Navegando por el rio
Chapare desde su desembocadura en las aguas del Ichilo, a nueve curvas de
navegación de arribada, hay un afluente de aguas oscuras. En este
lugar con resplandor áureo todo es naturaleza, todo aves multicolores, todo:
querubines malabaristas, aéreas ardillas, bufeos sonrientes, arpías reales.
Siguiendo el
curso de navegación del arroyo se encuentra una laguna negra —ni tan alta ni
tan baja— figura en el mapa con el nombre de “San Xavier”, antigua Misión
Jesuita del mismo nombre. No existiendo ser humano en la actualidad, no hay ni
hacienda conocida en rededor, ni población indígena. Doy constancia que
remansos de aceites oscuros y densos emergen de monte adentro, alimentando el
caudal de esta laguna prieta del paraíso terrenal.
Playas níveas,
aguas negras de arroyos salvajes bañan la laguna de “San Xavier”, donde existen
calaveras de peces disecados en las arenas del tiempo, que, al calor de los
soles tropicales, se hicieron esculturas sempiternas, monumentos plateados,
obras de arte enmohecidas por la humedad carnívora, escasas esculturas
sobreviven en esta galería natural de la alta amazonia boliviana.
En la madrugada
de esas pampas ubicadas en la frontera Cochabamba y Beni, junto a esa laguna,
con amaneceres neblineados hay una islilla de pequeña dimensión, su forma es de
crisálida, con palmeras de Motacú a un costado. Sobre estas aguas la isla se
mueve, según conveniencia de batracios, de la profecía de las aves, de saurios,
o, del humor del tiempo y los vientos. A esta isla la divina imaginación le
otorgó mitos, leyendas, misterios, ya que está —siempre— en movimiento, como un
barquito de papel, se traslada del naciente al poniente, del sur al norte. La
isla se mueve, la laguna no.
Sus aguas
violetean en la mañana, al mediodía bullen a 100º de temperatura, el
espejo negroide se dilata y como sexo deseoso, ardoroso, penetra la selva
virgen. Entonces… desde las concavidades oscuras, diamantinas, desde monte
adentro emana una oloración vaginal drogando el ambiente con un poderoso narcótico
que produce la convicción “de lo que no se ve”.
En esta laguna
egregia “las escenas del crepúsculo o del alba están pintadas de rojo
bermellón, de pálida rosa, matizadas en púrpura blanca con algodones laminados
en oro de 100 quilates”, escribe Levi Strauss. El reino del Enín no tiene
murallas ni fronteras; tiene puentes colgantes que bajan y suben al paraíso. Es
memoria original, este edén huele a jazmín y a pasto cedrón.
Sus aguas
pobladas de palometas naranjas que chisporrotean hambrientas en las ondinas
encantadas de la bella amazonia, aguas llenas de yacarés cuidando lumbres
sagradas de la Isla Encantada. Éste es el lugar de la elegía, del
estupor, donde los ángeles están vestidos de almirantes contemplando el lóbrego
atardecer insospechado. Hace siglos los jesuitas dejaron un círculo de esmerado
enigma.
Cae la tarde, se
enciende el fuego de la noche, aparecen figuras del sueño, los cocuyos se
confunden con las tristezas, se convierten en lenguas que abrazan con sus
fuegos nada fatuos el instante de la luz eterna y fugaz. Por las noches galopan
caballos desbocados sobre la laguna que no tiene más de un metro de profundidad
y 600 metros de longitud.
También se
escuchan carretones chillones que chirrían ejes de metal —¡da miedo!—, dicen
los aventureros, hombres de madera y lejanía; montaraces con arma al cinto y
aguardiente en la boca. De sus aguas de luto emergen piraguas con sacerdotes
homicidas blandiendo machetes, buscan muchachas en flor para llevárselas en
forma de almas a la Tierra sin Mal.
Doy crónica de
esta navegación de la laguna de la antigua “Misión del San Xavier”, que da
referencia el Explorador Alcides D’Orbigny cuando regresaba de su expedición
(1832), visita de un año por las playas desiertas de lo que hoy es el
departamento del Beni.
De este escrito
doy fe sentado frente a este espejo de aguas y atardeceres en la juntura
del río Chapare e Ichilo, punto geográfico donde se forma el río
Mamorecillo, precursor del Mamoré, depositario del Amazonas, también llamado
por Vicente Yañes Pinzón como el “Río de Santa María de la mar dulce”.
*Cineasta y poeta
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De CAMBIO, 16/11/2017
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