Hay un
cráneo que está en las manos de un cazador. Es un cráneo de jaguar que tiene
todos los dientes en su lugar, menos los cuatro colmillos con los que el felino
de América hundía en el cuello de sus presas hasta antes de que Jesús le
dispare con su escopeta vieja en las profundidades de la Amazonia boliviana. El
¡bang bang! alteró la música del bosque y los pájaros huyeron en estampida de
las ramas de los gigantes almendros. Un silencio enorme reinó tras que
enmudeció el arma de fuego y el animal se desplomó con una mancha roja en el
pecho.
- Al tigre
hay que apuntarle en el corazón para dejarlo seco, dice el cazador, pavoneando
su puntería.
Jesús, al
igual que muchos otros cazadores de las selvas bolivianas, al jaguar no lo
conoce como jaguar. Le dice tigre y es un tigre el que ha matado en la espesura
del bosque que él conoce al dedillo.
Jesús
asegura que lo mató hace tres meses porque el tigre lo estaba por atacar, que
lo tumbó a balazos a 30 metros de distancia. Pero también dice que lo volvería
a hacer porque dos ciudadanos chinos lo visitaron en su casa del Sena
(departamento de Pando de Bolivia) para ‘abrirle los ojos’ y para ofrecerle 215
dólares por colmillo. También dice que él se los vendió a manos llenas porque
nunca había visto tanto dinero junto, que se sorprendió de que alguien le pague
por unos colmillos que para él no valían nada.
En el Sena,
un rincón norte de Bolivia, en esa población de casas de madera cuyos primeros
habitantes de origen tacana, cavineño, araona y ese’ ejja empezaron a construir
a comienzos del siglo pasado, en esa su vivienda modesta que levantó con sus
manos a dos cuadras de la iglesia y a media de un karaoke que se llama
Calamina, ahí donde ahora está agarrando el cráneo del tigre que él mató,
Jesús desconoce las leyes bolivianas que sancionan con cárcel de hasta seis
años a quien cace animales silvestres en estado de vulneración como, según
lo asegura El libro rojo de la fauna silvestre de los vertebrados de
Bolivia (edición 2009) se encuentra el jaguar que habita en
tierras bolivianas.
Jesús
también desconoce que el precio de los colmillos del felino, al igual que la
cocaína boliviana, se eleva 10 veces más en los mercados de China y que la caza
ilegal de jaguares es el nuevo y actual gran enemigo mortal de este animal, que
vive en los bosques de la región chaqueña, en las de tierras bajas y en la
amazonia del norte boliviano, lugares históricos donde los jaguares lucharon
por su existencia, escapando durante décadas a las balas enemigas que los
mataba para arrancarles la piel, cotizada por los mercados de la moda
internacional, y por un incremento de las áreas agrícolas, forestales y
ganaderas que avanzan a pasos de gigante, dejando al jaguar con menos territorio,
destrozando su hábitat, obligándolo a salir a las haciendas en busca del
ganado, arrastrado por el hambre que la ley de la selva herida ya no lo puede
saciar.
Pero ahora
el enemigo mayor es otro, y hasta el 2014 el tráfico de sus colmillos era un
fantasma silencioso que deambulaba por poblaciones de Santa Cruz, de Beni, de
La Paz y de Pando, cercanas a selvas y parques naturales donde mora; el
jaguar está siendo perseguido por traficantes chinos, en coordinación con
bolivianos, para matar al animal, para que se le arranquen sus colmillos, y sus
garras y testículos, que en el mercado chino se cotizan a precio de oro,
ante la fama de que supuestamente aumenta la potencia sexual de los hombres y
cura enfermedades que la medicina científica no puede aliviar.
Los
colmillos también son apetecidos por el mercado de las vanidades. En China, y
en otros países asiáticos, hay quienes ostentan un colmillo en su cuello como
símbolo de estatus, fuerza y poder. Todo eso lo saben varias autoridades de
Gobierno y ecológicas del país.
La
presencia en Bolivia de traficantes que incentivan la matanza de jaguares y de
un creciente mercado chino que atiza el tráfico de partes del felino ya no son
un secreto para el Viceministerio de Medioambiente y Agua, para la Dirección de
Biodiversidad y Áreas Protegidas, para los pocos policías forestales, para la
Empresa de Correos de Bolivia (Ecobol), para los directores de algunos parques
naturales ni para uno que otro funcionario municipal de comunidades asentadas a
lo largo y ancho de la ruta del tráfico de colmillos, que tiene su epicentro
desde Trinidad, la capital beniana, hasta el municipio del Sena, en Pando.
