JOSÉ CRESPO ARTEAGA
Como mi
cumpleaños cae hoy -desabridamente a media semana-, a
media semana, se me ocurrió festejarme (digo bien festejarme porque nadie sabía
tal cosa) por adelantado el pasado domingo, colándome en el almuerzo especial
de fin de mes que acostumbran unos parientes. No es que estaba gorreando en tal
reunión, sino que fui expresamente invitado por mi prima anfitriona. Sabiendo
que se iban a degustar unos vinos me apunté al instante y ni siquiera se me ocurrió
preguntar por el menú como usualmente hago. Por un buen vino sería capaz de ir
a buscarlo en la misma cava del diablo.
Para no llegar
con las manos vacías me ofrecí de voluntario para aportar unos refrescos
naturales. En el refrigerador se me acumulaba hace una semana una media
cuartilla de tumbos maduros y qué mejor ocasión para aprovecharlos, me dije,
mientras procedía a lavarlos a media mañana. Preparar para mí solo nunca me ha
llevado más de quince minutos, pero ya para una veintena de comensales había
sido trabajosa la faena de pelarlos, licuarlos y pasar la pasta líquida por un
fino colador me tuvo atareado un buen rato. Con todo, me salió una
provisión de unos siete litros que, según me informaron más tarde, fue un éxito
arrollador pues no quedó ni una gota sobrante. Las variadas gaseosas que
quedaron, algunas sin abrir, dan fe de ello. ¡Qué tipo más bajo! diría un
primo, al estar alabando mi pan, digo mi agua. Pero vean ese atractivo color
naranja de la jarra con esa fragancia exótica que tienen las frutas que son de
la familia del maracuyá. Y de su insuperable sabor ni hablemos, con decir que
si yo me mudara a un país extraño, llevaría, aunque sea de contrabando, unas
semillitas de mi adorado tumbo como si fuesen habichuelas mágicas.
De entrada nomás
nos recibió un oloroso chairo paceño. Qué delicia de sopa con neutrales granos
de maíz pelado que resaltan aún más el inimitable sabor terroso del chuño
desmenuzado. Un insignificante producto de la Pachamama (papa liofilizada,
llaman los entendidos) es hoy uno de los manjares de la cocina nacional.
Era imposible no repetir semejante potaje ancestral que, por el color, parece
brotar de la tierra misma. Iba a agradecer a los dioses andinos por tan magnífica
herencia pero extrañé sobremanera las habas verdes que acentúan el contraste
con los negros chuños y los maíces blancos. Por un momento pensé que era
víctima de “descolonización” alimentaria, pero había sido simple consideración
hacia los chicos que no comen verduras, se justificó la cocinera.
Después de tan
suculenta y doble ración de sopa me tuve que esforzar para no despreciar el
plato fuerte: el chuletazo de res sabía bien, con choclos fuera de temporada y
ensalada estilo griego (tomates, cebollas y quesillo desmenuzado), si no fuera
por el desempate oloroso que ofrecen unas buenas hojitas de quillquiña.
Brindamos a la salud de ninguno y de todos. La tarde se antojaba calurosa y
sumamente larga. El vino me hizo efecto. A hurtadillas rajé de allí para
entregarme a una buena siesta. Que más tarde llamaron al café con empanadas y
cuñapés ya no me apeteció.
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De EL PERRO ROJO,
31/08/2016
Foto 1- Chairo
paceño
Foto 2-
Marraquetas y refresco de tumbo
Te comiste el comienzo del primer párrafo, estimado Claudio. Debería decir: "Como mi cumpleaños cae hoy -desabridamente a media semana-, se me ocurrió festejarme..." Sin este ingrediente la parrafada pierde un poco el sentido (tal vez fue error mio no usar paréntesis o guiones, ya corregido en mi blog). Muchas gracias por la publicación.
ReplyDeleteGracias, José. Pensé que lo había puesto completo. Primero lo leo en mi email y luego lo paso al blog. Ahí se me fue. lo arreglo ahorita. No sé si has visto que Isac Nunes en su blog Sephatrad te está publicando. Un abrazo.
ReplyDeleteNo sabía tal cosa, gracias por el dato. Saludos.
DeleteNo sabía tal cosa, gracias por el dato. Saludos.
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