Thursday, February 8, 2018

ENTREVISTA SIMBÓLICA, AFUERA DEL BONANZA, CON MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

DANIEL AVERANGA MONTIEL

Que la vida da giros como los que uno produce con los dedos al grifo o al dial de la radio, son cosas que siempre convergen, vuelven y están, ahí, invisibles pero que se sienten por demás, tan cercanos como la misma piel sobre nuestros músculos. Ya tuve oportunidad de entrevistar a Miguel Sánchez-Ostiz, sobre la publicación de “Chuquiagomarka” o “Chuquiago”, a preferencia de él por el nombre. Esta vez la entrevista se centra en ese libro, después de su lectura, y de los nuevos proyectos. Me hubiera gustado hacer esta entrevista acompañado de cervezas, en el “Bonanza”, pero el destino, la lejanía y, sobre todo, pensar que ya debe estar clausurado aquel bar tan emblemático para Urquiola, Argüello, Vásquez, Pérez, para tantos paceños afectos a la cumbia chicha y a la radio Mundial y para mí, hacen difícil, una vez más, la cohesión entre lo que nos gusta (la cerveza) y lo que nos apasiona (la literatura y la cerveza, también).

Pero en el fondo, si ya no hay más entrevistas, al menos intentaremos volver al “Bonanza”, si no está clausurado, claro.

DANIEL AVERANGA: Tuve la oportunidad de estudiar tu libro “Chuquiagomarka” y sorprenderme cada vez más por el cariño que muestras a la urbe paceña desde tus composiciones; ¿esa cercanía sigue vigente, o lo seguirá, a pesar de la distancia?

MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ: Absoluta y radicalmente vigente. No hay día que no me acuerde de La Paz o que por un motivo u otro no tenga presentes a mis amigos bolivianos. Las redes sociales ayudan mucho a eso. Estamos conectados de un modo que en otro tiempo hubiese sido imposible. Así es como también puedes seguir los avatares de la vida social y política boliviana al día.

Cariño, esa es la palabra. A mí Bolivia o los bolivianos que he conocido me han dado mucho en lo personal, público y privado, en años poco o nada venturosos en mi tierra. Eso no se puede olvidar, es un regalo que tampoco es fácil devolver. ¿Gratitud? Igual es eso, sí.

D.A.M.: ¿Crees que “Chuquiagomarka” podría haber sido un libro totalmente distinto sobre la ciudad de La Paz, si no hubieras tomado referencias locales directas, como las de Sáenz (tu libro tiene un aire a lo “Imágenes paceñas”), Bascopé (no sé, pero muchas de tus composiciones tienen un aire a lo Bascopé) y la realidad de 2003/2006, cuando la urbe estaba en vivo proceso político-social?

M.S.O.: De esos años que me dices hay poco, porque mi primer viaje es de 2004 y tardé cuatro años en volver. Es posible que haya tomado como referencia Imágenes paceñas de Sáenz, pero Chuquiago (marka) está en el mismo estilo, digamos, que mi libro Peatón de Madrid (2003), que es anterior a mi conocimiento de Saenz. No tiene misterio cuando escribes a modo de colección de estampas.

De Bascopé no creo que haya influencia alguna en Chuquiago (marka)… pero sí en Diablada, como se verá, porque en la novela hay un escritor que, encima, tiene la arrogancia de escribirse una Hoya infecunda, y en el año 2014… Hombre, eso no se hace…

D.A.M.: Tu blog “Vivir de buena gana” fue otro de mis descubrimientos sobre tu producción digital (después de “Chuquiagomarka”) y me llevé una sorpresa al notar que tus publicaciones breves siempre se relacionan con la memoria, el tiempo, lo efímero y lo que permanece... ¿a qué se debe esto (o solo es mi interpretación)

M.S.O.: Pues mire usted, decía un viejo profesor, eso es porque me pilla usted de viejo. Si escribiera sobre la mesa del Bonanza medio cubierta de chelas, sería distinto. Además, los viejos somos muy aficionados al vicio de la mentira y su terreno más fértil es la memoria. Por otro lado, si no estoy en La Paz, llevo una vida muy retirada, generalmente en un pueblo muy pequeño y no vas a contar como gran novedad los avatares del puchero que hayas puesto al fuego; alguna vez sí, pero no todos los días, por eso me asomo a lo visto, leído, vivido… cosa de la senectud, ya digo –tiempo de recuento–, que por lo menos sirve para que te cobren menos en el Pumakatari, como usted bien sabe. De ahí también estos viajes tardíos, porque sabes que son, por fuerza, los últimos y que te asoman al presente vivo, no a lo ya vivido y perdido.

D.A.M.: Has escrito diarios de viaje, novelas (muchas de ellas ganadoras de certámenes tan grandes como el Herralde y el Euskadi), crónica periodística y hasta poesía, ¿por cuál sientes predilección en cuanto a diseño y por qué?

