KAREN ARAUZ
Aunque todos
sabíamos que nada se podía esperar en términos de legalidad y decencia del
Tribunal Constitucional, ha sido el fallo ya emitido, lo que nos ha provisto
del cuerpo del delito. Porque hasta que no se ve el hecho consumado, está en la
naturaleza humana abrigar en un recóndito y mínimo resquicio, cierta esperanza
de que las cosas podrían ser diferentes.
El fallo del
Tribunal, que no soporta ningún tipo de argumento de legalidad o
concordancia con la CPE, ha asestado en el ser colectivo de los
ciudadanos de este país, el golpe de una verdad revelada. Aunque
sea dolorosa, nos ha enrostrado con brutalidad, con la realidad de dónde
estamos parados. El absoluto desprecio demostrado a la voluntad popular,
no puede menos que abrirnos los ojos. No solo el gobierno se ha pasado por el
forro el 21 F. Nada menos que el Tribunal Constitucional así lo ha hecho.
La voluntad del pueblo y su voto, vale lo que vale la democracia para
ellos: un corcho. Creo que somos muchos los bolivianos, a los que no nos
gusta vivir engañados. La verdad, por mucho que lastime, es diez mil veces
mejor que una mentira sostenida a lo largo de más de una década con un relato
vergonzoso que culmina con el magnicidio de la propia Constitución, en una
espúrea conducta que no tendrá ni perdón, ni olvido.
Todas las
sociedades tienen un porcentaje de imbéciles, a quienes la corrupción, el atropello
al estado de derecho y las leyes, no es nada más que un vehículo para
instaurar la impunidad y lograr acceder aunque sea, a lo que regurgitan los
verdaderamente poderosos a quienes defienden en esa actitud indigna de los
seres miserables.
Lo que acaba de
suceder, es la constatación que hoy, más que nunca, estamos en nuestras propias
manos.
Todo el andamiaje
corrupto y obsceno que han venido armando, no deja lugar a ninguna
certeza menos.
Hemos sido
liberados, de cualquier consideración de respeto y mansedumbre. El régimen
masista, ha venido echando los dados cargados sobre la mesa por doce años.
Finalmente, con este atropello, ya sabemos las razones de las continuas jugadas
mentirosas que han mantenido al pueblo adormecido e impotente. Este es el punto
de quiebre entre la sociedad y el gobierno. Se ha caído el velo que mantenía a
la población en un limbo irracional y casi inconsciente.
Seamos honestos
con nosotros mismos. Lo hemos visto por sesenta años en Cuba y en Venezuela lo
vemos a diario. El razonamiento sigue siendo el mismo y la pregunta capital que
nos deberíamos hacer es, quién garantiza que se respetaría un fracaso en las
elecciones del 2019. Está más que claro que no son ni la democracia, ni las
elecciones lo que pretenden ganar. Es el poder absoluto lo que los mueve, y si
para eso tienen que recurrir al fraude y a una subordinada y acomodada fuerza
armada del país, créanme que no lo dudarán ni un minuto. Edificios ajenos
donados, canonjías y bonos ocultos, no es solo para que los militares se
cuelguen un collar de coca y naranjas al cuello. Tampoco para que oculten su
uniforme bajo un poncho rojo. El TCP ha hecho que superemos de una vez por
todas, la edad de la inocencia y la estupidez.
Es muy difícil
mantener la cabeza fría en estas circunstancias. Sin embargo, es preciso
hacerlo. Los movimientos deben ser calculados y los recursos optimizados. Solo
razonamientos emergentes de la situación planteada, nos marcará el rumbo de
ahora en adelante. Recurrir al Tribunal Internacional de Derechos Humanos y a
cuanta instancia internacional se pueda, es lo primero que debemos hacer. El
Voto Nulo del 3D, servirá para encauzar la frustración, será la válvula de
escape a la repulsa, a tiempo de lograr contar con un argumento más -que
nacional e internacionalmente-, establezca que tenemos muy claro que lo acá se
está instalando, es un régimen totalitario.
Se vienen días
difíciles en la que habrá que capear descarnadas campañas de estigmatización,
persecuciones y judicialización de todo aquello que no esté pintado de azul. No
queda espacio para la indiferencia y el temor. La alternativa, la diáspora de
bolivianos que creerán no poder enfrentar las consecuencias de este certero y
ladino golpe a la institucionalidad del país. Y no debe ser el pueblo boliviano
que abandone su territorio. Son las políticas y la intencionalidad ajena,
destructiva y vil, que deberá correrse. No hay lugar para jueces canallas,
prensa abyecta o sociedad cómplice y timorata. Hay silencios dramáticos que no
son sinónimos de aceptación de nada. Acá no caben ni narcotraficantes ni
terroristas. Podrán seguir por un tiempo hipotecando el futuro de nuestros
menores, pero el alma de Bolivia no está en oferta.
“Nos envejece más
la cobardía que el tiempo. El tiempo sólo arruga la piel. El miedo
arruga el alma” Facundo Cabral.
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De EL DÍA (Santa
Cruz de la Sierra), 30/11/2017
Caricatura: André Carrilho
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