MAURIZIO BAGATIN
La tierra desea
una caricia. Una caricia húmeda. El cielo es azul agua marina, en pocos minutos
amarillo azafrán, luego rojo como una amapola, me doy la vuelta y miro el cerro
y todo se hace azul cobalto. Mi olfato entumece, deseado petricor que despierta nuevos humores, el bochorno se
aleja, el verde es iris para todos mis sentidos.
Sequedad en la
tierra, en el ambiente, canícula en el carácter, en el ánimo humano… regamos
amor y sembramos, sembramos y luego volvemos a regar… ayer en la tarde no
respiramos.
A 360º la mirada,
un viraje que deslumbra las ruinas, los escombros de nuestros pasos: la paz
interior del campesino y del anacoreta, del solitario urbano y del joven en
crisis, campos de ortigas y girasoles, recorrido y éxtasis en un día abrumador.
La memoria, dice
el poeta, modifica el pasado, el hoy
crepuscular y melancólico necesita un líquido que apague la sed, y el recuerdo
sea como la explosión de la semilla bajo la tierra… nos encontramos en la poesía cuando la extrema intensidad de la
percepción sensorial cause una subversión de la percepción filosófica del mundo…
endorfinas del momento capilar.
Noviembre 2017
Hermoso texto.
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