Thursday, March 22, 2018

SOBREMESA DEL MOTE DE QUESO Y EL MAMEY


ROBERTO BURGOS CANTOR

Durante años el paisaje volvía el ventanal de nuestra casa un cuadro renovado. Una colina. Su lomo ondulado de gato estirándose era una línea contra los cielos variables del páramo. Todavía se encantaba la mirada desde la mitad de su falda con pliegues hasta la cúspide. El verde intenso de los meses de lluvia, derrotaba el amontonamiento de techos desiguales, edificios, que no invadían las alturas expropiando el derecho a ver sin pensar en nada, como al mar. Durante el verano empalidecían los arbustos silvestres y los árboles nativos y las manchas de ceniza, plateada y negra, plagaban de lunares el color de la naturaleza viva con las huellas de los incendios. Descuidos, maldades, accidentes.

La época en que disfruté esta exposición sin curadores, fueron los amaneceres de los tiempos del apagón. El país a oscuras, cuyas reacciones emotivas se manifestaban descontroladas por la muerte de un líder, por la suma de goles, convirtió el desastre de la oscuridad y su afectación de todos los órdenes de la vida, en formas ingeniosas, motivos de humor, y así continuar las rutinas o alterarlas a favor de experiencias nuevas.

Nos tocó la ración de energía de 5 a.m. a 8 a. m. Mi hábito de celador de oscuridad para irme de cazador de palabras debí cambiarlo. Pesca matutina o cacería de conejos y guartinajas.

Entonces, la colina y sus moles oscuras tenía encima las estrellas con brillo de recién limpiadas y nubes perezosas abandonadas por los vientos. Este paisaje, el mismo y distinto, mientras encontraba el ritmo, las armonías de lo que escribía, me hacían pensar en Juan Rulfo. Quizás el fantasma de Abundio, su sombra perpetua buscando al rencor vivo, estaba por estos lados de la muerte y de la literatura y de la vida.

Cuando se estableció el imperio de la luz regresó un mundo sin misterios. ¿Por qué? A lo mejor el abuso de la luz encandiló la sensibilidad hasta adormecerla. Se olvidó el obstinado amor del conde Drácula, su ansiedad incesante que atravesaba mares y tormentas.

El progreso no toda vez es amable. El ventanal de casa, hoy, está poblado de otro montón de ventanales donde nos vemos sin conocernos. Me consuelo con el saxofón del estudiante de música que atraviesa los ruidos de la urbe inconclusa. Los discursos de la teóloga y exploradora social que practica aplaudida por los pájaros.

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De BAÚL DE MAGO (columna del autor en EL UNIVERSAL), 22/03/2018 

Imagen: Phillip King/Window Piece, 1960

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