Todo un
contingente de instituciones y autoridades que han hecho hallazgos
sorprendentes y preocupantes. Desde el 2013 hasta el 2016, la Dirección de
Biodiversidad, con el apoyo de la Policías Forestal y Ecobol, se incautó
de un total de 380 colmillos, lo que pone en evidencia la muerte de 95
jaguares, una prueba que detectó el tráfico de colmillos, cuyas operaciones
tomaron como lugares estratégicos Rurrenabaque, San Borja, Santa Rosa y Reyes
en Beni, y los aeropuertos de Santa Cruz y La Paz como puertas de salida
hacia los ansiosos mercados de China, donde, a decir de Rodrigo Herrera,
especialista en normas de vida silvestre de la Dirección de Biodiversidad, por
cuatro colmillos del jaguar, sus 10 garras, su piel y sus genitales un
ciudadano chino paga por todo ello entre 2000 y 3000 dólares en Bolivia, en el
mercado asiático lo vende en 20 000 dólares. Esta ganancia sustanciosa, dentro
del oscuro negocio de la ilegalidad, es comparable con el tráfico de cocaína,
que en Bolivia el kilo cuesta en promedio 2.500 dólares y que en el mercado
internacional se dispara a 25 000 dólares.
Declaratoria
de guerra
Hay una
mujer que comanda una cruzada para sancionar y luchar contra los traficantes
que incentivan la muerte de los jaguares. Teresa Pérez, directora de Biodiversidad
y Áreas Protegidas, empezó su guerra el 2014 de una manera puntual: hizo
seguimiento a ciudadanos chinos porque sus investigaciones le revelaban que
eran chinos los que encabezaban la ilegal actividad.
Una guerra
con varias batallas libradas. En el camino encontró muchas cosas: realizó el
allanamiento al domicilio de un ciudadano chino en el turístico pueblo de
Rurrenabaque (Beni) y cree que con ello obtuvo uno de los hilos conductores del
tráfico de colmillo de jaguar. Pero también lamenta que se topó con algo
muy duro, no contar con el apoyo de la justicia, cuyos jueces y fiscales
hicieron desaparecer muchas pruebas que incriminaban a los investigados.
Rodrigo
Herrera, que trabaja junto con Teresa Pérez, recuerda que la computadora y el
material gráfico que se le incautó al ciudadano chino en Rurrenabaque ha
desaparecido, dejando así dudas del proceder del sistema judicial, o por lo
menos de la cadena de custodia de esos materiales.
- “Nosotros
tenemos una copia que extrañamente nos fue impedida de mostrar en el tribunal
que seguía el caso”, lamenta.
A pesar de
eso, el Ministerio de Medio Ambiente y Agua instauró 14 procesos penales en
contra de ocho súbditos chinos y de dos bolivianos, a quienes se les sorprendió
con piezas del felino en su poder o que habían depositado en Correos de
Bolivia sobres o encomiendas a través de los cuales intentaban enviar a China
los colmillos de jaguar.
Los
procesos penales se están llevando también contra una boliviana que a través de
una red social incentivaba la muerte, al igual que a dos emisoras, una de Reyes
y otra de San Borja (Beni), por promover, a través de la difusión de mensajes,
la venta de partes de animales silvestres y por emitir propagandas donde se
ofrecía dinero por la compra de “colmillos de tigre”.
Las
leyes cantan
Todos los
procesos se amparan en las normas legales, la Ley 1333 de Medio Ambiente y en
el artículo 223 de la Constitución Política del Estado, el Gobierno las está
difundiendo con mayor fuerza desde el 2013, tras el descubrimiento de que los
jaguares estaban siendo cazados para que se les arranquen los colmillos, las
garras y hasta la piel.
Los
primeros indicios empezaron a llegar a través de hallazgos que ponían en
evidencia la trama mortal: papeles prendidos en paredes y postes de poblaciones
cercanas a reservas naturales de la amazonia, avisos de compra que comunicaban
a la población y a las comunidades campesinas e indígenas que se estaban
comprando colmillos de tigre en buenas condiciones y a buen precio. A través de
esos mensajes invitaban a las personas interesadas a acudir a un alojamiento
para concretar el negocio.
