IVÁN CASTRO ARUZAMEN
El Fuerte está
encajonado entre montañas y quebradas cerca del río Pilcomayo en la provincia
Nor Cinti del departamento de Chuquisaca. Allá en medio de esa geografía
difícil y cuando las carreteras no eran más que un sueño, solamente hombres y
mulos podían adentrarse por escarpadas laderas y profundas quebradas, llenas de
vegetación y un aire caliente como las entrañas de la tierra y hacerse con las
naranjas de oro de El Fuerte; sí, ahí están las naranjas de oro, de sabor y
color incomparable con cualquier otra del país. Probé las naranjas que salen de
Chapare o Independencia o las que llegan de los Yungas –eso sí únicas para un
buen yungueño– y también las que producen los valles de Santa Cruz; pero, como
las naranjas de El Fuerte ninguna.
En su última visita a Cochabamba, después de
viajar miles de kilómetros desde el Norte (Aurora, Colorado–EE.UU.), el
novelista Claudio Ferrufino-Coqueugniot, y las naranjas de El Fuerte a lomo de
mula y luego en el bus que viene de Tarija, se encontraron una mañana entrañable de agosto; llegaron ellas a las manos y el gusto del autor de El exilio voluntario. Quedó sorprendido por su dulzura y tersura.
Hace unos días, tras su
largo viaje, las naranjas custodiadas por Anteo, anidaron en los labios de una
hermosa muchacha, Katherine, a quien escribí unos poemas para conquistar su
amor; las naranjas cuyo sabor dejó extasiados a dioses griegos, no podían ser
ajenas a los poemas. Así como Claudio, ella también exclamó su sorpresa ante
tanta dulzura de las naranjas que mi madre no deja de enviar entre los meses de
julio y agosto. Aún no sé si conquistaron su corazón, pero sí su
paladar. Esas fueron las últimas de este agosto. A esperar las próximas hasta
el siguiente año.
¿Cómo es que estas naranjas dejaron embelesados a los dioses?
Yo imagino que aquel célebre combate entre Anteo y Heracles debió de ser en el
Jardín de los naranjos de oro de El Fuerte. Anteo era un gigante, hijo de
Poseidón y Gea; éste era el precursor de la enigmática ciudad de Tánger
(antigua Tingis; en francés Tangier, en árabe, Tanya), ciudad portuaria del
norte de Marruecos, en una pequeña bahía del estrecho de Gibraltar. Anteo,
seguro de contar con la protección de su madre, la diosa Tierra, obligaba
a todo viajero que se adentraba en su territorio a pelear con él. Se nos cuenta
que Anteo siempre y cuando sus pies estuvieran pegados a la Tierra, su madre,
era invencible. Por su parte, Heracles, hijo del dios Zeus y de Alcmena, mujer
del general tebano Anfitrión. Tras su arrebato de locura y asesinar a su esposa
e hijos, Euristeo, influido por Hera, le impuso el desafío de afrontar doce
difíciles pruebas, los doce trabajos de Heracles. Y así en su camino hacia las
manzanas de oro situadas en el anhelado Jardín de las Hespérides, se encontrará
con Anteo. La pelea entre ambos debió ser extremadamente silenciosa y elegante.
Aunque el combate, nos dice la mitología griega, se produjo en la entrada del
Jardín de las Hespérides, en algún lugar del estrecho de Gibraltar; no
obstante, pudo sencillamente haber ocurrido en los accidentados Jardines de las
naranjas de oro de El Fuerte y no así en los Jardines donde estaban las
manzanas de oro. Heracles debía llegar a las naranjas de oro para superar los
doce trabajos y así librarse del remordimiento de su crimen. Ahí, en el huerto
de las naranjas de oro, ambos dioses se enfrentaron en recio combate cuerpo a
cuerpo, cada uno con su enigma y su certeza. Heracles, descubre que Anteo es
vulnerable si está suspendido de la Tierra, su madre. Con un movimiento veloz,
Heracles lo alzó sobre sus hombros y logra vencerlo. Como premio se
llevó consigo las naranjas de oro de El Fuerte y además a Deyanira, esposa de
Anteo, a la que desposará pero que más tarde será la causante de su posterior
muerte. Las naranjas de El Fuerte, por esa razón más que suficiente, poseen el
sabor y la dulzura de Deyanira y la tersura de la piel de Heracles y el color
de oro del Jardín de las Hespérides. Sabemos también que hasta el Señor de
Quiskira, patrono del hermoso templo de Santa Elena, en el municipio de
Incahuasi, de vez en cuando desciende por los laberínticos caminos que llevan
hasta el Jardín de las naranjas de oro de El Fuerte para saciar su sed.
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De ERBOL
(Bolivia), 01/09/2016
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