CARLOS
BATTAGLINI
Llevo unos
veinte minutos en frente de la pantalla sin saber qué decir. El polvo en suspensión se expande en
mi habitación como un big bang doméstico, troceado en partículas informes que
acaban pegándose al teclado, a la letra S, a la letra O, a la letra Y de
esperanza, a la letra A de ahora.
Lo confieso. Aun
no sé de lo que escribiré hoy. Sospecho que es de esos días en los que
el teclado es hielo. Polo Sur. Escribo acaso azuzado por esa sentencia
de Augusto Monterroso que proclamaba que el escritor debía
de escribir siempre. No sé, Augusto. No sé si el escritor debe de escribir
siempre (es tan fácil ser un pesado), pero creo que si algún día, alguna semana
deja de hacerlo, tal vez se acomode, se acostumbre a no presionar las teclas y
por ende aparque en batería el hábito: esa costumbre tan complicada.
Veamos. No hay
que ser tan listo para saber que muchos escritores, muchísimos se
dedican a rellenar columnas todas las semanas, todos los días, más que a
escribirlas.
Y es que la
dictadura del paso de los minutos nos trae sin falta un día y después otro, con
algunos regalos sí como el fin de semana pero también alzando ese látigo
infalible que recuerda al escribiente la obligación de enviar un artículo a un
determinado medio. Entonces deviene un cóctel compuesto de obligación y pereza
que acaban destilando un líquido un tanto insípido del que ya conocemos de
sobra su sabor porque lo hemos probado en infinidad de ocasiones, ergo hemos
leído lo mismo ya muchas veces. Porque cada escritor tiene sus temitas,
tal vez no más de siete u ocho (cifra nada desdeñable) y alrededor de ellas
circula toda la vida. Como suena esa frase, ¿eh? Toda la vida…
Es verdad.
Con los blogs
ocurre a veces lo mismo. Hay semanas en los que el asunto a tratar está
claro porque éste es corcel y asalta tu mente desde el lunes, el jueves, 1994 y
cuando te estás duchando con HS escribes el primer párrafo. A la hora
de tomarte el zumo de naranja del desayuno sobreviene otro bloque de texto. En
el coche repasas la primera parte. Por la tarde, mientras das un paseo en
frente de la Isla de Lobos tus sienes siguen telegrafiando ese
artículo.
A veces no haces
caso. Respira un post, una idea que ronda tu cabellera durante meses pero tú no
lo escribes por cualquier sinrazón.
Por ejemplo,
hace tiempo que quiero escribir un artículo titulado algo así como “en
el mundo blanco todos tienen cara de culo” pero lo sigo postergando.
Con todo, algunos
asuntos, algunos artículos son algo así como obsesivos compulsivos, como Fischer como Botvinnik y martillean a diario la masa gris (¿o era
violeta?) hasta que las falanges escupen en el teclado el puto
artículo. Otras veces como digo, uno no sabe muy bien qué decir, pero
dice. Siempre dice. Como esa frase tonta en Facebook o en Twitter, cuyo
trasfondo solo indica, “hey, estoy aquí, no me olvidéis. Por favor”.
Se escribe mucho
hoy en día. A pesar de que nos quejemos siempre de las carencias del sistema
educativo español (los alemanes, los suecos o los canadienses siempre serán
mejores, se haga lo que se haga aquí) lo cierto es que la alfabetización
general de un país como es el caso del reino español arroja miles, millones de
“escritores” a cada paso. Escucha: a esto le unimos el acceso también
masivo a las redes sociales y tenemos a millones de escritores en potencia. La
finca que tenía demasiada uva.
Pero vale, sabemos que no es tan fácil. Sabemos (no todos) que el
oficio ¿o profesión? de la escritura es un ¿arte? ¿trabajo? ¿coñazo? de largo
recorrido, toda una carrera de fondo aunque la imagen burguesa de un tipo
arrellanado en un sillón de cuero dándole a las teclas plácidamente sugiera un
disfrute y un confort que en realidad es efímero.
Sí, sabemos que
la literatura se hace valer de una guadaña de nombre tiempo que corta la cabeza
a todos excepto a unos pocos que sobreviven cada siglo. Uno o dos poetas, tres
o cuatro novelistas… No obstante, esto no es óbice para que los vivos se
manifiesten en vida (como su propio nombre no indica) aun a sabiendas (o no) de
que el tiempo nunca ha derramado una lágrima, tan solo lo han visto
dicen, besarse con la calidad inmarcesible.
_____
De LAS PALMERAS MIENTEN (blog del autor), 30/01/2018
No comments:
Post a Comment