JORGE CUBA LUQUE
Hay una foto de
Pelé en Estocolmo, cuando todavía no era el Rey sino un chiquillo de diecisiete
años. Se le ve llorando, rodeado de Gilmar y Didí en medio de la cancha del
estadio Rasuda. Acaba de concluir el partido de la final del Mundial de 1958,
en ese encuentro la Seleção derrotó a Suecia obteniendo así el título de
campeón del mundo…
Oswaldo “Cachito”
Ramírez aparece eufórico en una instantánea, cargado en hombros por un grupo de
hinchas peruanos ni bien termina el match contra Argentina disputado en La
Bombonera. En ese partido Ramírez anotó los dos goles con los que Perú logró
clasificarse para el Mundial de 1970, eliminando al mismo tiempo a los dueños
de casa…
En otra foto,
tomada una noche de 1982 en Sevilla, durante el Mundial de España, el zaguero
alemán Ulrich Stielike aparece arrodillado, hundido e inconsolable, cubriéndose
el rostro empapado de lágrimas. Él, uno de los más corajudos jugadores de la
selección alemana desde el inicio del torneo, acaba de fallar su tiro al arco
de Francia precisamente en la definición por penales que decidiría qué
selección pasaba a disputar la final.
Son tres momentos
rubricados por una gran emoción. Felicidad y desdicha, sentimientos que,
sin embargo, no son del todo excepcionales en la práctica del fútbol, el
deporte colectivo que más seguidores convoca en el mundo entero. Momentos como
los representados en las fotografías aludidas son, pues, frecuentes pero
adquieren trascendencia cuando suceden en partidos de importancia
internacional, convirtiéndose en imágenes icónicas, en otras palabras, forman
parte de la memoria colectiva. Pero esas emociones se dan también en un partido
de barrio, en los de cualquier campeonato local o nacional. Todo futbolista que
se precie de serlo ha tenido que enfrentarse, y más de una vez, a un rival por
un balón dividido. Sin embargo, lo más difícil no es la disputa con el otro,
sino ante uno mismo, las inquietudes al respecto se imponen: ¿hasta dónde
empujar el esfuerzo?, ¿vale la pena luchar ante un equipo rival a todas luces
superior y por lo tanto favorito?, ¿es necesario seguir haciendo lo mejor
cuando ya el equipo de uno no tiene oportunidad alguna de clasificar?, ¿por
qué, entonces, surge la chispa que genera admiración y aplauso?, ¿por qué
llorar por un triunfo, por qué se llora por una derrota?
Curiosamente, en
la literatura, hasta hace relativamente poco tiempo, no teníamos suficientes
proyectos relacionados con el fútbol, aunque sí escritores que en algún momento
de sus vidas lo practicaron con pasión, el caso más conocido es el del escritor
Albert Camus, que fue arquero en sus años mozos en Argelia (en ese tiempo
departamento francés).
*
La literatura se
centra en el individuo y su interioridad, el fútbol es un actuar necesariamente
de conjunto; la jugada decisiva que termina en gol por un gesto de maestría
individual es imposible sin el resto del equipo, sin un pase previo, lo que no
le niega una poética inherente. El dribbling brillante, el remontar un marcador
adverso en un estadio con público hostil, el imponerse a la parcialidad del
árbitro o a la violencia de los jugadores rivales, pueden ser gestos de
belleza. Ahora, prestemos atención al estado de ánimo de los protagonistas que,
además, son observados por una multitud que los aclama o los pifia, escenario
que podríamos asumir como el cielo y el infierno, su natural condición épica.
Es acaso por eso
que cuando la narrativa lo ha abordado, ha situado a los futbolistas
esencialmente fuera de los campos de juego, centrándose en la actitud del
jugador, a saber, quizá en el más logrado cuento en español sobre el tema,
“Puntero izquierdo” de Mario Benedetti (incluido en Montevideanos,
1959): un joven futbolista, ‘el hombre gol’, postrado en la cama de un hospital
tras ser víctima de una paliza, revela que ha recibido un soborno para que
fuera menos eficiente en el partido que su equipo disputaría ante un club rival,
partido que decidiría el ascenso a la categoría superior. El narrador da
detalles del soborno y evoca algunos pasajes del encuentro durante el cual jugó
como de costumbre.
En Cuentos
de fútbol (1995), compilación de relatos hecha por Jorge Valdano,
integrante de la selección argentina campeona de México 1986, encontramos una
veintena de cuentos, de los que sobresale el de Javier Marías, “En el tiempo
indeciso”, donde aparece la figura de un delantero húngaro llegado al Real
Madrid: el narrador, alter ego del autor, se asoma a la figura del deportista,
presentándolo por partida doble: como un sutil goleador y un individuo
encerrado en sí mismo, además de pueril. A lo mejor, antes que libros de
ficción sobre el fútbol y sus protagonistas, lo que se ha desarrollado en
América Latina en cuanto a este tópico se halle a medio camino entre la crónica
y el ensayo: Fútbol a sol y sombra (1996) de Eduardo
Galeano, Fútbol. Una religión en busca de un dios (2005) de
Manuel Vásquez Montalbán o Dios es redondo (2006) de Juan
Villoro. O Ese gol existe (2016), trabajo dirigido por Aldo
Panfichi sobre cuestiones de fútbol y sociedad en el Perú.
Las lágrimas de
Pelé y Stielike, la alegría de Ramírez, hechos que por ser fugaces, tal vez no
puedan ser objeto de literatura, pero sí todo aquello que los antecede y sucede
después. Pensemos en el heroísmo inútil de “Los otros”, cuento de Julio Ramón
Ribeyro en Relatos santacrucinos (1992). Aquí encontramos a un
narrador ya entado en años que recuerda a uno de sus compañeros de clase: Paco,
‘el único cholo en la clase de ese colegio de blanquiñosos’, que integró el
equipo del salón, siendo un zaguero admirado y respetado. Durante un partido
del campeonato interno del colegio fue, a pesar de sus visibles esfuerzos,
varias veces superado por el goleador rival que marcó los goles de la
victoria. Paco fue abucheado. Ya en los vestuarios cae desmoronado,
retorciéndose de dolor y a las pocas horas moría tras ser operado por una
peritonitis y un desgarro intestinal causado por el esfuerzo físico. Habría
sido un partido de fútbol banal, ‘pero en el cual el cholo Paco puso todo su
pundonor y dejó su vida’. He ahí la literatura.
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De LIBRERÍASUR,
08/11/2017
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