MAURIZIO BAGATIN
Populismo o
barbarie, con este lema
empezó la doctrina que llevó al poder y lo consolidó en él a un personaje tan
contradictorio y tan paradójico, desde sus cimientos, como Juan Domingo Perón.
Después de la segunda guerra mundial muchos desesperados italianos
tentaron la fortuna en la Argentina, hambre, miseria y dolor
obligaron emigrar un numero increíble de tanos: los que se
volvieron argentinos, o sea según Borges, unos italianos que hablan el español…
Entre ellos hubo quienes encontraron suerte, quienes fracasaron y quienes defraudaron.
De mi pueblo salieron a la aventura dos empresarios ediles de renombre, bueno
en realidad uno era realmente un constructor hábil, el otro, mi tío, era un
charlatán aburguesado que adhirió al fascismo y que supo embaucar al empresario
y así convencerlo que si hubieran hecho así y si seguían sus instrucciones se
habrían enriquecido rápidamente, y esto hay que reconocerlo: muy
visionariamente, los habrían agradecido del hecho. Lo hicieron. Porque en esta
tierra adonde muchos se creían europeos, muchos lo eran y muchos querían serlo,
existían muchas, muchísimas oportunidades, uno se podía volver ganadero y dar
de comer a una fauna hambrienta que estaba más allá del océano (el año 1985 en
los depósitos de los cuarteles militares en Italia seguían almacenadas cajas de
carne enlatadas argentinas del 1955); otro podía hacerse político hasta llegar
a ser un día gobernador de Santa Fe o plantar unas viñas en San Juan y
emborrachar toda la Gran Buenos Aires; hay quien quería hacerse
rico rápidamente y volverse, de la misma manera a su patria. De estos últimos
hacia parte mi tío y su ingenuo cómplice. Ellos tenían todos los papeles en
regla para ser constructores ediles, ayudar al crecimiento económico – marcado
por el populismo (de raíces muy cesarianas…) – de una nación que les había
abierto las puertas y ofrecido una verdadera oportunidad: era el maná caído del
cielo, y ellos no la dejaron pasar.
Según el
historiador Braudel, entre los italianos hay grandes trabajadores, los vénetos
por ejemplo, los friulanos, los trentinos, en general los del norte – eran los
primeros en ser seleccionados también en Ellis Island – y hay quien quiere
hacer dinero como los bergamascos, los lombardos en general – con trabajos
honrados, claro -pero hay muchos vivos, astutos, el gen juega también aquí un
rol fundamental, los provenientes de todas latitudes desean hacerse ricos,
salir de la infame vida que los ha perseguido, a ellos y a sus familias, y
vivir no solamente mejor sino como los patrones que los han explotados o como
algunos que han visto en el cine, que han imaginado leyendo – quien no era aún
analfabeto – en algunas de estas revistas que trajeron los gringos con el
desembarque, o que lograron sustraer del mostrador de algún escritorio de un
médico, de un abogado y con mucha suerte del cura del pueblo.
Los dos
empresarios ediles de esta historia eran del norte de Italia, eran solteros,
muertos de hambre y con el “don” de las promesas populistas ya vividas durante
el fascismo. Y el populismo, como todas formas de poder necesita de estos
“dones”. Estos “dones” son los que hicieron el populismo y los que lo
conservan. Los dos constructores además tenían hambre. Mucha hambre. Y nada que
perder, casi como los héroes, solo correr el riesgo.
Así que de esta
manera se lanzaron en las construcciones, abordaron mano de obra de la más
barata, alguna vez gratuita, mejor, y la sujetaron a un ritmo de trabajo digno
de Stajanov, logrando entregar obras completas (llaves en mano) de estas
casas populares tan amadas por el pueblo y por Perón, en tiempo record, y así
siguieron construyendo por un tiempo considerable. Casas y casas, edificios y
edificios, viviendas y viviendas. Los argentinos, y también estos italianos que
hablaban español, se encontraron con pan, trabajo y con un techo en tiempos
inimaginables: el milagro argentino vino mucho antes del milagro
italiano.
La
construcción de las casas populares, humildes viviendas que debían ofrecer el
techo y la serenidad para el futuro a una población que vivía una ilusión aun
imperceptible, siguió por un tiempo, el tiempo necesario para los empresarios
italianos, de poder ofrecer este truco populista que dura como el encanto de
una flor en primavera, como el aleteo de una mariposa veraniega, todo el
efímero encanto de un sorbo de vino verdadero, de un beso juvenil: la belleza
no es sólida – más allá del mito que no recuerda -y mañana mostrará el rostro
de Dorian Gray, las ruinas de Hiroshima, la oxidación del tiempo, toda la
entropía…
Después de este
tiempo la sola verdad cimentada salió a la luz, todas estas construcciones que
Perón entregaba con eufóricas aclamaciones, con retórica cesarista y discursos
panfletistas, estaban por caerse, como el discurso peronista temblaban por la
total ausencia de cimientos; el populismo era como aquellas viviendas, una
construcción sin cimientos. Mis paisanos se escaparon a tiempo, ricos o con la
misma desesperación con la que llegaron en Argentina no lo sé, y el populismo,
con o sin Perón, sigue sembrando payasos por todo lado. César pasó el Rubicón y
muchas casas siguen cayéndose aquí y allá. Por la falta de cimientos.
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De INMEDIACIONES,
07/03/2018
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