En radios
de Rurrenabaque y de San Borja, del departamento de Beni, se difundieron
anuncios similares que fueron captados por la Dirección de Biodiversidad y,
ante ello, se decidió tomar medidas inmediatas: procesar a los propietarios del
medio de comunicación por apología del delito. Así, el 11 de diciembre de
2014 se inició un proceso contra la radio Eco del municipio de Reyes y el 20 de
septiembre de este año se formalizó la denuncia contra la radio La voz del
campesino, de San Borja, en ambos casos por difundir mensajes donde se
ofrecía dinero por la compra de colmillos de jaguar.
En la radio
La Voz del campesino, a media cuadra de la plaza principal de San Borja, Erwin
Escalante responsable de prensa de la emisora, asegura que es conocedor de las
leyes que protegen a los animales y que es cierto que una mañana una persona
llegó para solicitar que le difundan un comunicado que incentivaba la matanza
del jaguar.
-Pero
nosotros no emitimos ese texto. Me llama la atención grandemente por el juicio
y me preocupa esta situación, dice, sin esconder que en San Borja y alrededores
“es normal que se comercialicen los colmillos del tigre, entre otros animales
silvestres”.
Las
piezas de los traficantes
Incentivar
la matanza del jaguar a través de emisoras locales es solo una parte de la
trama. En esta red de tráfico existen los compradores pequeños o minoristas que
se dedicaban a recorrer los poblados y comunidades rurales preguntando si
“alguien tiene colmillos de tigres”, tentando con dinero a quien levante la
mano.
Marcos
Uzquiano está en su oficina como director interino del Parque Nacional Madidi,
en San Buenaventura, población del departamento de La Paz, tendida a un costado
del río Beni y al frente de la beniana Rurrenabaque. Desde ahí, Uzquiano
recuerda que una vez él hizo seguimiento a una mujer de San Borja que se
dedicaba a la compra de colmillos y que mantenía vínculos con ciudadanos
chinos. La siguió por varios pueblos, hasta que la hizo detener en flagrancia
en la terminal de Ixiamas (La Paz). La puso frente a un fiscal donde ella
admitió que tenía colmillos en su poder.
- “Sacó
cinco unidades y los puso en la mesa. El fiscal me preguntaba cuál era el
delito por portar colmillos de un animal. Senté la acusación formal pero antes
de las 24 horas la dejó en libertad y le devolvió su teléfono donde tenía fotos
de cráneos y de colmillos que enviaba a un ciudadano chino que, según ella,
trabaja en una de las empresas que está construyendo un tramo de la carretera
San Ignacio-El Sena”.
Las
autoridades de la Dirección de Biodiversidad han negado la posibilidad de que
los chinos que trafican con colmillos de jaguar estén relacionados con las
empresas que están construyendo los tramos carreteros y los puentes entre
Trinidad y poblaciones de Pando. Pero varios testimonios recogidos en el
trayecto, tanto de cazadores como de dirigentes indígenas y campesinos de Santa
Cruz, Beni y Pando, coinciden en que la demanda por los colmillos apareció con
fuerza desde que las compañías chinas empezaron a llegar a la zona.
A esta
afirmación se suma la bióloga y especialista en conservación y manejo de vida
silvestre Ángela Núñez, que lanzó la alarma a medios extranjeros asegurando que
debido a los crecientes vínculos comerciales entre Bolivia y China llegaron al
país un gran número de ciudadanos chinos que fomentan la caza ilegal del jaguar
y crean redes de tráfico ilegal.
Preocupación
internacional
La bióloga
dijo a BBC Mundo que comenzó a notar el problema cuando trabajaba en la
Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas del Ministerio de Medio
Ambiente. Tras dejar esa entidad, en 2015, se dedicó de lleno a tratar de
frenar este tráfico ilegal.
Núñez
estima que hasta ahora se han matado 140 jaguares como consecuencia de la
demanda del mercado chino y que el problema es más evidente en el Parque
Nacional Madidi.
Las
evidencias con las que sustenta su afirmación son el hallazgo de 300 piezas, en
16 envíos, decomisadas por el correo boliviano desde 2014. En todos los casos,
los paquetes tenían como destino China y 14 fueron enviados por ciudadanos
chinos que trabajan en Bolivia.
En el
campamento de una empresa que construye un tramo carretero, un trabajador chino
accedió a referirse a este tema.
- “Ya no
compramos, hace muchos años. Creo que hace tres años unos pocos chinos, pero
ahora ya no, está prohibido. Medioambiente nos ha dicho que no podemos comprar,
que es grave. Ya no”.
Un
boliviano que también estaba en el campamento y que dijo trabajar para la
empresa, salió a defender a los ciudadanos chinos que trabajan en la carretera.
