada instante,
que desconoce: "Sentíase como condenado de por vida a avanzar sobre un
suelo resbaladizo metido en unas botas que no eran las suyas, perseguido por el
secreteo de los demás y siempre recibido con recelo. Su abuelo había sido un
aldeano con poca tierra, y su padre, suboficial de cuentas y más tarde gendarme
en los territorios fronterizos del sur del reino. Desde que había perdido un
ojo en un enfrentamiento con contrabandistas bosnios vivía como inválido del
ejército y guardián del parque del palacio de Laxenburg, daba de comer a los
cisnes, recortaba los setos, en primavera protegía los codesos de los ladrones,
más tarde los saúcos, y en las noches tibias ahuyentaba a los enamorados, que
no tenían dónde ir, de los oscuros y acogedores bancos".
Me levanto a
darle de comer a los perros. Se muestran tan alegres como hambrientos. El frío
los consume, los enflaquece, les agota las baterías con que le ladran a las
sombras.
Tuesto un pan en
la cocinilla. No tengo hambre. Lorena lo toma para ella. Calienta una leche. Le
agrega café. Sube mi fiebre y mi ansiedad por tener tantos libros inéditos. El
tiempo pasa y nada se resuelve. Pero a un escritor no le corresponde publicar
sus libros. Basta con que los escriba. Creo que fueron palabras de Borges. Lo
leí anoche, en voz alta, con la chimenea a full. La madrugada fue un manto de
niebla espesa, ventanales humedecidos y ciruelos desnudos como espantacucos en
disolución. Se trataba del prólogo de una antología de cuentos de 1933. Borges
imponía a Chesterton en primera fila. Cuento policial sobre un asesinato sin
motivo económico aparente, con espejos distractores y sombras de pavos reales.
Una cena con distinguidos comensales curtidos en el arte de eludir
responsabilidades. Se nos acabó la leña y nos quedamos a medio camino, sin
saber la solución del entuerto.
No encuentro el
archivo de Chesterton. Tengo el computador equivocado. Nuevamente viento polar.
Estrellas fulgurantes. Camionetas raudas. Hierve la tetera negra. Mate gastado.
Mi holograma en la ventana. Espíritu contra espíritu. Ramajes que golpean el
techo. Fiebre en ascenso. Delirio joyceano, archivos sin nombres, Calvert
Casey por accidente:"Pensé en los inmensos osarios del mundo que se
convierten en polvo que el aire dispersa y nosotros respiramos, y pensé en el 4
de mayo de 1894 y en un día del 328 a.C. y en todos los millones de seres
humanos que vivían en ese momento y hacían el amor y desfloraban vírgenes y apuñalaban
a un hermano y se masturbaban y comían miel y se iban a guerras, y de cuyas
vidas no queda nada, nada, nada..."
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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 16/06/2016
Gracias, querido amigo.
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