Tuesday, February 20, 2018

AUTORES, ESCRITORES, EDITORIALES Y AMAZON


ERNESTO COBOS

(fragmento de una carta a una editorial)

Es curioso lo que sucede en la actualidad. Creo que, cual cambalache del nuevo milenio, todo está mezclado en la gran batidora de internet. De esta manera, autores y escritores noveles reptan por las redes sociales en busca, unos de éxito y renombre, y otros de  lectores o reconocimiento. Los autores de género quieren vender sus títulos y poco importa si es con el apoyo de una editorial o una plataforma de autoedición: todo sea por vender. Sin embargo, el escritor golpea una y otra vez a las puertas de las editoriales y acumula textos sin advertir que ya todo ha cambiado. O casi todo. 


También el escritor hurga en el océano de la red y ve con qué facilidad se publica en estas plataformas de autoedición. Y por supuesto, cae, después de muchos portazos, en la trampa de la autoedición. Y su obra, tras tanto tiempo de esfuerzo dedicado a cincelarla, acaba por convertirse también en un producto más, compartiendo vitrina virtual junto a libros (sí, tienen el formato de libro, de manera que no hay más remedio que referirme a ellos de esa manera) cuya única aspiración es la de venderse como esos productos de oferta que vemos a la entrada de los supermercados. El autor no siente ningún respeto por lo que ha escrito. No lo escribió desde las entrañas sino desde la parte más racional de su mente. No buscaba sincerarse sino gustar, como cuando conocemos a una persona especial y enseñamos siempre nuestra mejor cara. Pero la verdadera faz es la que permanece a las sombras, casi siempre. No la enseñamos continuamente por la sencilla razón de que pertenece a nuestro mundo interior. Lo bueno, lo malo, lo vergonzoso está ahí, atesorado en nuestros recuerdos como en un viejo arcón. A un escritor, estos secretos de la vida interior se le escapan, y no necesariamente de forma inusitada. Lo hacen reencarnando en sus personajes. Eso es algo que un escritor no puede (y en el fondo, no quiere) controlar. Ahí está parte de la magia de escribir, y sin duda es algo que jamás llegará a entender un autor de género. Puede que sea esta brecha lo más saludable en esta, como dije antes, batidora de internet.

Por supuesto que acabé por caer en todo esto. Harto del NO de las editoriales tradicionales y del SÍ fácil de las pequeñas editoriales de coedición decidí publicar una bilogía de corte autobiográfico en la librería virtual de Amazon. Y además, para (en el fondo, claro) reírme de todo este inframundo de autores ávidos de venta que además se autoproclaman "escritores" como un niño que juega a ser bombero o policía, decidí que las regalías (es que me entra la risa, de verdad, pero de las ganas de llorar) las ingresaría en la cuenta de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados. Cada uno o dos meses publicaría dicho ingreso en feisbuc para disipar cualquier duda. Me pareció legítimo viendo cómo estaba (y está) el patio. Voy a ahorrarme el revelar cuantos libros vendí desde dicha publicación, no vaya a ser que quien acabe llorando sea usted.

Pero no importaba, mi libro estaba publicado. Era prácticamente invisible, pero estaba publicado.

Y así como muchas de las editoriales de autoedición (parece una contradicción pero no lo es) invitan con atractivos eslogans a cumplir el sueño de publicar un libro, yo,  en el fondo, sentía que me había traicionado a mi mismo. Que nada de eso era realmente cierto y que aquellos dos libros que tantos años me había llevado escribir no se merecían ese maltrato: yo no me merecía ese maltrato.


Porque yo no necesitaba halagar mi vanidad frente a mis amigos con un libro impreso en las manos. Yo no tenía que cumplir "ningún sueño". Lisa y llanamente tenía algo que decir.

Me dije a mí mismo (y en voz alta además) que no volvería a caer tan pérfidamente  con mi próximo libro.

Y aquí estamos, aguardando el final del invierno.

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De CRÓNICA DE UN HOMBRE INVERNAL (blog del autor), 12/02/2018




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