Libros destruidos,
invisibles... en busca de editor alguno de ellos, como esa biografía de Baroja,
publicada en 2006, por la editorial Espasa y hoy destruida; y todavía en busca
de lectores ese ensayo sobre Pío Baroja y los años de la Guerra Civil y su exilio
entre forzoso y voluntario en Francia.
No es ese el
primero de mis libros que es destruido y que ni siquiera conoce esa segunda
vida de las ferias del libro de viejo. La mayoría de los autores conocemos esta
situación, son reglas del mercado: lo que no se llega a vender en un par de
temporadas, se destruye. La marea incesante de novedades manda.
Lo de los libros
en busca de lector es diferente porque su suerte depende mucho de los
periodistas culturales, los redactores de los suplementos literarios con sus
filias y sus fobias, y los bonzos académicos que, sobre según qué asuntos, dan
o no, su beneplácito, y el de Baroja, hecho trinchera banderiza, es uno de
ellos.
Así las cosas, no
es difícil pensar que trabajas para poca cosa, por amor al arte, por prurito
grafómano, por figurar en el pueblón en el que vivas o en el barrio por el que
te muevas con tu tribu. Sobreponerse a esa sensación de inutilidad es un
requisito indispensable para seguir dándole a la péñola y alimentando de paso
una voraz industria editorial que, con lectores o sin ellos, se mueve entre la
apisonadora de gran tonelaje y la modestia del carrito de los helados.
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De
VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 20/03/2018
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