-“Más bien
son los cazadores los que han venido a ofrecerles, pero ellos no compran porque
Medioambiente no deja porque está prohibido”.
Rubén
Laime, director de Medioambiente del municipio de Riberalta, organizada ferias
para hacer conocer la importancia de la fauna silvestre de la Amazonía.
-”Se hacen
talleres, charlas con colegios, spots publicitarios y se dan a conocer las
normativas sobre la cacería de animales silvestres”, explica.
Laime habla
de la cacería en general: de chanchos troperos y venados, de lagartos y de
monos, de serpientes y de tortugas para venderlos en el mercado de Riberalta.
Sobre los jaguares, sabía que años antes los mataban solo para arrancarles la
piel. Hace poco tiempo se enteró por las redes sociales que ahora los cazan
para quitarles los colmillos, que son cotizados en China.
Laime se
siente con las manos atadas, un llanero solitario que poco puede hacer por la
caza furtiva. Su gran pena es que en ningún pueblo alrededor de la selva
existen policías forestales a los que pueda acudir para realizar operativos. Ha
intentado trabajar con la intendencia y la guardia civil, pero ha sido muy poco
lo que se ha podido hacer.
Pocos
policías
Laime no
miente. Los policías forestales no se ven por el horizonte. Los únicos que
existen están a cientos de kilómetros de Riberalta, en Trinidad, la capital de
Beni. Y ahí cada vez son menos. De los cinco uniformados que se dedicaban
exclusivamente a combatir el tráfico de vida silvestre, solo quedan dos. Dos
policías para un territorio extenso, carente de vías de transporte y que está
sometido ahora a traficantes que han visto en los colmillos del jaguar una
forma creciente y rentable de hacer dinero.
Pero en
otros pueblos, en otros rincones, donde también se les necesita, como en San
Borja y en San Ignacio, en Rurrenabaque y en San Buenaventura, en Reyes y en
Santa Rosa, en el Yata y en el Sena - que son las puertas por donde se entra a
las guaridas del jaguar, a uno de los territorios ancestrales del gran felino
de América- a las autoridades encargadas de ayudar a velar por la vida de
los animales silvestres nadie las ha visto poner un pie en el último tiempo.
Para el
1.098.581 km² de superficie del territorio nacional solo hay 50 policías
encargados de resguardar la vida silvestre. No están asignados a provincias,
sino solo en las ciudades capitales de los nueve departamentos, confirmó el
director de la Policía Forestal y de Medioambiente de La Paz, Wálter Andrade
Sanjinés.
Fortunato
Pachacopa, responsable de Medioambiente del municipio de Rurrenabaque, es un
hombre informado y también la pasa mal por la ausencia de policías forestales.
Él sabe que la Ley 1333 le permite luchar contra el tráfico de animales
silvestres y de la venta de sus partes.
Pero solo
con una norma jurídica no es posible cambiar el mundo y a Fortunato tampoco le
ha servido para hacer su trabajo. Fue un domingo del año pasado cuando intentó
decomisar varias partes de animales y artículos artesanales que se vendían en
una feria.
-Casi me
linchan, es grave la cosa, la gente vive de eso, traen carne de tatú, de
animales silvestres. Encontré billeteras de jaguar y cinturones de lagarto,
carne de tatú y de chancho montés. No encontré colmillos de tigre porque sé que
ahora los exportan. Quise explicarles que la ley lo impide, pero por poco y me
pegan. Tuve que retirarme; qué iba a hacer. Ellos son hartos y hasta están
organizados en asociaciones.
Su voz, la
voz de Fortunato, es calmada, pero sus brazos refuerzan sus intenciones. Cuando
habla hace ademanes como si estuviera por levantarse para ir a buscar a los
traficantes.
La voz
de un acusado chino
Fortunato
Pachacopa también está informado que el Ministerio de Medio Ambiente le sigue
un proceso judicial a un ciudadano chino, al que se le acusa de comprar
colmillos a cazadores.
-Dicen que
traficaba con partes de animal. Me enteré cuando llegaron los del Ministerio de
Medio Ambiente el 17 de noviembre (del 2017).
Jabín. Así
llaman al ciudadano chino que está en líos con la justicia. En Rurrenabaque, de
Jabín se dice de todo. Se dicen cosas malas y buenas. De las malas, que es un
hombre que vivía del negocio del tráfico de colmillos de tigre, que incentivaba
la matanza del felino, que les ofrecía buena plata a los cazadores, a los
campesinos que viven en las puertas del Madidi. También que ya son años que se
dedica a esa ilegal actividad y que un día, de un rato a otro, Jabín fue
detenido, encerrado durante varios meses en la celda del pueblo, que también de
un rato a otro salió libre y que se marchó a otro lugar de la Amazonía.
