Por más que el
entusiasmo se apodere de varias personas de mi entorno quienes, a su vez, se
indignan, comparten memes y organizan marchas, considero necesario un poco,
sólo un poco, de análisis sobre lo que pasa en política boliviana. Digamos que
si a alguien se le ocurre mostrarnos los resultados de datos sobre popularidad
de ciertos actores políticos en Bolivia o el estado de situación del campo
político boliviano, hoy, los resultados dirían lo siguiente:
a) Datos de IPSOS para RTP revelaban en
los meses anteriores que la oposición en la Asamblea Legislativa y los líderes
de los partidos políticos opositores tenían una popularidad muy baja. En las
ciudades del eje central, donde se incluye El Alto, la desaprobación rondaba el
60%. Aunque, esto ayudaba a diferenciar varios tipos de oposición: los alcaldes
en La Paz o Cochabamba, y el Gobernador de Santa Cruz (en menor medida, el
Gobernador de La Paz) gozaban de una popularidad totalmente distinta de los
opositores en la Asamblea Legislativa. Sin embargo, quizás con la excepción del
alcalde paceño, es muy probable que estos porcentajes permanezcan
inalterados o aún más bajos. Para los opositores en la Asamblea, los conflictos
revelaron su incapacidad de interpelación; para los opositores regionales, los
movimientos ciudadanos revelaron su poca capacidad de articulación. En ambos
casos, los movimientos ciudadanos revelaron a muchos políticos que trataban de
apropiarse de convocatorias ajenas, como si buscaran apropiarse del trabajo
ajeno.
b) Es como una verdad compartida,
aunque poco discutida, que hay alguien detrás de algunas movilizaciones, que
incomoda, que difunde información falsa y que articula a otros sectores que, en
principio, tienen poco que ver con el conflicto. No quiere decir que el
Transporte Pesado hable con Donald Trump o que COMCIPO toma café con Mauricio
Macri (en BoliviaTV dirían que la embajada de Estados Unidos está detrás de
todo).Quiere decir que, por ejemplo, entre las movilizaciones de Kuña Mbarete y
los médicos bolivianos, se fueron desarrollando ciertos conceptos que
convocaban a más población, que si bien las posiciones enfrentadas parten de
poca disponibilidad de información en el conflicto, se articulan de cualquier
manera. En el primer caso, que para mayor convocatoria es mejor dejar de lado
cuestiones más “ideológicas” (porque no es cierto que Kuña Mbarete es un
movimiento feminista, sino uno de mujeres que se indignan por cuestiones
autoritarias, que marchan por la democracia) y en el segundo, como secuencia de
lo anterior, que la indignación es una cuestión casi generalizada: los médicos
son, seguramente, uno de los sectores menos politizados en el campo político
boliviano, lo que convocaba es que a pesar de su vocación de servicio y de
tantos años de estudio, “ellos también” deban salir en protesta. No desmerezco
su lucha, pero es sabido que en medio de ambos conflictos, la información falsa
y la desinformación abundaban. Todos hemos recibido mensajes de whatsapp con
teorías de conspiración, y todos hemos visto cómo se difamaban a ciertas
personas en cualquiera de los bandos (aunque, cabe decir, todos nos hemos
enterado del pasado de ciertas personas).
c) Menos partidos, más movimientos
ciudadanos. A lo que nos han conducido estos meses es a mayor control
ciudadano. La información falsa y la desinformación, han creado un mayor
sentimiento de desconfianza en los medios de comunicación pero también en la
política boliviana y el presidente Morales. Uno podrá decir que los meses que
vienen van a ser “difíciles” por la “polarización”, lo que es una lectura
plana: lo que será difícil es vivir con la atomización de la sociedad, muchos
puntos de control ciudadano que no van a terminar de condensarse en un
referente político, lo que beneficia a los partidos grandes (un electorado
fragmentado beneficia a aquellos partidos que por capacidad de movilización
cuentan con un núcleo duro de votantes, en el MAS son los movimientos sociales,
para Costas es la clase media cruceña y los sectores conservadores) y
perjudica al sistema político porque los vínculos entre ciudadanía y partidos
se ven debilitados.
d) Y no obstante, el voto por el MAS
tiende a la baja. Quizás por el paso natural del tiempo o por el manejo de los
conflictos, está bastante claro que la retórica del partido tiene cada vez
menos “agarre”. Aunque Jaime Paz Zamora no es de mi agrado, en la presentación
de un libro sobre su partido, el MIR y como buen orador, él convocaba al
público a pensar en cómo se renovaría el MAS en los próximos años. Muchos no
encontramos respuesta.
Según un estudio
publicado en Página Siete en 2017, escrito por Rafael López, desde las
elecciones en 2014 que el MAS va perdiendo votos en lugares clave (Potosí, La
Paz, Chapare y Argentina), la tendencia es a la baja. Y eso se agrava con los
casos de corrupción en varias gobernaciones regionales (alguien piense en Lino
Condori en Tarija, o Esteban Urquizu en Chuquisaca, gobernaciones apenas
ganadas y luego “rifadas” por personajes funestos). Por esto, ¿hay una
posibilidad de renovación o innovación en el MAS?
e) ¿Qué opciones políticas se
vislumbran a 1 año de elecciones? ¿Qué podría articularse hasta 2019? Una
oposición unida con poco respaldo, frente a una sociedad atomizada y mayor
control ciudadano frente a la política (¿donde está Carlos Mesa, por cierto?).
f) Con pocas excepciones, abundan los
analistas políticos incendiarios y los medios de comunicación poco
responsables. Es una sensación general que el conflicto de los médicos parece
“inflado”, aunque esto no quite que por regla general, un Código Penal aumente
el poder del Estado y refuerce su carácter punitivo. Están entonces los que
“incendian” y los que “justifican”, y el gran ausente es el debate. Pasados 40
días de conflicto, muchos entes analizan el código penal (colegios de abogados,
entre ellos). En otras palabras, un conocimiento “real” de lo que se discute,
aparecerá finalmente en Carnaval.
En suma, sí
vienen tiempos oscuros. Esto requiere de mayor responsabilidad ciudadana. No
dudamos, por esto, en exigirle más responsabilidad a nuestros representantes
pero también a los medios de comunicación y a los analistas políticos, como a
cualquiera que se atribuya hablar en nombre de nosotros.
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De INMEDIACIONES, 10/01/2018
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