Friday, November 3, 2017

Amarcord en Rimini

MAURIZIO BAGATIN

Hay dos Rímini, el Amarcord felliniano y el desarraigo de Federico de su “borgo natío”, San Giuliano. Hay siempre dos Rímini, una envuelta en su invierno, desdeñosa, escondida o emigrada en playas tropicales y otra, bulliciosa, provocadora y gallarda en verano.                                                                  
Rímini no es una ciudad, es tierra contadina que ha atraído de sus colinas los poetas, los cantores, los locos y los lunáticos, los bipolares y los emprendedores de tierra adentro: su dialecto es toda la prosa del narrador antiguo, limo y neblina, el Rubicón de la Historia hecha; para nosotros, menos de veinte años… las fugas de la Capitaneria los jueves, noches a caminar el Parque Marecchia entre subliminales evasiones en paraísos artificiales - quienes se lanzaban con las últimas romagnolas tout court, quienes, generación perdida a lo Steve McQueen, continuaban sus fugas con el Pinot grigio Santa Margherita - y nos encontrábamos a la aurora, mientras pescadores tunecinos, marroquíes y de todo el inmenso Magreb, salían hacia el Adriático… y la nave va: nosotros ebrios volvíamos al servicio militar.                                                               

“La tierra, en la que fui nacida, está/en la marina orilla a donde el Po desciende/para gozar de paz con sus afluentes”: las dos almas lujuriosas, Paolo Malatesta y Francesca de Polenta que Dante Alighieri hace descender al Infierno, fueron atrapados por la pasión y fueron sorprendidos y asesinados por Gianciotto Malatesta, hermano y marido respectivamente… ”Amor, que no perdona amar a amado alguno/me prendó del placer de este tan fuertemente/que, como ves, aún no me abandona”.                                                                                

Rímini tiene su pizza, la piada (piadina en los otros lugares de Romagna), como diría Giovanni Pascoli: “el pan, más bien, la comida nacional de los romañoles”, pizza de los pobres, estirada más fina en Rímini, se la encuentra en las piadinerias de toda Rímini… con crescione y una Ceres fría, eran las delicias de las ociosas tardes de marinero de puerto, adonde mirando blancas gaviotas desafiar el azul del mar y el azul del cielo, mis lecturas de Rimbaud y de Bokusui colapsaban entre los brazos de María: la maestra del pueblito del poeta Giovanni Pascoli me llevó a Sant’Arcangelo di Romagna, adonde la noche de San Martin (el 11 de noviembre) los rimineses intolerantes iban pasando bajo el Arco Ganganelli (Papa Clemente XIV) para asegurar la población - según una antigua leyenda quien no lograba pasar bajo el arco era cornudo - que no eran cornudos. Rímini es la novela de Pier Vittorio Tondelli, descripción sin falsos pudores y moralejas puritanas de una Rímini que, durante dos meses al año se vuelve la metrópoli del divertimiento, de los años del reflujo, Rímini es el disco más hermético del ultimo poeta-chansonnier italiano, Fabrizio De André, recorrido prosaico de una generación que está entrando en una absolutamente nueva conducta: I vitelloni (Los inútiles), de su hijo más extrañado ya lo habían perfilado…                                                                    

Rímini, tumba del filósofo más platónico del 1400, Plethon… nomen omen borgesiano… tentativo neoplatonizante al cual debía subordinarse, por lo menos, intelectualmente, el cristianismo… toda una revolución, a la cual naturalmente el cristianismo no adhirió.                                                                                                                                                         
Ariminum ligada por la Via Aemilia a la eterna Roma… Rímini partidas en dos, Alea iacta est aeternum…
Octubre 2017


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