Idioma
original: checo
Título original: Na strese ja Mendelssohn
Año de publicación: 1960
Traducción: Diana Bass
Valoración: muy recomendable
Título original: Na strese ja Mendelssohn
Año de publicación: 1960
Traducción: Diana Bass
Valoración: muy recomendable
Pues sí. Aún hay
novelas sobre el holocausto capaces de sorprender. De indagar en lugares
desconocidos o simplemente no tan presentes en otras. Casi me da rabia porque
veo que no hay un término que defina mejor esta novela quedeliciosa. Pero
hay que quitarle las connotaciones cursis, para aclarar que esta es una
historia trágica que se apoya en situaciones cercanas a la comicidad.
Praga ocupada por
los nazis mientras las noticias que llegan, pocas, filtradas, del frente ruso,
indican un cambio drástico de la evolución de la guerra. Las ciudades alemanas
bombardeadas. Praga a salvo. Con toda la maquinaria represora funcionando a
pleno rendimiento, arraigada hasta el tuétano en una población hambrienta,
mermada, deprimida, temerosa pero manteniendo, dentro de lo que su debilidad
física y psicológica les posibilita, un hálito de dignidad. Una ciudad
infestada de odio, traición y desconfianza. Heydrich ha puesto en marcha la solución
final y el día a día en la ciudad, ya no digamos en el ghetto, es
una pesadilla sacudida por los constantes sobresaltos. Inspecciones en casas, a
la búsqueda de los judíos que la población de buena voluntad intenta ocultar.
Asaltos, detenciones arbitrarias en casas, en la calle. Listas de ejecuciones
con intenciones tanto ejemplares como amedrentadoras. En cada esquina, en cada
sitio medianamente transitado, de uniforme o de paisano, soldados, miembros de
las SS o la Gestapo, colaboracionistas a cambio de algún cupón extra de comida,
traidores por el gusto de serlo, supervivientes, ciudadanos asustados o
amenazados. Y en medio de ese funesto escenario, un encargo casi jocoso. Dos
lugareños reciben un curioso encargo: retirar la estatua de Mendelssohn, músico
judío, de entre otras varias instaladas en un tejado. Encargo que hay que cumplir
con diligencia y premura. Desobedecer una orden puede acabar muy mal en ese
entorno. Pero nadie sabe cuál es la estatua de Mendelssohn. Y qué mejor pista
que elegir aquella que tiene la nariz más grande. Pero ésta resultará ser la de
Wagner.
Partiendo de esta
escena, casi costumbrista, Weil desarrolla, con lenguaje coloquial, asequible,
levemente moteado de los intraducibles vocablos alemanes que describen todas
las divisiones y subdivisiones del aparato opresor, una serie de subtramas
ligeramente relacionadas por idas y venidas de personaje y por ese inquietante
advenimiento de lo peor.
Esa descripción
del día a día de una ciudad intentando adaptar su transcurrir a las
circunstancias, con su población conviviendo con seres con los que solo hay
mutuo desprecio, es, seguramente partiendo de algunas experiencias personales
del autor, a la vez fascinante y terrorífica. Todos los mecanismos abyectos van
surgiendo, y aunque los elementos de truculencia son muy aislados, la facilidad
de su lectura no evita que percibamos lo terrorífico de lo descrito. Picaresca,
humanidad, empatía con el sufrimiento ajeno pueden compartir un destino que sea
el patíbulo, Pero han de vivir. Roisinger, Rabinovic, Stankovic, Becvar. Sus
andanzas en pos de una mejora patética, de una supervivencia por unas semanas,
de aferrarse a una esperanza, nos arrastran como solo puede hacerlo la
narración desde el conocimiento y la sinceridad.
Por cierto: la
novela comparte un hecho curioso con una buena novela posterior: HHhH de Laurent
Binet también usa,
aunque en su caso es el motivo central, el intento de asesinato de Heydrich por
parte de los miembros de la resistencia checa.
Espléndida
presentación, costumbre en Impedimenta que no conviene pasar por alto.
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De UN LIBRO AL
DÍA, 18/09/2016
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