Friday, March 23, 2018

Los cimientos de Perón


MAURIZIO BAGATIN

Populismo o barbarie, con este lema empezó la doctrina que llevó al poder y lo consolidó en él a un personaje tan contradictorio y tan paradójico, desde sus cimientos, como Juan Domingo Perón.  Después de la segunda guerra mundial muchos desesperados italianos tentaron la fortuna en la Argentina, hambre, miseria y dolor obligaron emigrar un numero increíble de tanos: los que se volvieron argentinos, o sea según Borges, unos italianos que hablan el español… Entre ellos hubo quienes encontraron suerte, quienes fracasaron y quienes defraudaron. De mi pueblo salieron a la aventura dos empresarios ediles de renombre, bueno en realidad uno era realmente un constructor hábil, el otro, mi tío, era un charlatán aburguesado que adhirió al fascismo y que supo embaucar al empresario y así convencerlo que si hubieran hecho así y si seguían sus instrucciones se habrían enriquecido rápidamente, y esto hay que reconocerlo: muy visionariamente, los habrían agradecido del hecho. Lo hicieron. Porque en esta tierra adonde muchos se creían europeos, muchos lo eran y muchos querían serlo, existían muchas, muchísimas oportunidades, uno se podía volver ganadero y dar de comer a una fauna hambrienta que estaba más allá del océano (el año 1985 en los depósitos de los cuarteles militares en Italia seguían almacenadas cajas de carne enlatadas argentinas del 1955); otro podía hacerse político hasta llegar a ser un día gobernador de Santa Fe o plantar unas viñas en San Juan y emborrachar toda la Gran Buenos Aires; hay quien quería hacerse rico rápidamente y volverse, de la misma manera a su patria. De estos últimos hacia parte mi tío y su ingenuo cómplice. Ellos tenían todos los papeles en regla para ser constructores ediles, ayudar al crecimiento económico – marcado por el populismo (de raíces muy cesarianas…) – de una nación que les había abierto las puertas y ofrecido una verdadera oportunidad: era el maná caído del cielo, y ellos no la dejaron pasar.

Según el historiador Braudel, entre los italianos hay grandes trabajadores, los vénetos por ejemplo, los friulanos, los trentinos, en general los del norte – eran los primeros en ser seleccionados también en Ellis Island – y hay quien quiere hacer dinero como los bergamascos, los lombardos en general – con trabajos honrados, claro -pero hay muchos vivos, astutos, el gen juega también aquí un rol fundamental, los provenientes de todas latitudes desean hacerse ricos, salir de la infame vida que los ha perseguido, a ellos y a sus familias, y vivir no solamente mejor sino como los patrones que los han explotados o como algunos que han visto en el cine, que han imaginado leyendo – quien no era aún analfabeto – en algunas de estas revistas que trajeron los gringos con el desembarque, o que lograron sustraer del mostrador de algún escritorio de un médico, de un abogado y con mucha suerte del cura del pueblo.

Los dos empresarios ediles de esta historia eran del norte de Italia, eran solteros, muertos de hambre y con el “don” de las promesas populistas ya vividas durante el fascismo. Y el populismo, como todas formas de poder necesita de estos “dones”. Estos “dones” son los que hicieron el populismo y los que lo conservan. Los dos constructores además tenían hambre. Mucha hambre. Y nada que perder, casi como los héroes, solo correr el riesgo.

Así que de esta manera se lanzaron en las construcciones, abordaron mano de obra de la más barata, alguna vez gratuita, mejor, y la sujetaron a un ritmo de trabajo digno de Stajanov, logrando entregar obras completas (llaves en mano) de estas casas populares tan amadas por el pueblo y por Perón, en tiempo record, y así siguieron construyendo por un tiempo considerable. Casas y casas, edificios y edificios, viviendas y viviendas. Los argentinos, y también estos italianos que hablaban español, se encontraron con pan, trabajo y con un techo en tiempos inimaginables: el milagro argentino vino mucho antes del milagro italiano.

La construcción de las casas populares, humildes viviendas que debían ofrecer el techo y la serenidad para el futuro a una población que vivía una ilusión aun imperceptible, siguió por un tiempo, el tiempo necesario para los empresarios italianos, de poder ofrecer este truco populista que dura como el encanto de una flor en primavera, como el aleteo de una mariposa veraniega, todo el efímero encanto de un sorbo de vino verdadero, de un beso juvenil: la belleza no es sólida – más allá del mito que no recuerda -y mañana mostrará el rostro de Dorian Gray, las ruinas de Hiroshima, la oxidación del tiempo, toda la entropía…

Después de este tiempo la sola verdad cimentada salió a la luz, todas estas construcciones que Perón entregaba con eufóricas aclamaciones, con retórica cesarista y discursos panfletistas, estaban por caerse, como el discurso peronista temblaban por la total ausencia de cimientos; el populismo era como aquellas viviendas, una construcción sin cimientos. Mis paisanos se escaparon a tiempo, ricos o con la misma desesperación con la que llegaron en Argentina no lo sé, y el populismo, con o sin Perón, sigue sembrando payasos por todo lado. César pasó el Rubicón y muchas casas siguen cayéndose aquí y allá. Por la falta de cimientos.

_____
De INMEDIACIONES, 07/03/2018 

No comments:

Post a Comment