Kafka expresó
siempre su pensamiento —cuando así lo decidió expresamente (en su diario o en
sus páginas de reflexiones)—, haciendo de cada palabra una trampa (edificaba
peligrosos edificios, en donde las palabras no se ordenan lógicamente, sino
unas sostienen a las otras como si sólo pretendieran sorprender, desorientar,
como si se dirigieran al propio autor, que nunca se cansó, parece, de ir de
sorpresa en sorpresa).
Nada más inútil,
desde luego, que dar un sentido a sus escritos propiamente literarios, donde a
veces se ha visto lo que no hay en ellos, o en el mejor de los casos, lo que,
una vez esbozado, no daba pie a la más tímida afirmación. Debemos expresar
estas reservas en primer lugar. Sin embargo, perseguiremos a través de ese
dédalo, un sentido general, que sólo se capta evidentemente en el momento en
que salimos del laberinto: y creo poder decir, sencillamente, que la obra de
Kafka da testimonio, en su conjunto, de una actitud completamente infantil.
A mi parecer, el
punto débil de nuestro mundo es por lo general considerar lo infantil como una
esfera aparte; una esfera que, sin duda, en algún sentido no nos es ajena, pero
que permanece al margen de nosotros y no podría constituir por sí misma ni
significar su verdad: lo que es en realidad. Del mismo modo, por lo general,
nadie considera al error como constitutivo da lo verdadero... "Es
infantil" y "no es serio" son proposiciones equivalentes. Pero
infantiles, para comenzar, lo somos todos, absolutamente, sin reticencias y hay
que decir que del modo más sorprendente: de este modo (infantilmente)
manifiesta su esencia la humanidad en estado naciente. Propiamente hablando,
jamás el animal es infantil, pero el joven ser humano reduce, no sin pasión, el
sentido que el adulto le sugiere a otro sentido distinto, el cual a su vez no
se deja reducir a nada. Este es el mundo al que nosotros nos adherimos y que al
principio nos embriagaba con su inocencia: el mundo donde cada cosa, durante un
tiempo, desplazaba a esa razón de ser que la hizo cosa (en el engranaje de
sentido a donde el adulto la sigue).
Kafka nos dejó un
escrito al que su editor llamó “esbozo de una autobiografía”. El fragmento sólo
trata de la infancia y concretamente de un aspecto particular. “Nunca podrá
hacérsele comprender a un muchacho, cuando, al anochecer, se halla a la mitad
de una bella historia cautivadora, nunca se le hará comprender mediante una
demostración limitada a él sólo, que tiene que interrumpir su lectura para irse
a acostar.” Kafka dice más adelante: “Lo importante en todo esto es que la
condena de que había sido objeto mi exagerada lectura, la hacía yo extensiva
por mis propios medios al quebrantamiento, que permanecía secreto, de mi deber
y, por eso, llegaba a las conclusiones más deprimentes.” El autor adulto
insiste en que la condena recaía sobre gustos que formaban las
"particularidades del tiño": la imposición le hacía o bien
"detestar al opresor" o considerar como insignificantes las
particularidades prohibidas. “... Al dejar en silencio una de mis
particularidades, escribía, resultaba de ello que me detestaba a mí mismo y a
mi destino, que me consideraba malo y condenado”.
El lector
de El Proceso o de El Castillo no tiene
dificultad en reconocer la atmósfera de las composiciones novelescas de Kafka.
Al crimen de leer siguió, cuando hubo entrado en la edad adulta, el crimen de
escribir. Cuando se trató de la literatura, la actitud del medio que le
rodeaba, y sobre todo la del padre, se caracterizó por una reprobación similar
a la que afectaba a la lectura. Kafka se desesperó del mismo modo. Michel
Carrouges ha dicho justamente a propósito de este asunto: "Lo que le
afectaba de modo tan estremecedor, era aquella ligereza con respecto a sus
preocupaciones más profundas..." Al hablar de una escena donde el
desprecio de los suyos se manifestó cruelmente, Kafka escribe: "Permanecí
sentado, e inclinado como antes hacia mi familia... pero de hecho acababa de
ser expulsado de un sólo golpe de la sociedad..."
En La
literatura y el mal
Traducción:
Lourdes Ortiz
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De IGNORIA,
07/03/2018
Imagen: Ilustración del Kafka de Robert Crumb
Imagen: Ilustración del Kafka de Robert Crumb
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