Thursday, March 15, 2018


MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

Uno de esos misterios de la bibliofilia, el abad del lugar de Adiós, en el valle navarro de Valdizarbe, se pagó la edición de su obra en dos gruesos tomos, y se trajo de Pamplona un impresor con su imprenta a cuestas. Tuvo que costarle un Potosí. ¿Qué haría el abad Lezaun con sus libros en aquel lugar? Adiós quedaba a trasmano, por mucho que hubiese estado en el Camino de Santiago, cuando se frecuentaba, porque lo de ahora es un invento-recuperación de los años de Fraga... lo sé porque por el pueblo de mi infancia y juventud pasa el dichoso camino –de hecho en las tripas de nuestra casa familiar hay pruebas de ese mundo jacobino remoto– y por allí no pasaba ni Dios, ni siquiera un alemán despistado de esos que salen en las películas, nadie. Extravagantes que se metían a ermitaños sí había, pero peregrinos, no.

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De VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 15/03/2018

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