Saturday, February 17, 2018

Manzanas en el suelo


JORGE MUZAM

Empieza a hacer algo de frío. La ráfagas de viento se vuelven recurrentes y traen aromas de frutas que se pudren de tan maduras. Las nubes ya no abandonan las cumbres y en las mañanas se abalanzan hasta las tierras bajas. Siguen cayendo castañas y manzanas mientras las avispas zumban sobre el festín.

Es domingo. Un domingo cualquiera. Un domingo sin misas, sin gritos, sin gente, sin descanso, sin expectativas. Aprovecho la mañana para ver comedias bobas en Warner. Luego del almuerzo, mamá tomará el relevo del control remoto y no lo soltará hasta que el sueño la derrumbe.

El frío nos ha llevado a encender la chimenea y la cocina a leña. La tetera pronto hierve y es momento de preparar un mate amargo con hojas de cedrón.

Miro mi pequeña biblioteca campestre, la única que aún conservo, y de verdad quisiera verla con el amor de antes, con el amor y entusiasmo infantil que me generaban todas las bibliotecas. Saco libros con desgano y ningún comienzo me atrapa. Algo de literatura chilena: Salvador Reyes, Eduardo Barrios, Marta Brunet. Todo me parece un asco. Rastrerismo cultural. Que pobre es la literatura chilena. Montaña Adentro es una basura escrita por una terrateniente ociosa. Dejo esos libros en su sitio. Quizás nunca los vuelva a sacar.

Leo artículos en diarios viejos, una amigable reseña de Bolaño a las obras de César Aira. También abraza a Pitol. En otro diario, una referencia a una violación en Sexus que no recuerdo, porque lo leí hace tiempo. Quizás andaba un poco borracho. Sí recuerdo los crudos diálogos de Nexus. Henry Miller me atrapó por varios años. 

Los perros juegan a mi alrededor, atolondradamente. Me pasan a llevar. Quisiera reírme. En otro tiempo me habría reído. El sol se escondió hace rato y las nubes anuncian nuevos chubascos. He recogido manzanas caídas con la última ráfaga y las he puesto sobre la larga mesa bajo el parrón. Son cientos, de distintos colores. Las dejo allí sabiendo que no hay nadie que se las coma. Sólo quiero verlas y olerlas hasta que alguien se las obsequie a los cerdos.

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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor) 

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