En su libro
Culturas shakesperianas: teoría mimética y Latinoamérica, el crítico brasileño
Joao Cezar de Castro Rocha analiza las razones por qué Machado de Assis es el
escritor más importante de lengua portuguesa, no sólo en el Brasil decimonónico
sino en la historia misma del idioma.
La argumentación
que sigue le obliga a crear un concepto que dice tomar de una idea de René
Girard. Se trata de la idea de una ética de la emulación. Se refiere a la
capacidad de imitar a los grandes maestros y al momento en que, una vez
conseguida una técnica similar, un autor novel desarrolla con estilo propio
temas personales.
Sin postular que
Guillermo Ruiz sea nuestro Machado, podríamos afirmar que su escritura responde
de forma muy cercana a la lógica de la ética de la emulación.
Se trata efectivamente
de un esfuerzo por regresar al clásico modelo renacentista de la imitación del
maestro para sobrepasarlo en su arte. Modelo que fue abandonado y vituperado
por la estética romántica que pretendía innovar a toda costa e imponer de ese
modo una "alergia imitativa” sobre cualquier empresa creativa. Hoy
sabemos, sin embargo, que la imitación no tiene nada de intrínsecamente
negativo y que, de hecho, es imposible saber hacer algo o aprenderlo sin un
principio de imitación.
Así, este mismo
principio imitativo funcionaría a nivel de la literatura dando lugar a lo que
Harold Bloom designó como la "angustia de las influencias”. Es el punto de
tensión en el cual la imitación da un paso más allá de su primer modelo y
consigue crear algo distinto. Así, la mentira romántica que pretende que algo
pueda ser creado de la nada, sin recibir influencia alguna (es decir, sin
imitar nada), conduce simplemente a un experimentalismo que no nos enseña mucho
sobre la realidad humana.
Ahora, la
tradición de la que bebe Ruiz es evidente: Cortázar, Buzatti, Camus,
Borges, Ryunosuke, etc. Es decir, es una tradición canónica (valga la
redundancia. En este sentido, la noción que tomamos prestada a Castro Rocha
cuadra bien: la emulación se dice siempre del clásico y no de lo nuevo.
La pregunta, por
lo tanto, es en qué medida la escritura de Ruiz posee los rasgos clásicos de
los cuentistas mencionados y, además, agrega algo propio. En lo que sería una
opinión personal más que un juicio propiamente crítico, podría decirse que lo
que le da un plus a la narrativa de Ruiz es la capacidad de incorporar su
realidad personal, es decir, los aspectos bolivianos y familiares de su
vida.
De este modo, no
sólo elementos bolivianos o paceños son incorporados con la técnica cuentística
latinoamericana clásica, sino que además aspectos del mundo íntimo, personal y
familiar son parte importante de la narrativa. Estos aspectos son dejados de
lado por los románticos del hampa y de la marginalidad. Está claro que buena
parte de la narrativa boliviana contemporánea gira en torno a sectores sociales
que se caracterizan por su alteridad con respecto al sistema que los excluye.
Los resultados no son nada malos en la mayoría de los casos (desde Spedding
hasta Urrelo, pasando por Viscarra, Portugal y Piñeiro). Pero es sintomático
que se quiera ignorar la propia realidad, el propio origen (clase-mediero
siempre, por eso literario) del escritor en favor de una realidad que apenas se
conoce de oídas o por experiencias reales que no duran mucho (salvo en casos de
estudio etnográfico o cuando se decide adoptar el modo de vida estudiado).
De este modo, el
interés crítico de la obra de Ruiz, además de la excelencia narrativa y la
indagación en los recovecos de la psique humana, se encontraría en la diferencia
que representa con respecto a la corriente que romantiza la marginalidad, el
hampa, la pobreza, el crimen, etc.
No es que esto
sea malo o que ya esté totalmente gastado; sino que es sintomático que algunos
autores centren su ficción en la marginalidad o en elementos que son propios
del atraso de un país, en vistas de llegar mejor a los lectores. Me refiero al
hecho de que se mitifique de algún modo a la pobreza y al subdesarrollo como si
fueran dignos de una consideración turístico-literaria, es decir, como si
fueran dignas de ser conservadas por su valor exótico.
Habría que
sugerir la idea de que, mientras una ficción se orienta por buscar su
inspiración en el mundo inalcanzable, pero siempre mitificable, de lo marginal
boliviano; existe otra ficción que se concentra en lo más cercano a su lugar de
enunciación. Es en esa cercanía que se busca lo atractivo de la narración y ya
no en lo que es ajeno y extraño al autor. Pienso sobre todo en los cuentos de
Colanzi, algunos de Rivero y en otros tantos de Alfonso Murillo. Eso en cuanto
a libros de cuentos completos. En cuanto a cuentos individuales, hay otras
tantas menciones posibles (pienso, por ejemplo, en el intimista cuento de
Virginia Ruiz, ganador del Tamayo).
No es que una
línea sea buena y la otra mala, no es que una esté desgastada y ya aburra y la
nueva innove absolutamente (eso sería recaer en la mentira romántica que
criticamos al principio); no, simplemente se trata de reflexionar en términos
sociológicos sobre cuáles son las causas y consecuencias de un acercamiento tan
distinto a una realidad que parecería ser la misma (digamos, la de la
plurinacionalidad boliviana).
De ahí que nos
parezca fundamental para la crítica literaria boliviana abordar cuentos como
los de Guillermo Ruiz pues están a contrapelo de una tradición muy celebrada de
nuestra literatura y se inscriben en otra tradición que no sufre carencia
alguna de talentosas plumas. Una vez más, no se trata de oponer maniqueamente
una vertiente contra la otra, sino de leerlas, estudiarlas y analizar
cómo es que una puede encontrar lo fantástico, misterioso, extraño en lo
hogareño, íntimo o cercano mientras que la otra lo encuentra en la otredad, en
lo marginal y lo ilegal.
Por lo demás, si
apelo aquí a la crítica más que a los lectores "de a pie” es porque
insisto en el desconocimiento entre escritores bolivianos y lectores
bolivianos. Si algo se lee en La Paz, si no en Bolivia, es seguramente lo que
se compra, y si algo se compra, son los libros baratos del pasaje Núñez del
Prado o del sector de libros del Mer-Lan. En ese sentido, no estaría mal
fabricarnos unas versiones piratas de los anteriores libros de Ruiz (El fuego y
la fábula y La última pieza del Puzzle) para que podamos hablar en un futuro de
éxito comercial o de una lectura de sus cuentos por parte de la población
boliviana.
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De PÁGINA SIETE,
11/09/2016
Imagen: Portada
del libro
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