Si en algo ha
sido exitosa la campaña del Presidente Evo Morales para obtener una salida al
mar, es en su aspecto mediático. En el mundo son muchos los que se han sumado a
una causa del todo popular y, en términos simples, sumamente justa: un país
invasor, tras su triunfo en una guerra cruenta, impide el desarrollo económico
de una nación vecina aferrándose a unos “acuerdos” firmados en desigualdad de
fuerzas. Pero tan importante como aquello, son las repercusiones de la campaña
dentro de nuestro país. Hasta antes de la llegada de Morales al poder, este
debate estaba presente en circuitos muy acotados. Hoy, en cambio, la mayoría de
los chilenos, medianamente o malamente informados, tiene una opinión respecto a
#marparabolivia. Existen encuestas donde los partidarios de conceder una salida
marítima alcanzan entre un 15 y 20%, porcentaje que se reduce a menos de un 10%
si se incluye la palabra “soberanía”.
Esta campaña ha
sido retomada por Bolivia con la misma intensidad a contar de marzo, denominado
también el “Mes del Mar”. Ya desde febrero, Evo Morales y su equipo anunciaron
una serie de actividades coordinadas por las fuerzas armadas y la policía, que incluyen
una bandera gigante –llamada también la bandera marítima- que fue extendida por
200 kilómetros desde La Paz y Oruro y que pretende romper un record guinness.
Estamos ante un mecanismo de relojería donde todo calza a la perfección pues, a
contar del lunes 19 de marzo, en la Corte Internacional de Justicia de la Haya,
Holanda, se iniciarán los alegatos previos al fallo de la demanda que interpuso
Bolivia en contra de Chile para obligarlo a negociar “de buena fe, rápida,
formalmente, dentro de un plazo razonable (…) un acceso plenamente soberano al
Océano Pacífico”.
En Chile existen
voces críticas al manejo de la diplomacia local en cuanto a haber mantenido una
posición débil ante una arremetida muy planificada de parte de los bolivianos
(lo mismo se dijo respecto del litigio con Perú). Por lo general, estas
críticas residen en sectores conservadores y –más minoritarios aún-
nacionalistas que les enrostran a los gobiernos de centroizquierda no haber
sido lo suficientemente cuidadosos con los intereses nacionales y demasiado
“ingenuos” al creer en el discurso de la “integración Latinoamericana”. Recién
con Heraldo Muñoz en la cancillería, en el segundo gobierno de Michelle
Bachelet, los enfrentamientos diplomáticos fueron en incremento –la mayoría de
las veces más anecdóticos que efectivos-, curiosamente con un político que,
hasta su nombramiento, era considerado como alguien moderado, partidario de
acuerdos y entendimientos, como de hecho lo fue en su calidad de Ministro del
ex Presidente Ricardo Lagos. Ahora, en cambio, ante cada provocación de Evo,
Heraldo respondía con prontitud, a lo que se sumaba la réplica del primero y la
contrarréplica del segundo en una cadena sin fin.
La llegada del
gobierno de Sebastián Piñera y su canciller, el novelista Roberto Ampuero, hace
prever la continuidad de esta estrategia –aunque sean de signo político
contrario a sus antecesores-, lo que se ha visto reforzado con reuniones con ex
Presidentes y entre los equipos entrante y saliente, todo como gestos de unidad
nacional.
Tal vez la
intención de Bolivia de lograr soberanía en una forma más rápida, posponga la
posibilidad de un gran acuerdo bilateral que, hasta ahora, ha sido infructuoso.
Ni siquiera cuando nuestros países contaban con dictaduras afines pudieron
lograr un mínimo avance al respecto, en los años setentas.
A estas alturas,
resulta válido preguntarse cuán decisivo ha sido para el desarrollo de Bolivia
no contar con una salida al mar. Asumiendo que la campaña de Morales tenga
bases reales y que la ausencia de litoral haya sido gravitante en el destino
del país vecino, el mejor camino es buscar acuerdos reales, con la mínima o sin
la intervención de terceros. Para eso se requiere una voluntad de ambas partes,
además de honestidad, transparencia y la aspiración al beneficio recíproco en
el corto, mediano y largo plazo. Una sincronía que ambos involucrados, hasta
ahora, no han mostrado interés en alcanzar y que probablemente tampoco lo harán
cuando el veredicto de La Haya sea algo demasiado fresco en la memoria.
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De INMEDIACIONES,
17/03/2018
" buscar acuerdos reales, de mutuo beneficio", es tan sencillo como eso
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