Sunday, March 25, 2018

Escritores malditos: al rescate de autores perseguidos o, peor aún, olvidados


DANIEL GIGENA

Al parecer, siempre hubo escritores malditos. El "malditismo" recorre la historia de la literatura no como un fantasma, sino como una presencia incómoda para la sociedad y el propio ambiente literario. El narrador y catedrático español Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) publicó El séptimo círculo del infierno (Planeta), donde reúne a un elenco de escritores malditos por vocación o por contexto. "Aunque desfilan por el texto escritores reconocidos como Iris Murdoch, Carson McCullers o Rudyard Kipling, he buscado recuperar a escritores que, atacados por diferentes poderes fácticos (de la Inquisición a los nazis, pasando por dictaduras fascistas y comunistas), han visto cómo su obra ha sido casi olvidada. Olvido que comparten muy especialmente las mujeres escritoras", señala. Su libro presta especial atención a autoras que por el solo hecho de ser mujeres tuvieron que afrontar impedimentos para llevar a término su actividad creadora: Safo, Sor Juana Inés de la Cruz y, actualmente, la escritora nigeriana Buchi Emecheta.

"La categoría de «escritor maldito » puede venir definida por diferentes fuerzas, como la crítica, la impopularidad ante los lectores o la condición de perseguido por el poder establecido -dice Posteguillo a LA NACION-. En El séptimo círculo del infierno me he centrado en escritores y escritoras esencialmente malditos por ser perseguidos por su orientación sexual, su religión, sus ideas políticas y, siempre, por su independencia. No hay nada que moleste más al poder que un escritor que creían a su favor y que, de pronto, les diga a la cara algo inconveniente, como el caso de Bulgákov y Stalin." Mijaíl Bulgákov pasó de ser el escritor favorito del dictador a su enemigo cuando postuló que la libertad de expresión era innegociable.

“El asco puede ser un buen inicio para definir a un escritor maldito” -apunta Lucas Margarit, docente universitario y ensayista. El maldito crea un artificio con el asco de su tiempo. Lo desagradable que intenta ser silenciado, pero que sin embargo resurge. ¿Malditos para quién? Hay una zona donde la comodidad se desarticula, donde abismarse es una forma de encontrar las imágenes de lo oscuro."

Se podría pensar que hoy el malditismo no tendría tanta presencia en la literatura. "Nada más lejos de la realidad -asegura Posteguillo?. Es cierto que hoy no se suelen quemar libros. Queda feo. Pero hay otras formas de perseguir al escritor independiente e incómodo para el poder. Se trata de un malditismo general donde se dispara contra la cultura donde quiera que esté, porque la literatura y el arte contribuyen a crear un ser humano crítico, completo y reflexivo." Posteguillo da un caso célebre del presente: Salman Rushdie. "Hay dictaduras como la china, la venezolana o la de Corea del Norte donde estoy seguro de que hay escritores malditos, unos conocidos y otros que no conocemos porque ya se habrán ocupado esas dictaduras de que no lo hagamos. Imagino también que el presidente Donald Trump también tendría su propia lista de escritores malditos si conociera lo que es un escritor o un libro. Su incultura, de momento, nos preserva de sus arrebatos más concentrados en la prensa", concluye.

Maldición eterna a quien lea
Autor de Castellani crítico (Unipe), poeta y docente, Diego Bentivegna considera que el malditismo es un fenómeno de época. "Es imposible pensarlo sin las condiciones mismas de formación de un espacio autónomo para la literatura, un espacio en relación con el que el maldito choca, sosteniendo, a su modo, la conexión entre escritura y moralidad, o, mejor, entre escritura y ética", afirma. El escritor maldito trabaja en una zona donde la autonomía de la literatura puede disgregarse pero, al mismo tiempo, delimita un espacio literario propio. "En nuestra América, Darío y los modernistas fueron lectores aventajados del cuerpo maldito y decadente europeo. Sin embargo, Darío y sus amigos argentinos (pienso en el joven Leopoldo Lugones, en el joven José Ingenieros de La montaña) no traducen de manera directa el malditismo al castellano, sino que lo corren. La figura que le interesa a Darío en 1896 en «Los raros» no es exactamente la del maldito, sino la del «extraño», que incluye a maudits como Verlaine o Lautréamont, y también a figuras como José Martí o el monje medieval Domenico Cavalca."

En estos días, el narrador y traductor Ariel Magnus prepara una antología de escritos de un maldito. Omar Viñole se hizo famoso en la década de 1940 por andar con una vaca por las calles y escenarios, incluido un ring de box en el Luna Park. ¿Ha fantaseado Magnus, escritor satírico, con la imagen del maldito? “En mi caso es a la inversa”, responde. “Como siento que nunca me pasó nada y que probablemente nunca me vaya a pasar, si alguna vez alguien se interesa por mí, exclamará horrorizado: ¡pero qué maldito infeliz, no tiene una mísera anécdota!”

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De LA NACIÓN, 11/09/2017

Fotografía: Carson McCullers 

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