Wednesday, January 24, 2018

Nicanor

FESAL CHAÍN

Yo tenía 15 años, era el año 1981 y era un niño joven muy nerudiano que venía de Temuco. En la casa de mi padre y de mi madre había tres libros de poesía: las obras completas de Neruda en su primer tomo, uno de Antonio Machado y otro de Nicolás Guillén. Una tarde cualquiera visité a un amigo que vivía a algunas cuadras de mi casa. Encima de su cama desplegado, había un libro enorme de tapas de cuerina, la Obra Gruesa de Parra, primera edición, con fotos de Sergio Larraín. Fui muchas veces con la excusa de conversar con mi amigo, pero en realidad iba a escudriñar lo que me parecía una extraña criatura de palabras. Finalmente le pedí prestado el ejemplar que abracé hasta llegar a mi casa. Lo tuve unos días en mi pieza. Lo investigaba de noche hasta muy tarde, incluso con linterna. Desde esa Obra Gruesa y como un descubrimiento esencial, supe que al fin podía escribir lo que quisiese y como quisiese y no desde unas reglas implícitas que yo suponía existían como una camisa de fuerza. Mi alegría fue desbordante. Entonces comencé con pasión a construir una voz propia, porque era posible, porque había un poeta que lo estaba haciendo y se reía a carcajadas desde su montaña rusa. Han pasado treintaisiete años y no he parado hasta hoy. Eso fue Parra para mí.


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De POESÍA PARA ALENTAR CORAJE (blog del autor)


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