En ese cotidiano rompecabezas
que es la vida la gente busca de alguna manera, casi inconscientemente,
trascender. Acciones, hechos, detalles que buscan darle sentido al paso
inmisericorde del tiempo. Como una suerte de justificativo que le dé un valor
añadido a la simple existencia. Porque no es fácil vivir ni sale gratis. La
certeza de sabernos finitos nos hace más vulnerables que cualquier otra
especie. Nos preocupa sobremanera irnos de este mundo sin dejar huella o aporte
alguno. No creo que haya ser humano sobre la faz de la Tierra que sólo se
dedique a pacer como un herbívoro. Algo hay que hacer, aunque sea lo más baladí
que se nos ocurra. Ya parece que me estoy poniendo denso, o sea
metafísico. Pero no estoy por la labor. Tarea para los psicólogos, sociólogos y
otros ociólogos es lo que a continuación propongo.
La calle es el
sitio por antonomasia donde se plasman, ocurren, aparecen todo tipo de
manifestaciones populares. Carteles y letreros que quitan el hipo,
señalizaciones que no entienden ni los mismos responsables de urbanismo,
murales y gigantografías que causan risa, grafitis que dan mucho que pensar,
etc. En mis obligados recorridos por las entrañas de mi ciudad me topo no pocas
veces con situaciones llamativas, casi siempre bordeando el surrealismo. Ya
hice un recopilatorio de curiosidades gráficas, que por su naturaleza estática
no fue difícil conseguirlas. Salir a la caza de otras postales urbanas fue como
perseguir cerdos en llamas, ya que siempre los retratados me hacían el quite o
se camuflaban entre toda la fauna automovilística. Otras veces las pilas de la
cámara se agotaban en el instante justo, en otras mi mano no se mantenía firme
al registrar las instantáneas. Los huecos de la calzada, los postes, la
vegetación, el humo, las prisas, también contribuyeron para torpedear mis
afanes. Con todo, pude reunir una colección apreciable, que iré actualizando
con más imágenes.
Por increíble que
parezca, como haciendo patentes las leyes de Murphy, no pude cazar nítidamente
a la inscripción que más he visto adornando las retaguardias de los coches
cochabambinos y que hacen alusión al deporte más practicado en estos valles: La
envidia. La frase más recurrente, “Tu envidia es mi progreso” siempre se me
aparece cuando no llevo o no tengo la cámara preparada, cual si fuera una treta
envidiosa del destino. Por otro lado, abundan las anotaciones que hacen
referencia a Dios (“Dios es mi conductor”, “Dios guía mi camino”, “Jehová es mi
pastor”) como invocación de protección contra todos los vaivenes del viaje y
peligros del camino. Nada extraño, considerando que en este país de sucesos
paranormales casi todo el mundo es supersticioso.
Y ahora vayamos
al meollo de la cuestión: ¿qué hay detrás de todas estas expresiones del alma
popular? ¿Qué mueve a estos filósofos de carretera a manifestarse de cualquier
forma, aún a riesgo del ridículo? ¿Afán de lucirse, de diferenciarse del resto,
de ser más original que el otro? ¿Simple provocación o rebeldía contra las
convenciones sociales? ¿O solamente hay una motivación lúdica, de maliciosa
diversión, de cachondeo algo infantil? ¿O son exteriorizaciones del profundo
inconsciente, una extensión de la personalidad como dirían los devotos del
psicoanálisis?
Que alguien me
ayude porque yo no doy con la tecla, simplemente me doy por testigo. A las
pruebas me remito (Pinchar en las imágenes para tener una mejor lectura de las
frases, con visor incorporado).
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De EL PERRO ROJO,
blog del autor, 07/09/2016
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