Pero
también se dice que Jabín es un hombre bueno que no mata ni una mosca, que si
bien no iba a misa los domingos, era solidario y que transmitía una paz
interior cuando se le miraba a los ojos. Eso comentan, pero lo hacen sin dar la
identidad porque Jabín, por más que se diga de él que era un hombre bueno,
ahora que está atravesando un juicio, es una mala palabra en Rurrenabaque.
Doña
‘Choca’ es la dueña de un restaurante que extraña a Jabín, especialmente en las
noches.
-Nos
reuníamos con él y otros amigos para jugar a las cartas. El chino era muy bueno
y costaba ganarle una partida, dice, incrédula de todo lo que se habla de su
amigo.
- Era un
ciudadano que no le hacía mal a nadie. Yo lo iba a visitar a la cárcel y él me
contaba que se había quedado sin dinero, que todo lo había gastado en su
abogado, en los trámites del proceso judicial.
Desde que
se enteraron que Jabín está en problemas con la justicia, en los restaurantes
de Rurrenabaque se han deshecho de cráneos, esqueletos y cueros de animales
silvestres que tenían como adornos en las paredes y mostradores. Doña ‘Choca’
también ha tomado sus previsiones y el otro día, cuando un cazador llegó a su
puerta para ofrecerle una parte de jaguar, ella lo ha parado en seco:
-Meta eso a
la bolsa de donde lo sacó que puede perjudicarme.
El nombre
verdadero de Jabín es Jian Fang Xiao y Marcos Uzquiano, el director interino
del Madidi ha sido el hombre que armó un operativo para hacerlo meter
preso. Ahora que está defendiéndose en libertad, no le quita pisada.
Uzquiano
inició la lucha frontal a favor de los jaguares desde el 2015, cuando asumió la
dirección interina del parque Madidi. Empezó a investigar, escuchó con atención
los mensajes que se difundían en las emisoras locales y accedió a información
que le revelaban que ciudadanos asiáticos estaban en Rurrenabaque, en Santa
Rosa, en Ixiama, ofreciendo buen dinero a quienes les vendan colmillos del
felino.
Tuvo
paciencia, armó su plan y el 30 de mayo del 2016 supo que había llegado el día
en poner tras las rejas a uno de sus investigados. Escuchó un mensaje de compra
de colmillos que se emitió en una radio. Coordinó con guardaparques y la
Policía y ejecutó el operativo. Uzquiano actuó como agente encubierto: llamó al
teléfono que daban en el anuncio radial. Le respondió un hombre con acento
extranjero que le habló sobre los detalles del negocio, que si el colmillo
medía 8 cm le pagaría 150 dólares. Uzquiano le dijo que tenía varios. La cita
fue en la terminal.
El agente
encubierto llevó colmillos de cerdo para utilizarlos como cebo. Cuando Jabín
los vio, no escondió su ira:
-Eso es
basura.
Abrió su
mochila y sacó siete colmillos de jaguar y gritó:
- Esto es
lo que yo quiero.
Dos
policías lo estaban viendo y escuchando todo. Se acercaron a Jabín, lo
esposaron y lo pusieron tras las rejas.
Uzquiano
hizo la denuncia a la Fiscalía de Rurrenabaque y durante un año Jabín estuvo
detenido, hasta que en mayo del año pasado consiguió medidas sustitutivas para
defenderse en libertad.
Jabín está
en San Borja, la población beniana donde se desarrolla ahora el proceso en su
contra. Está en una casa que alquila y donde ha puesto un restaurante que queda
a la salida del pueblo.
-”Ahí lo
van a encontrar”, dijo un hombre que lo conoce, el mismísimo dueño de la casa
que le alquiló a Jabín para que viva y coloque un restaurante.
Jabín está
en esa casa alquilada. Desde adentro, desde el otro lado del portón que da a un
jardín, dice:
- No quiero
saber nada, ahorita todavía estamos en el juicio. No quiero hablar a nadie
ahora. Yo estoy tranquilo, todo tranquilo.
- ¿Es
verdad que usted envía colmillos de jaguar hasta China?
- Yo no
vendo colmillos.
- ¿Y compra
colmillos a los cazadores?
- Nunca. La
gente habla nomás. Hablan, hablan nomás.
