PABLO CINGOLANI
En los llanos
hasta los arboles son chachistas.
Cnel. Rivas,
1862
Esto no lo cuenta
la historia.
Tras la derrota
en Caucete bajo el fuego de las tropas unitarias, con sus montoneros diezmados
por la furia oligárquica, el general Ángel Vicente Peñaloza, más conocido en la
inmortalidad y por su pueblo, simplemente como “El Chacho”, se sentó a la sombra
de un molle, un simple molle, a descansar después de tantos ardores y tanta
muerte sin justicia. El molle le habló dulcemente:
‒Chacho,
Chachito, querido: es hora de confiar que tu sangre no será derramada en vano…
El general
Peñaloza se sorprendió: un molle, un simple y humilde molle de los llanos, le
estaba hablando. Luego entendió y se entregó prisionero a las tropas de
Irrazábal, lugarteniente de Paunero, el gran carnicero de gauchos, el hombre al
cual los Mitre y los Sarmiento le ordenaron el genocidio. Fue un 12 de
noviembre de 1863 en el pueblo riojano de Olta, corazón llanista.
Esto sí lo cuenta
la historia: a pesar de que El Chacho no ofreció resistencia, Irrazábal, al
verlo, lo atravesó con una lanza y no contento el miserable, en presencia de su
esposa y un hijo, ordenó que lo decapitaran y pusieran su cabeza en una pica
para ser exhibida en la plaza olteña.
Esto tampoco lo
cuentan los libros. La noticia conmocionó a los llanos, a los montoneros
sobrevivientes, a la cordillera, sus nieves, a los pumas solitarios que
rugieron de dolor, a los guanacos. Algunos árboles antiguos no pudieron
contener un ahogado llanto. Cuentan que el molle, ese simple, humilde y digno
molle que había amparado al Chacho, cantó para sí esta baguala: Dicen que
Peñaloza ha muerto,/ no sé si será verdad./ No se descuiden, salvajes,/ y vaya
a resucitar.
Hay relámpagos
que no tienen tumba. Hay ecos que no se apagan jamás. Hay árboles que nunca
olvidan.
Río Abajo, también
tierra de molles, 29 de octubre de 2017
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De PLUMAS
HISPANOAMERICANAS, 04/11/2017
Imagen: El Chacho Peñaloza
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