PATXI IRURZUN
El hombre-pez de
Liérganes, según cuenta el Padre Benito Jerónimo Feijoo en su Teatro
crítico universal, desapareció un día del año del señor de 1674
mientras nadaba en la ría de Bilbao y cinco años más tarde fue atrapado en la
bahía de Cádiz. Los pescadores que lo atrajeron hasta sus redes lanzándole
trozos de pan lo tomaron por un tritón, un ser mitológico mitad humano-mitad
pez, pues tenía el cuerpo cubierto de escamas, hasta que pronunció balbuceante
una sola palabra: el nombre de su pueblo natal, Liérganes. Llevado hasta esta
localidad cántabra, el hombre-pez se dirigió por su propio pie hasta su casa,
donde su madre y sus hermanos, que lo daban por muerto, lo reconocieron
alborozados y entre ellos vivió apáticamente, sin mostrar interés por nada
humano y terrestre, nueve años más, al cabo de los cuales volvió a desaparecer,
sumergido en las aguas del misterio, pues nunca volvió a saberse de él.
¿Qué sucedió
durante esos cinco años en que Francisco de la Vega Casar, que así se
llamaba este portentoso nadador, permaneció desaparecido? ¿Se convirtió en un
habitante de la Atlántida, el misterioso continente sumergido, del que durante
siglos no hemos sabido nada hasta que dibujaron a Bob Esponja? ¿Regresó a
él al cabo de esos otros nueve años?… La respuesta quizás sea más mundana y,
seguramente, el hombre-pez estuvo vagabundeando por toda la península durante
años, durmiendo a la intemperie y comiendo a salto de mata, gracias a la
caridad y los pequeños hurtos. Las escamas de su piel serían consecuencia de
una enfermedad cutánea, fruto de la mala alimentación y la falta de higiene y
casi con toda certeza, como sucede a menudo con quienes viven en la calle,
sufriría alguna enfermedad mental. De su vida anterior lo único que habría
salvado sería el hábito y el gusto por la natación y practicándolo habría sido
como cayera en las redes de los arrantzales gaditanos.
Las leyendas
tienden a embellecer o maquillar los granos de la realidad (por ejemplo, ¿de
verdad a Fidel Castro lo intentó matar la CIA seiscientas veces? Pues entonces
o el comandante era el supercomandante o menudos paquetes los de la CIA…) y del
mismo modo tampoco hoy existe una Atlántida neoliberal habitada por felices
parados de larga duración que se mueven durante lustros como peces bajo el agua
de las ayudas sociales o por sintechos que se alimentan con platos precocinados
que cuelgan de las ramas de árboles submarinos.
La realidad es
mucho más hiriente y palpable y existe, efectivamente, ese continente sumergido,
pero es bien distinto; un continente oculto pero real en el que, tal y como
relataba en su Facebook hace poco el periodista Emilio Silva, algunos chavales
almuerzan “bocadillos solidarios”: bocatas que recogen, discreta y
gratuitamente, en cafeterías de institutos y que se sufragan con aportaciones
de profesores y asociaciones; chavales que solo se duchan con agua caliente
después de las clases de gimnasia; una “generación plato único” —como la
bautizamos aquí hace tiempo—que tiene que hacer sus deberes con forros polares
y a la que solo hace visible las llamas de los contenedores. Modernos tritones,
lamias chapoteantes en la charca cenagosa de la precariedad, que durante las
vacaciones de semana santa se van a quedar sin almuerzo y tendrán que buscar
trozos de pan mojado en un mar de incertidumbre y desigualdad.
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De INMEDIACIONES,
23/03/2018
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