HÉCTOR G. BARNÉS
Nacido en Verona
alrededor del año 87 a.C., no hay otro bardo de la Antigüedad como Cayo
Valerio Catulo, nacido en buena cuna, exitoso poeta y cuya obra
estuvo marcada por el amor y el sexo a tutiplén. Su principal objetivo amoroso –pero no el único–
era Clodia, casada con el maduro gobernador de la Galia Quinto
Cecilo Metelo Céler, y a la que llamaba Lesbia en homenaje
a Safo de Lesbos. El joven, que acababa de llegar a Roma desde su
hogar natal de Verona, se quedó encandilado por la belleza y atractivo de la
esposa. Fue todo un trauma: su amada le fue infiel a la primera de cambio, y de
ahí derivó la mayor parte de la lírica del autor.
En su poesía se
repiten las referencias a los genitales, los fluidos y la sodomía. En el que
seguramente sea el poema más explícito de la era clásica,
Catulo se deja llevar hasta el punto de que, como recuerda un artículo
publicado en 'Gizmodo', su obra no fue traducida al inglés
hasta el siglo XX. No solo por su obscenidad, sino también por su virulencia,
que veces le lleva a amenazar con una violación sodomita.
Es el caso de su
poema número XVI, conocido como 'Pedicabo ego vos et irrumabo', que
podría traducirse como (atención, contenido explícito) “En tu culo y en tu
boca”. Está dedicado, como otros de su producción, a Marco Furio
Bibaculo (que había tenido un lío con otro amante de Catulo
llamado Juvencio) y Marco Aurelio Cota Maximo Mesalino.
En este texto, directamente amenaza con sodomizar y humillar a sus enemigos
amorosos en una letra que ni una canción de Nine Inch Nails: “Fuck
you, up your ass and in your mouth” fue la traducción que realizó Carl
Sesar en 1974.
Cuidado con
utilizarlo a la ligera. Como recogieron los medios británicos, en 2009, Mark Lowe de
Nomos Capital fue demandado por una trabajadora a la que le envió el primer
verso del poema por correo electrónico. Sí, ese que hace referencia a lo anal y
oral. ¿Su defensa? Que era algo “burlesco”, pura diversión tanto en
el siglo I d.C. como en el XXI.
Muy poco
constructivo, pero ¿podemos aprender algo positivo de su obra? Vamos a
sumergirnos en algunos de los 25 poemas dedicados a su amada Lesbia (de los 116
que le han sobrevivido), sobre todo aquellos en los que Catulo aún no se había
dejado llevar por la furia ante su antigua amante al darse cuenta de que lo suyo
no había significado nada para ella y que, de hecho, era su última opción
incluso después de quedarse viuda. O quizá sea una buena enseñanza: si
te rechazan, no te comportes como un crío herido.
Entre las
sábanas del placer
“Vivamos, Lesbia
mía, y amemos: los rumores severos de los viejos que no valgan ni un duro todos
juntos”. Este es el arranque del poema 5 de Catulo, probablemente el más
candoroso de todos los destinados a su objeto amoroso, y en el que apuesta
por experimentar el amor sin someterse al juicio de los demás. “Se
pone y sale el sol, mas a nosotros, apenas se nos pone la luz breve, sola noche
sin dormir nos toca”.
Parece ser que el
bueno de Catulo era de los que amaban las largas sesiones de
exploración sexual: “Pero dame mil besos, luego ciento, después mil otra vez, de
nuevo ciento, luego otros mil aún, y luego ciento...” ¿Más vale cantidad que
calidad? En el poema número siete, Catulo escribe: “Preguntas cuántos a mí
besares tuyos, Lesbia, sean bastante y de sobra”. La respuesta es “tantos besos
muchos que tú beses, para el vesano Catulo bastante y de sobra es”.
Algo debió
ocurrir entre el poema 7 y el 8, puesto que en este último empieza a
manifestarse el desencanto amoroso que explotaría a partir del número 60, con
sus altibajos. Frente a un panorama idealizado (“Cuando aquellas muchas cosas
divertidas se hacían, que tú querías [Catulo], y tu chica de querer no
dejaba, fulgieron verdaderamente cándidos para ti los soles”), parece ser
que el poeta fue rechazado por primera vez. “Salud, niña, ya Catulo resiste, y
no te requerirá ni rogará”. Se le debió pasar rápido el resquemor, porque
pronto aparecen Veranio (“plegándome a tu cuello agradable, tu
boca y ojos suavemente besaré”) y el Varo.
De entre todos
los poemas picantones, seguramente no hay ninguno más atrevido que el 32,
dedicado a la dulce Ipsitila, a la que el poeta ofrece sus
servicios sexuales antes de servirse él mismo. “Si algo has de hacer, al
punto mándalo, pues bien comido yazgo, y harto, boca arriba, atravieso túnica y
palio”. En otras palabras, no hay que ser muy listo para imaginarnos entre
Catulo e Ipsitila la postura sexual de la 'cowgirl' (¿quizá invertida?). En algo parece que
han cambiado las cosas: parece ser que tener el estómago lleno es lo mejor si
lo que queremos es arrasar entre las sábanas.
¿Qué habría hecho Catulo en mi lugar?
Tan conocida es
la fama de sátiro del poeta que incluso algunas páginas se han servido de su
figura para abrir un consultorio sentimental de tono humorístico.
Es el caso de 'The Hairpin' y sus “Consejos sexuales de Catulo”, en
el que un sexólogo (o sexóloga) bajo seudónimo responde a todas las dudas que
los heridos amantes puedan tener. Por ejemplo, a una mujer que lleva cinco años
con su pareja, le recomienda “no llevar nada más que una hoja de laurel,
cubrirte en miel y comprarte una nueva toga”.
No es que el
poeta verdadero fuese precisamente un dechado de virtudes. Incluso en los
poemas clasificados como románticos hay acusaciones bien macarras: “¿Acaso
porque contiguos os sentáis, cien o doscientos insulsos, no creéis que me
atreveré yo que al par los doscientos asistentes me la (¡pip! que el lector
imagine lo que quiera)?” Son los celos los que vuelven a conducir su
conducta: “A ella, buenos y dichosos, todos la amáis”. En el poema aparece
también una curiosa pregunta retórica: “¿Solo pensáis que tenéis pollas vosotros,
que a solos vosotros lícito es cuanto hay de chicas follaros y creernos a los
demás machos cabríos?”
Quedémonos,
mejor, con alguno de los ocasionales ataques de romanticismo que Catulo sufría
de vez en cuando, probablemente para ampliar su ya de por sí amplia (y muy
variada) cuenta de amantes. Quizá el 109: “Mi vida, me propones que el amor
este nuestro perpetuo será”. O el 87”: Ninguna mujer puede decirse tan
amada en verdad como por mí la Lesbia amada es”.
Una última
lección. Los poemas de Catulo presentan a Clodia como una mujer fácil (le acusa
de haber tenido 300 amantes), traicionera y cruel. Sin embargo, los
principales testimonios que se conservan provienen de hombres despechados o
vengativos, como también ocurrió en el caso de Cicerón, enemigo a
muerte de su hermano Clodio, y que la utilizó como arma arrojadiza en
sus célebres discursos. Una buena muestra de que la historia la escriben
los vencedores… que suelen ser hombres.
_____
De EL
CONFIDENCIAL, 20/02/2017
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