- ¿Hace
cuántos años que vive en Bolivia?
- 15 años.
Tras la
pista de la mafia
El
coronel Wálter Andrade Sanjinés, director departamental de la Policía Forestal
y Preservación del Medioambiente en La Paz, tiene bajo custodia 200 colmillos,
que en su mayoría fueron encontrados en sobres que estaban siendo enviados por
correo a China, cuyos remitentes daban direcciones falsas de Cochabamba y de
Santa Cruz.
Para
investigar a los traficantes, Andrade hace un trabajo de inteligencia con
informantes. Así ha descubierto que algunas veces lo reducen al animal con
trampas para liquidarlos con armas de fuego y que ahí mismo, en plena selva,
les arrancan los colmillos con cuchillos y alicates.
Andrade
sabe que el tráfico de colmillos ha cambiado de ‘modus operandi’, que ya no es
tan abierto como hace pocos meses, cuando de una manera “sin vergüenza”
ofertaba la compra a través de mensajes de radio.
- Hoy ya no
ocurre eso. Ahora lo hacen con más cuidado.
La
directora general de Biodiversidad y Áreas Protegidas está preparando un
“golpe certero” para desbaratar una gran red que sabe que existe gracias a toda
la información que ha ido recolectando en los últimos años.
- Tenemos identificada a esa red. Hay
involucrados nacionales y chinos, adelantó.
Envíos
por correo
Willma
Pérez, de la Empresa de Correos de Bolivia, también hace su parte en esta
cruzada. Entre el 15 de marzo y el 11 de noviembre del 2016 encontró 181
colmillos que estaban siendo enviados en sobres y encomiendas a China,
camuflados en llaveros, collares, argollas y en cajas de chocolate.
- Cuando se
encuentra un sobre sospechoso llamamos a la Policía Forestal y ellos vienen y
levantan un acta y lo decomisan.
Pérez
también dice que durante 2017 no hubo ningún decomiso en Correos. Una situación
que no le da felicidad porque tienen información de que los traficantes ya no
envían los colmillos a través de Ecobol, sino que están utilizando otros medios
para burlar las fronteras.
Enemigo
público
Vincent Vos
es un holandés que vive en Riberalta desde hace 16 años. Es investigador,
apoya la lucha por el medioambiente y le gusta observar a los jaguares
cada vez que se interna en la selva: mira su potente mirada felina, admira su
pelaje que resplandece con el sol y su caminar elegante como si fuera inmortal,
el dueño del mundo.
Vos está
enterado de que al animal ahora lo persiguen por sus colmillos, un problema que
se suma a la histórica mala relación que los ganaderos mantienen con el jaguar,
quienes los cazan bajo pretexto de que este se come a sus vaquillas, porque se
mete en esas haciendas donde antes la selva reinaba y no existían sembradíos ni
ganado pastando en las praderas.
Cuatro
vaqueros recorren por un costado de la carretera que lleva de San Borja a San
Ignacio. Van montados en caballos y guían una tropa de vacas, de toros y
terneros. Uno de ellos lleva un arma. Es una escopeta que, según dice, no está
cargada.
- Con ella
he matado varios tigres. Eso dice, mientras se hace el que apunta, el que
dispara. Con su boca emite un ruido sordo, para emular el trueno de un disparo
certero.
También
explica que el tigre tiene la costumbre de atacar a las vaquillas, que las mata
con sus dientes afilados, con sus garras de cuchillo, que el tigre, cuando
mata, come a su presa cerca de la hacienda, que es flojo para arrastrarla hasta
monte adentro, que con ese conocimiento los vaqueros preparan la venganza: van
a buscarlo, no solo con armas de fuego, también con los perros entrenados que
huelen sus pisadas, que detectan su olor misterioso.
- Tardamos
hasta tres días para encontrarlo, en rodearlo, en eliminarlo.
-Los perros
hacen su trabajo y nosotros también, cuenta lo que para él es una epopeya.
El trabajo
de él es disparar cuando tiene al jaguar en frente. Tras la muerte del animal,
el ganadero y el cazador se ponen contentos. El ganadero se siente vengado y el
cazador se queda con el trofeo: con los cuatro colmillos y con su cuerpo, con
sus garras y con sus testículos que sabe que tienen buen precio y que en la
Amazonía boliviana se venden como pan caliente y se cotizan a precio de oro en
el mercado asiático.
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De EL
DEBER, 21/01/2018Imagen: Kero en forma de cabeza de jaguar. 15011-1600, Cuzco
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