M.S.O.: Por las novelas, cuanto más esperpénticas mejor, y por los diarios, que me temo es lo que puede permanecer vigente unos años… Lo demás, tiene una vida cada vez más corta, por mucho que puedas dar en forraje académico.

La novela esperpéntica me gusta porque mientras la escribo es una fiesta, me permite la visión alucinada y demente de las cosas, grotesca. El diario o dietario es un vicio ya viejo que voy publicando y que me permite una escritura diaria de asuntos públicos y privados (cada vez menos), una especie de cuaderno de navegación como han sido hasta ahora los blogs. El diario íntimo es otra cosa.

D.A.M.: En la red te conocen por ser un “experto de la obra de Pio Baroja” (hasta se dice eso de ti en Wikipedia), ¿alguna vez escribiste (objetiva o subjetivamente) combinando tu admiración hacia la obra de Baroja y tu contemplación e interpretación sobre lo que sientes por Bolivia?

M.S.O.: Hombre, experto, experto… Total, por unas dos mil páginas escritas sobre él… no sé. Le tuve afición, eso sí.

Alguna vez he hablado de Baroja desde La Paz porque en los años cincuenta, pocos antes de su muerte, tuvo relación con Yolanda Bedregal —su hija Conny me facilitó una copia de una fotografía de su madre junto al escritor vasco, tomada en Madrid… tal vez pudiera tener alguna correspondencia inédita—, pero no, la verdad es que no se me ocurrió ni en La Paz ni en Valparaíso, donde tiene una calle, y desde donde llegué a Bolivia… Y eso, ahora me fijo, que en La Paz vivieron dos personajes absolutamente barojianos, de vidas novelescas los dos: Francisco Lluch Urbano, militar de carrera, masón, erudito y jefe de Estado Mayor del Ejército de la República española, y Vicente Burgaleta Pérez de Rada, ingeniero de Caminos –su hermano, alcalde de Tudela, en Navarra, mi tierra, fue fusilado en agosto de 1936–… con las vidas de ambos en La Paz sí que se podía haber escrito una buena novela barojiana mezcla de acción trepidante y testimonio de vidas azacaneadas del exilio.

D.A.M.: En nuestra última entrevista hablaste sobre tu nuevo proyecto narrativo, un libro (¿novela, crónica narrativa, ambos?) con la Diablada como hilo conductor, ¿sentiste temor/resquemor/inseguridad por dotar a este nuevo libro de un contexto que aprecias, pero que sin embargo es ajeno a tu cotidianidad?

M.S.O.: No, al revés, de inseguridad nada, el jugar con otro escenario me ha dado alas para una invención disparatada, y plasmar algo que he sentido de manera intensa y dolida, menos. Digamos que solo en La Paz podría haber situado ese duelo a muerte entre dos escritores de novela negra –neo-noir… me hago mucho la burla de esto– y en la medida que es una novela de novelas, con trazos de esperpento o de disparate burlesco, que es mi Diablada, y que se me ha ido de madre y se ha hecho embarullada. ¿Somos como nos ve el prójimo o como nos gustaría a nosotros que nos viera? Es otra de las preguntas que me hago en esta novela negra por no decir funeral.

D.A.M.: Tienes muchos más proyectos de publicación, como me comentaste, ¿sientes, hoy, que estás en tu época más productiva, o es acaso que en la vida de un escritor cualquier tiempo debe ser su época más productiva?

M.S.O.: No, ha habido años de silencio, otros de barullo y de negruras (cosa del kencherío), pero ahora, ya de adulto mayor (juá), me siento con una fuerza que en otros momentos no he tenido (será que me quité el kencherío en mi último viaje). Igual es la certeza de que esto va para abajo, camino del hoyo y de que no hay tiempo que perder. 

Sea ese u otro el motivo, esta es sin duda mi época más productiva. Este año, además de la edición española de Chuquiago (marka), publicaré, por fin, Cirobayesca boliviana: un repaso a los libros que Ciro Bayo escribió sobre su estancia en Bolivia entre 1893 y finales del 97 o comienzos del 98, junto con impresiones de algunos viajes míos a Potosí (en varias ocasiones), Sucre, Riberalta, que a origen eran anotaciones de mis diarios de viaje. Digo por fin, porque gracias al kencherío el libro ha tardado 6 años en poder publicarse.

También hay un libro de poesía y un diario del año 2016, titulado Ahora o nunca… Eso al margen de los libros nuevos en los que trabajo, otras novelas, algún ensayo… y la necesidad imperiosa de regresar a Bolivia a como sea.

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Imagen: Prueba de portada del libro de Miguel Sánchez-Ostiz, de próxima publicación. PAMIELA, 2018

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