GSÚS BONILLA
La vez primera
que comes flores eléctricas (Acmella oleracea) constatas el poder analgésico
del genio que rige y ordena todas las cosas creadas. Es como un dios galvánico,
sin embargo, tiene aspecto de margarita desolada. Nada del otro globo. El
adormecimiento se produce cuando la quijada hace el trabajo que tiene que
hacer, el que le ha tocado en suerte en el reparto de su creación. Hay un sabor
metálico en todo este asunto, y se te parte el corazón si recuerdas la última
vez que has visitado el reino de un dentista. Si el mundo encajara también,
adentro de una boca, aminoraría el dolor de dientes. Los molares, en verdad,
molarían un poco más y todo sería más agradable y estupendo. Sigue siendo un
asunto duro, este. Pero si nunca has visto en cueros vivos a un niño de color
verde, jamás podrás hacerte a la idea de los surcos que deja en la piel las
dentelladas del relato de su existencia. Alguien morirá y no sabes cuándo o
puede que, quizá, nunca lo haga. Aunque ya la nada volverá a ser lo mismo. Por
si no lo sabías, el acero es cinco veces más endeble que un hueso.
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