PABLO CEREZAL
Te has acercado a
mí mientras leía las noticias en la pantalla del ordenador. Me has derramado en
el cuello el tintero en que tus labios mojan sus mejores versos. Saliva azul
tatuando meandros en mi pecho. Al instante, sin previo aviso, has marchado a
hacer no sé qué cosa. Contrariado, he regresado a las noticias. Mal escritas,
alevosas, cicateras, dañinas. He decidido liarme un cigarro. El paquete de
papel de fumar avisa, en su lomo: flying paper, papel volando
-según me explica el traductor de Google-. Pues vaya, si lo sé no
acudo a Google, que a esa conclusión me permite llegar mi
desnivelado nivel de inglés. Liado el cigarro le he aplicado el soplo azul de una
llama. De fósforo, que queda muy Bogart abandonado por la
mujer que ama. Y es que así me siento, pero con menos estilo que Bogart. Al
aplicar una profunda calada al cigarro se ha desprendido un escueto pedazo de
papel, a media combustión, que ha ejecutado promiscua danza, a lo Nijinsky,
en la atmósfera célibe del cuarto en que trabajo, tornando a cada momento más oscuro
y leve, con sus piruetas de acróbata microscópico.
Al entrar tú, de
nuevo, en la habitación, el flying paper ha decidido
suicidarse, desde las alturas de una gravedad equívoca, contra el piso vertical
de tu axila derecha. Allí, ha regalado opacidad a una gota de sudor que te
buscaba las cosquillas. Mi lengua la ha exiliado de tu cuerpo, y mi paladar se
ha envenenado de ceniza y deseo. Pero ha vencido la ceniza. Tú, de nuevo, has
abandonado la estancia, marchando a hacer no sé qué otra cosa.
Entre masturbarme
o seguir fumando, en esta ocasión, he elegido lo segundo, y seguir leyendo las
noticias. Una, la más pequeña, la menos grandilocuente, ha reclamado mi
atención: han descubierto que un español desaparecido hace 17 años vivía como
ermitaño en una tienda de campaña situada en los alrededores de un pueblecito
de la Toscana. Como aún te siento cerca pienso que es normal que el
desaparecido se hubiese exiliado en la Toscana, que tiene nombre hembra y
espigas de vello púbico surcándole los campos. Aunque la realidad, imagino, ha
de ser más prosaica. Tal vez el citado español que quiso desaparecerse, fuese
una suerte de Nostradamus ibérico. Seguro que, hace 17 años,
ya pudo augurar a esta sociedad, leyendo las noticias, un futuro más negro que
la ceniza del cigarro que consumo. Creo que por aquel entonces los teléfonos
móviles no incorporaban GPS, y si lo hacían eran los demasiado
caros, los que hoy, igual de caros -o más- han democratizado la idiocia del
gasto banal y superfluo. Pero puedo asegurar, sin miedo a equivocarme, que
nuestro Nostradamus patrio no disponía de ese tipo de aparatos. Así pudo
marchar, libre y anónimo, para olvidar un mundo que ya no le necesitaba.
Huyó,
desapareció, voló como lo hacen las noticias en pugna con la fugacidad de los
días, como el flying paper con que me lío estos cigarros que saben a madrugada
y fracaso. Pero los periódicos, hoy, carentes de profesionales comprometidos y
sobrantes de intereses económicos, han de rellenar los huecos que dejan las
bajas de las guerras del hambre, como bocas cariadas de niños que a nadie
interesan salvo a sus padres muertos bajo los bombardeos de los daños
colaterales, como casas que perdieron su familia en la guerra de las hipotecas
dejándose extramuros la palabra hogar, como nóminas que perdieron sus cifras de
pan de ayer para mejor amasar las hogazas de diseño integral de los potentados,
como políticos que perdieron la razón desde el primer instante en que juraron
poseerla como poseían el deseo inalienable de servir al pueblo, los periódicos,
digo, a falta de informar, no vaya a ser que sus escasos lectores alcancen a
comprender en qué mundo viven, han de rellenar los huecos con noticias que a
nadie importan salvo, quizás, a mí, que le deseo al Nostradamus español la
mejor de las suertes: que no le sigan buscando (parece que huyó, de nuevo, una
vez descubierto), que le dejen recorrer la Toscana en libertad, como yo
recorrería esta noche tu cuerpo si me dejasen. Si me dejases, pero es que
siempre tienes cosas que hacer, y descubro que no has besado mi cuello, y que
la axila que he lamido hace apenas unos instantes, era la que fulguraba en la
pantalla del ordenador, anunciando un nuevo desodorante e impidiéndome la
lectura de las noticias. Me refiero, ya saben, a esos pop-ups que
amenazan con devorar el presente, esos anuncios que ocupan toda la pantalla y
son hoy, ahora, ya, única noticia del pensamiento único: compra, si no quieres
quedarte atrás o, en el mejor de los casos, flotando cual flying paper de
cigarro a medio consumir.
Pienso en ese
español clarividente, autoexiliado en los campos de la Toscana, y me da gana de
abandonar las noticias y exiliarme en tu recuerdo, recorriendo mi piel con
estos dedos que ya apenas sirven para merodear palabras, o para sostener
cigarros a los que se les vuela el papel. Y es que hay noches en que hasta los
objetos inanimados le rehúyen a uno.
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De INMEDIACIONES, 18/01/2018
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