MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
Los muertos ya no
tienen cosas, la dejan a su espalda, y ahí quedan, convertidas en
incordio del que hay que desembarazarse cuanto antes, casi solo por perderlas
de vista y seguir con la propia vida, porque las cosas de los muertos rara vez
encajan en la vida de los vivos: «no tenemos sitio», dice con una claridad que
sobrecoge. El heredero forzoso, huye, y no sabe qué hacer con las cosas de la
vida de otros. Antes me apasionaba ese mundo, ahora me acongoja cada vez más.
Conocí a un
joyero anticuario especializado en peritaciones y testamentarias, que me dijo
que podía darme argumentos novelescos para el resto de mi vida. Por sus manos
pasaban piezas verdaderamente raras que los herederos se disputaban de manera
agria. Recuerdo una vez que me llamaron para preguntarme el precio de unos
libros y detrás de la persona se oía con nitidez la bronca que tenían los
hermanos por cuenta de los restos.
Y esto me trae el
recuerdo de una parte sobrecogedora de Mercado de futuros, el espléndido
documental de Mercedes Álvarez: el camino hacia los Encantes, los mercadillos,
las Pulgas, los Rastros... los traperos de antes, chamarileros luego,
mercaderes de postrimerías cuyas actividades nadie fiscaliza...
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De VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 17/02/2018
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