“¡Io sono il
Capitano Spavento da Valle Inferna, soprannominato il Diabolico, Principe
dell’ordine equestre, Termigisto cioè grandissimo bravatore, grandissimo
feritore e grandissimo uccisore, domatore e dominator dell’universo, figlio del
Terremoto e della Saetta, parente della Morte, e amico strettissimo del gran
Diavolo dell’Inferno!”
Imponente, oiga,
la presentación del gallito del pueblón cuando aparece haciendo ruido en el
tablado de la cátedra, esa zahurda racial y ahumada de la baraja, la caza y la
pesca de los listos, donde matar la tarde y con ella el poco de vida que va
quedando, a echar el veneno del descrédito, la insidia, la radicalidad política
disuelta no en votos sino en vino, la triquiñuela que le coloca por encima de
los pringaos, todos, con la seguridad de que va a ser aplaudido desde el
temor a ser pasado por la lengua, pero olvidando que no es la primera vez que
alguien con más decencia, y más hombría de bien sobre todo, le ha partido los
morros. Cosas de la vida rural. Entre tanto, en el lamentable teatro de la vida
auténtica y racial, sumido en la niebla, resuena a diario el vozarrón
aguardentoso de ese Capitano pariente de la Muerte y amigo íntimo del
Diablo, cuando en realidad no es más que un Giangurgolo, un Juan Bocazas
alborotador de tabernas aldeanas… y de capitano nada, como mucho un sargentazo
Belcore, engreído, superficial y egocéntrico. Voces que se oyen detrás de la
escena, en ese baile de máscaras en el que estamos metidos todos. Y donde
también se oyen estas otras, pero del lado del paraíso, el de los espectadores
a pesar suya:
“Si al gallito de
Txokoto le quitan el vino se queda en capón, por eso no lo suelta”, dice
Pulchinella.
“Ya puedes pensar, ya”, añade una Colombina apaleada.
“Ya puedes pensar, ya”, añade una Colombina apaleada.
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De VIVIRDEBUENAGANA,
blog del autor, 18/09/2016
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