Monday, November 27, 2017

10 años de Emilio Sanz de Soto

JOSÉ RAMÓN DA CRUZ

Hoy hace 10 años que murió Emilio Sanz de Soto. No sé si en esta cultura del efemericato se le ha preparado algún tipo de homenaje, me parece que no. Incluso yo tenía previsto el montaje comentado de la entrevista que le hice en 2003 pero no me da tiempo, porque no me da tiempo a nada sensato. A Emilio yo le conocí muy poco, lo vi 3 o 4 veces preparando el Mapa Emocional de Tánger del que se convirtió en viga maestra y soporte, aguantando cuando ya estaba muy mal dos días de entrevista en la Residencia de Estudiantes, con una fabulosa agilidad de vuelo y carambola hacia los años de la bohemia y postbohemia del Tánger beat y todos su alrededores madrileños. Era fascinante la forma de integrarse y ser parte del corpus de un “momento corto o largo en un lugar pequeño o grande”, de ser vertebrador de esos memoriales incorpóreos que se nos cruzan en sueños o pesadillas, borrosos porque no te pertenecen a ti del todo, o porque te llegan rebotados de las memorias de los otros. Yo creo que sólo lo pueden hacer aquellos que han sido los albañiles en la obra y no los arquitectos ni los ingenieros, que son como la mirada anticipada de los semiólogos o forenses, mucho más pendientes del acabado y party que del ladrillo y el trapecio. Emilio había hecho de su vida una forma de arte amargo, anisado, entre un bitter y un vermú, como surgiendo de un alambique que provoca ese sabor extraño y lúcido que bordea la borrachera (esto lo tiene que explicar Alberto Gómez Font). No parecía ser su vida la que habría querido, pero lo disimulaba todo lo bien que podía, hasta parecer que vivió la que quiso o casi. Sus amigos saben que no fue así (esto Saura, Del Pino, Buenaventura…) y que todo estaba bien en la figura de un hombre bueno y cultísimo al que le parecía molestar el foco de la genialidad. No había nostalgia en un bastidor que en algún momento podía poseer el alma de una nostalgia infinita, etérea, porque hablaba de un mundo perdido y -para él y todos ellos- su mundo. Es uno de los misterios de Tánger: es difícil de entender. 

Me da la sensación de que su figura, sin obra, camina poco a poco hacia el apagón. Y no sería justo.

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